Las personas a menudo rechazan la luz de la palabra de Dios porque temen que sus pecados queden expuestos y se les exija cambiar sus comportamientos. Pero este rechazo los deja expuestos a dudas y tentaciones que Satanás usará contra ellos. Con un sentido falso de su propia capacidad de razonamiento, racionalizan su manera de no seguir a Dios, aunque al hacerlo los dejan expuestos a las sugerencias de Satanás.
La historia de Adán y Eva ilustra esto bastante bien. Al encontrarse sola junto al árbol prohibido, la serpiente hizo que Eva razonara dentro de sí misma y dudara de la voluntad expresa de Dios. Y más tarde Adán siguió el mismo razonamiento erróneo. Seguramente Dios no querría que perdiera a la amada esposa que le había dado, así que aceptó el comportamiento arriesgado.
Afortunadamente, Jesús contrarrestó las tentadoras sugerencias de Satanás en el desierto usando palabras de las Escrituras. Podría haber racionalizado la situación y haber dudado del amor y la protección de Su Padre. Pero, en cambio, dejó que la fe prevaleciera, con el resultado de que nuestra condenación por el pecado tenía la posibilidad de ser revertida con Su posterior sacrificio en el Calvario.