Edición para maestros. Primer trimestre de 2023
“A uno de estos mis hermanos pequeños”
Lección 7 :- Para el 18 de Febrero de 2023
RESEÑA
Dios quería bendecir a su pueblo para que no hubiera pobres entre ellos (Deut. 15:4). Sin embargo, la pobreza siempre existirá (Deut. 15:11; Mat. 26:11). Por ello, la misión del Salvador abarcaba llevar alivio tanto espiritual como material a quienes sufrían económicamente (Luc. 4:18, 19; 7:19-22). Amar a los demás y ayudar a los necesitados es un mandato divino para los que siguen al Salvador (Deut. 15:11).
Las obras de beneficencia en Israel eran un deber comunitario e individual, como podemos observar en la práctica de dejar descansar la tierra cada siete años (Éxo. 23:10, 11), no espigar (Lev. 23:22), y el derecho del hambriento de alimentarse del campo de otra persona (Deut. 23:25). Las Escrituras nos enseñan a ser proactivos en la caridad (Job 29:12-16; Isa. 58:6-8), ya que esta actividad es parte de la religión pura y sin mancha (Sant. 1:27). El amor por los vulnerables produce bendiciones divinas (Prov. 28:27; Sal. 41:1). Cuando ayudamos a los afligidos, también ayudamos al Señor en la persona de los necesitados (Mat. 25:35-40). Job era justo porque amaba a los pobres y los ayudaba como si fueran parte de su familia (Job 29:16). Los apóstoles abandonaron todo para seguir al Salvador (Mat. 19:27), mientras que el joven rico renunció a la posibilidad del discipulado al negarse a donar sus posesiones a los pobres, porque el amor por su riqueza era supremo (Mat. 19:16-22).
Así como ser fiel en los diezmos y las ofrendas es una indicación de un regreso a Dios (Mal. 3:6-10), ayudar a los débiles y desamparados entre nosotros refleja una auténtica experiencia espiritual, como se demuestra en la conversión de Zaqueo (Luc. 19:1-10).
COMENTARIO
En el plan perfecto de Dios, todos deberían disfrutar de la abundancia de las promesas divinas (Deut. 15:4), pero debido a la desobediencia, los pobres siempre existirán. En este contexto, se nos llama a abrir nuestras manos al necesitado (Deut. 15:11). Para ello, consideraremos los conceptos de pobreza y caridad en la Biblia, que son bastante amplios, y procuraremos comprender su significado para nuestra vida.
A uno de estos mis hermanos pequeños (lee Mat. 25:35-40)
- Todos los que sufren
A partir de las referencias bíblicas, es posible identificar diversas clases de personas que sufrían y que necesitaban protección. Si utilizamos un concepto básico de agrupación, los pobres eran:(a) quienes no tenían capacidad de satisfacer sus necesidades materiales y, por lo tanto, no podían vivir una vida digna debido al rechazo o el prejuicio social (prisioneros, leprosos y extranjeros, por ejemplo);
(b) quienes sufrían privaciones económicas extremas debido a condiciones adversas (pobres, enfermos, hambrientos, sedientos, desnudos, necesitados y miserables);
(c) quienes tenían limitaciones físicas (mudos, ciegos y cojos);
(d) quienes estaban emocionalmente desanimados y, tal vez, psicológicamente no eran capaces de cuidar de sí mismos sin ayuda (los quebrantados de corazón, los enfermos mentales y los que perecen);
(e) las víctimas de sus propios errores, opresión e injusticia (marginados; exiliados; prisioneros; víctimas de la inequidad, la brutalidad y la explotación);
(f) quienes necesitaban ayuda para comenzar una nueva vida (lee Lev. 23:22; Deut. 15:11; Luc. 4:18, 19; Isa. 62:1, 2; Deut. 15:11; Job 29:12-16; Mat. 11; Luc. 7:20-22; Mat. 25:35-40).
Las condiciones de pobreza y la cuestión de si el que sufre es responsable de su precariedad son irrelevantes. Tampoco es relevante la cuestión de si esa persona merece recibir ayuda o no. Incluso una persona de una nación rival debía ser objeto del amor de Dios al practicar la caridad, como vemos en la parábola del samaritano (Luc. 10:28-37; 17:16-18; Juan 8:48).
2. El redentor, un pariente cercano
En el Antiguo Testamento, el redentor era un pariente cercano que tenía la obligación de rescatar y liberar a un familiar de la esclavitud, la pobreza y la indigencia. Este deber también incluía la obligación del pariente cercano de casarse con la viuda sin hijos de su hermano, lo que evitaba que ella quedara en la indigencia (Lev. 25:25, 48, 49; Deut. 25:5; Rut 2:20). Los judíos generalmente entendían que esta obligación era aplicable solo entre los miembros de la nación elegida.
Sin embargo, en la historia del samaritano, Jesús muestra que la idea del familiar que ayuda a su hermano no está ligada a lazos de sangre, religión ni nacionalidad. El samaritano, extranjero y despreciado, que es el redentor (salvador) en la historia, aparece como el pariente cercano del judío golpeado, que fue dado por muerto a la vera del camino (Luc. 10:29-37). El deber de amar al prójimo forma parte de los dos grandes Mandamientos (Luc. 10:27, 28) sobre los que se asienta toda la Ley y los escritos de los profetas. Este deber también significa que debemos amarnos unos a otros porque todos somos prójimos (redentores) en algún momento. La palabra ”prójimo” evoca el amor compasivo y práctico que Dios mandó demostrar a las familias de Israel. Este amor debe extenderse a la humanidad en su totalidad. Dios envió a su Hijo al mundo (Juan 3:16) para salvar sin discriminación de ningún tipo. Jesús es el máximo ejemplo del Pariente-Redentor, nuestro pariente cercano, que vino a rescatarnos de la miseria, el sufrimiento y la destrucción eterna. Su ejemplo debe ser la norma de nuestras relaciones humanas, especialmente en la iglesia y en relación con los pobres y los que sufren. Por lo tanto, no debemos negar ayuda a ninguna persona, sino ofrecer comida y agua incluso a nuestros enemigos (Prov. 25:21, 22; Rom. 12:20, 21). Sin embargo, recuerda que, en la medida de lo posible, el objetivo de la caridad es motivar y posibilitar que la persona cuide de sí misma. Los que sufren persecución a causa de su fe son también especiales, los hermanos pequeños de Dios que integran el Reino de los cielos (Mat. 5:10, 11).
Formas de ayudar a los pobres
Es posible que hayas escuchado a algunos criticar la caridad como un medio para que las clases dominantes controlen a los pobres, o como una estrategia para evitar el surgimiento de conflictos entre las fuerzas del capital y el trabajo. Otros creen que el bienestar refuerza la mendicidad y la dependencia parasitaria, en contraposición a los esfuerzos de rehabilitación para el empoderamiento y el desarrollo personales.
Sin embargo, las Escrituras recomiendan medidas de socorro inmediatas (Deut. 15:11; Isa. 58:6, 7) para ayudar a los necesitados que están en vías de recuperarse económicamente. Cualesquiera que sean las medidas que se adopten, la ayuda prestada a los pobres y los afectados debe ser protectora. Es decir, la ayuda a los pobres no debe engendrar una dependencia innecesaria de quienes los ayudan y debe procurar protegerlos de la explotación (Deut. 15:1, 2; Lev. 25:9-19). Ese plan de recuperación y rehabilitación incluye velar por la restauración emocional y espiritual de los pobres, respetando su dignidad (Isa. 58:6-8; Luc. 4:16-19).
Cómo ayudar
- Sientan deseos de participar. Los miembros de la iglesia pueden adoptar un plan de apoyo personal para ayudar a alguien que lo necesite. También pueden trabajar juntos como voluntarios en un proyecto educativo dirigido por la iglesia con el fin de desarrollar habilidades para la vida y el desarrollo personales.
- Un fondo dedicado a los pobres. Cada miembro puede destinar una cantidad
o porcentaje del presupuesto familiar para ayudar regularmente a los necesitados,
así como para contribuir a los proyectos de bienestar y desarrollo de su iglesia.
El dinero que cada creyente tiene a mano debe repartirse en tres partes iguales:(a) primero Dios, mediante los diezmos y las ofrendas (Mal. 3:8-10, Mat. 6:33);
(b) la familia (1 Tim. 5:8); y
(c) los desvalidos (Gál. 2:10; Sant. 1:27). Sin embargo, es importante recordar que “el diezmo ha sido puesto aparte con un propósito especial.No debe considerarse como un fondo para pobres. Debe dedicarse especialmente al sostén de los que predican el mensaje de Dios al mundo; y no hay que desviarlo de este propósito” (CMC 105). Además de las ofrendas del Santuario, la Biblia alude a preceptos relacionados con la beneficencia proveniente de otros recursos tales como el “rebuscar” (Deut. 24:19-22; Lev. 19:9, 10), el derecho a obtener alimentos del campo de otra persona (Deut. 23:24, 25) y las iniciativas voluntarias (Prov. 29:7; Isa. 58:7). Había una contribución que los israelitas llamaban el ”segundo diezmo” (heb. ma’aser sheni) de toda la ganancia (Deut. 14:28, 29; 26:12, 13), que se dedicaba para los gastos religiosos de la familia y para caridad.
Todo israelita devoto tenía que gastar en Jerusalén una décima parte del rendimiento de su tierra como segundo diezmo (ver J. Jeremias, Jerusa/em in the Time of Jesus: An lnvestigation lnto Economic and Social Conditions During the New Testament Period, pp. 28, 57). Con respecto al segundo diezmo, lee de Elena de White: “Dios cuida de los pobres”, en Patriarcas y profetas.
- Cuidar de los pobres, un sello distintivo de la justicia de Dios en la vida del cristiano. Necesitamos ser más que religiosos, porque Job, el joven rico y Zaqueo eran ricos y religiosos. Sus historias muestran, para bien, como es el caso de Job y Zaqueo, o para mal, como es el caso del joven rico, que en lo que respecta a la riqueza, nuestra vida espiritual no debe definirse por la bendición de las riquezas ni por una apariencia de religión, sino por una respuesta genuina al mandato divino de ayudar a los pobres y desafortunados.
El énfasis en las historias de estos tres hombres está en su experiencia espiritual, no en los desamparados que recibían su caridad. Los relatos bíblicos destacan el diagnóstico espiritual de cada personaje en las tres historias, tomando como referencia la caridad. Job entendió que la caridad era la justicia de Dios en su vida (Job 29:12-16). La conversión de Zaqueo fue evidente cuando decidió devolver todo lo que había tomado y dar la mitad de sus bienes a los pobres (Luc. 19:1-10). Para el joven rico, darlo todo a los pobres era su oportunidad de convertirse en discípulo del Rey de reyes y, posiblemente, de salvar su vida de la destrucción de Jerusalén, aproximadamente cuarenta años después. Dar sus posesiones a los pobres se interpuso entre el joven y la salvación (Mat. 19:16-22). Tristemente, el joven valoraba más sus posesiones que a aquel que le dio el poder de adquirir riquezas.
APLICACION A LA VIDA
Ocuparse de los pobres es un mandamiento del Pacto divino (Deut. 15:7) y una expresión de religión pura delante de Dios (Sant. 1:27).
- ¿Qué tienen en común el mandato del diezmo y la caridad cristiana?
- ¿Cuáles son las diferencias y las similitudes entre la beneficencia y la caridad cristiana? (1 Cor. 13:1-3).
Ayudamos a Cristo cuando nos preocupamos por los que sufren (Mat. 25:35-46). Pide a un miembro de la clase que lea en voz alta la siguiente cita. Luego coméntenlas en clase. ”Vi que en la providencia de Dios las viudas y los huérfanos, los ciegos, los sordos, los cojos y los afligidos en una diversidad de formas, han sido colocados en estrecha relación cristiana con su iglesia, para probar a su pueblo y desarrollar su verdadero carácter” (TI 3:561). ¿Por qué es importante entender el concepto de la caridad como mandato de amor y no como opción en nuestra vida cristiana? ¿De qué manera la caridad hace que nuestra profesión de fe sea auténtica?
“Los que están a la izquierda de Cristo, quienes lo han descuidado en la persona de los pobres y dolientes, fueron inconscientes de su culpabilidad. Satanás los cegó; no percibieron lo que debían a sus hermanos. Estuvieron absortos en sí mismos, y no se preocuparon por las necesidades de los demás” (DTG 594).