Edición para maestros. Cuarto trimestre de 2022
“¿Pasajes contradictorios?”
Lección 9 :- Para el 26 de Noviembre de 2022
RESEÑA
Texto clave: Lucas 16:19-31.
Esta lección examina pasajes bíblicos que algunos sugieren que son promotores de la
inmortalidad del alma o de la existencia de un infierno que arde para siempre. Los pasajes
son los siguientes:
- Lucas 16:19-31: Una parábola sobre el hombre rico y el pobre Lázaro. Aunque algunos afirman que esta parábola es una descripción literal de la otra vida, un estudio más profundo del contexto demuestra que Jesús utilizó la parábola (a) para mostrar que ser rico no garantiza el cielo y (b) para llamar a las personas a obedecer las Escrituras.
- Lucas 23:43: Jesús dice al ladrón en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Cuando se compara con otros pasajes en los que Jesús dice que aún no ha subido a Dios el domingo de resurrección (Juan 20:17) y su afirmación de que estaremos con él después de que regrese por nosotros (Juan 14:1-3), es evidente que Jesús no está prometiendo que él y el ladrón se encontrarán en el cielo ese mismo día. Más bien, el ladrón estará en el cielo después de la resurrección. Toda la frase de Cristo lo deja claro: “De cierto te digo hoy que estarás conmigo en el paraíso”.
- Filipenses 1:21-24 y 1 Tesalonicenses 4:13-18: Pablo dice que espera estar “con Cristo”, pero simplemente no incluye el tiempo transcurrido entre su muerte y la resurrección.
- 1 Pedro 3:13-20: La predicación de Cristo a los “espíritus encarcelados […] en los días de Noé” no significa que Jesús pronunció personalmente un mensaje en el infierno a los antediluvianos desobedientes, sino que es una advertencia sobre la prisión del pecado, expresada por el Espíritu de Dios mediante Noé.
- Apocalipsis 6:9-11: Con las almas de los mártires que claman justicia bajo el Altar del Holocausto, no se refiere a almas literales; son un símbolo de quienes han sido asesinados por su fidelidad a Dios.
COMENTARIO
Profundicemos un poco más en dos de los pasajes estudiados en esta lección: (1) el hombre rico y Lázaro (Luc. 16:19-31) y (2) las almas de los mártires que claman venganza (Apoc. 6:9-11).
El hombre rico y Lázaro (Luc. 16:19-31)
Jesús relató la historia del hombre rico y Lázaro para demostrar la seriedad de nuestras decisiones mientras estamos vivos. Jesús no narró esta historia para darnos información sobre la vida después de la muerte. Aquello a lo que decidimos entregar nuestra lealtad aquí, ya sea a Cristo o no, no puede cambiarse después de la muerte (Heb. 9:27). Además, la parábola señala que si a una persona no le interesa aprender de las Escrituras, ni siquiera ver a alguien resucitar de entre los muertos la convencerá para que crea. En otras palabras, si una persona tiene acceso a las Escrituras y aun así no modifica su comportamiento, por más que alguien se acerque con la noticia de un infierno terrible no cambiará para nada. Jesús deja en claro que una persona tiene un corazón dispuesto o un corazón endurecido hacia Dios, y es solo la actitud de esa persona, o la mansedumbre de corazón, hacia Dios lo que lleva al arrepentimiento y a una vida transformada (Eze. 36:26, 27). No tenemos ninguna excusa porque todos tenemos necesidad de las Escrituras que nos hablan de Dios (Luc. 16:29-31).
No hay nada en el contexto de esta parábola que sugiera que Jesús estuviese hablando del estado de los muertos aquí. En cambio, en el pasaje anterior, Jesús predica sobre el egoísmo, la ganancia deshonesta y la mayordomía, principalmente en referencia al manejo del dinero. Luego pasa a la historia del hombre rico y Lázaro, enfatizando que la riqueza no garantiza una eternidad feliz en el cielo. En otras palabras, la vida eterna se basa en aceptar la obra salvífica de Cristo en nuestro favor. Moisés y los profetas señalaron al Mesías.
Algunos han protestado que esta historia no debería llamarse parábola porque comienza con “había un hombre rico”, en lugar de especificar que es una parábola. Pero el argumento no se sostiene, porque hay otras parábolas que comienzan de la misma manera, como la anterior, que comienza con la misma frase: “Había un hombre rico” (Luc. 16:1). Los detalles de la historia también refutan la idea de que sea una descripción literal de un infierno ardiente. En primer lugar, sería imposible que alguien que se está quemando vivo sienta alivio porque un dedo sumergido en agua refresque su lengua. Además, la estrecha distancia entre el cielo y el “infierno” haría imposible que alguien pudiera disfrutar de su estadía en el cielo si en cualquier momento pudiera tener una conversación con un ser querido que está a su lado, que está ardiendo por la eternidad. La promesa del libro de Apocalipsis de que no habrá más dolor, tristeza ni lágrimas en el cielo nunca se cumpliría (Apoc. 21:4).
Podemos estar agradecidos de que esta parábola no representa la realidad. Servimos a un Dios que no tortura a nadie por la eternidad. Roy Gane enumera tres problemas principales con la idea de un infierno que arde eternamente:
- ¿Alimentaría Dios con frutos del árbol de la vida a los impíos para mantenerlos con vida en el infierno? Si es así, esto contradeciría la enseñanza bíblica de que solo quienes son salvos disfrutan del derecho a este fruto (Apoc. 22:14). Considera Génesis 3, donde Dios excluyó a los pecadores Adán y Eva del árbol de la vida precisamente para evitar que vivieran para siempre (Apoc. 22:22-24); y, como resultado, murieron (Gén. 5:5 sobre la muerte de Adán).
- En Apocalipsis 20, el ‘lago de fuego’ que destruye a los impíos cubre un vasto sector sobre la superficie de la Tierra alrededor de la Nueva Jerusalén (Apoc. 20:8-10). No hay ninguna indicación en Apocalipsis 21 a 22 de que el ‘lago’ fundido permanezca como una característica permanente de la Tierra Nueva.
- Los que son arrojados al ‘lago de fuego’ sufren la ‘muerte segunda’, que es la última y definitiva muerte (Apoc. 20:14, 15; 21:8). Por lo tanto, ellos mueren; no siguen viviendo eternamente en la miseria infernal” (R. E. Gane, “At-one-ment Forever in God’s New Heaven and New Earth”, pp. 255, 256).
Las almas de los mártires (Apoc. 6:9-11)
Dadas las referencias a “muertos” y “sangre”, el altar que se ve aquí es el Altar del Holocausto, y no el Altar del Incienso. Como la sangre de los animales se derramó bajo el altar, la sangre de los santos se ofreció simbólicamente a Dios como un sacrificio. Los santos que estaban bajo el altar murieron a causa de su fiel testimonio del evangelio. Si bien es una tragedia, sus muertes también son un triunfo porque murieron en Cristo (Apoc. 14:13). Las “almas” claman, no por venganza sino por justicia legal. “Se le pide a Dios que lleve a cabo un proceso legal que conduzca a un veredicto que reivindicará a sus santos mártires” (J. N. Musvosvi, “Vengeance in the Apocalypse”, Andrews University Seminary Doctoral Dissertation Series 17 [Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1993], p. 232). Los santos fueron perseguidos injustamente y murieron porque fueron fieles a Dios y se dedicaron a anunciar el evangelio con fervor. La reivindicación por la que claman es la suya, pero también, y lo más importante, que el carácter de Dios se manifieste como verdadero, santo y justo.
Hay varias razones por las que estos santos no deben verse como “almas” literales que claman a Dios, sino como una representación simbólica de la sangre de los santos que claman por justicia. En primer lugar, es de notar que el Altar del Holocausto estuviera ubicado en el atrio exterior del Templo porque, como señala Ranko Stefanovic, eso significa que “la escena representada aquí no tiene lugar en el Templo celestial sino en la Tierra” (Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation, 2ª ed. [Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2009], p. 244). De este modo, el atrio exterior simbolizaba la Tierra. Por lo tanto, “las almas de los que habían sido muertos” están clamando desde la Tierra y no pueden, por ende, ser espíritus que estén “vivos” en el cielo.
En segundo lugar, después de que a los santos se les dan vestiduras blancas, que representan la justicia de Cristo, se les dijo a los mártires que “esperaran un poco más”, hasta que la totalidad de sus consiervos, sus hermanos y sus hermanas, fueran martirizados así como ellos (Apoc. 6:11, NVI). Literalmente, se les dice que “descansasen todavía un poco de tiempo”. La palabra para “descansar” es anapauo, y se traduce como “descansar, refrescarse, detenerse, o incluso morir”. También se utiliza en Apocalipsis 14:13: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán [anapau] de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”. Este grupo aparece de nuevo cuando resucitan en la Segunda Venida: “Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús […]. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años” (Apoc. 20:4, NVI). Está claro que en este momento cobran “vida”. Ya no eran almas/espíritus vivientes, o esa declaración sería innecesaria. Por lo tanto, la descripción de su “descanso” por un “poco más de tiempo”, cuando se combina con la idea de “dormir”, que se utiliza en toda la Biblia para denotar la muerte, lleva al lector a entender que los santos decapitados debían permanecer en sus tumbas un poco más; es decir, hasta la segunda venida de Cristo.
APLICACIÓN A LA VIDA
- Debido a que el punto principal de la historia del hombre rico y Lázaro es aferrarnos a las enseñanzas de las Escrituras y permitir que transformen nuestra vida, ¿de qué necesitas que Dios te hable? ¿Tiene que ver con la acumulación de cosas materiales y riquezas y de vivir rodeado de lujos, como el hombre rico, o es algo completamente diferente? ¿Quizás otras formas de egoísmo? ¿Codiciar lo que otros tienen, en lugar de tener contentamiento con lo propio? ¿Pensar que mis opiniones y mi forma de ser son las mejores? ¿En qué aspecto necesitas el poder transformador de Dios en tu vida? Tómate un tiempo para entregarle esto a Dios en oración.
- Morir como mártir no es algo deseable. Sin embargo, Jesús afirmó: “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mat. 10:39). Podríamos estar tan preocupados por perder la vida que olvidamos nuestra misión de contar a otros acerca de Jesús. ¿Cómo podemos mantener esa misión ante todo?
- ¿Qué podemos aprender acerca de la diferencia entre clamar por venganza humana y clamar para que Dios administre justicia divina? ¿Cómo podemos dejar las cosas en manos de Dios y confiar en él para que se ocupe de nuestra vida?