Lección 2 Edicion Maestros: “El origen y la naturaleza de la Biblia” Para el 11 de abril de 2020

Edición para maestros. Segundo trimestre (abril-junio) de 2020

“El origen y la naturaleza de la Biblia”

Lección 2: – Para el 11 de abril de 2020

 

RESEÑA

Texto Clave: 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:19-21; 1 Tesalonicenses 2:13; 1 Corintios 2:9, 10; Romanos 15:4; Hechos 1:16.

Nuestra comprensión del origen y la naturaleza de las Escrituras influye significativamente en la forma en que leemos y consideramos la Biblia. Si la Biblia fuera un libro de origen humano, escrito como cualquier otro libro, creado por seres humanos falibles, no podríamos confiar en él. Bajo esas circunstancias, indudablemente no tendría autoridad divina. Para ser justos con la Biblia, debemos permitir que los propios autores de la Biblia definan y expliquen lo que piensan acerca de sus escritos y así permitir que la Biblia determine los parámetros básicos de cómo debemos abordarla. Los escritores bíblicos afirman que su mensaje no es inventado por el hombre, sino que la Biblia se revela divinamente y su contenido es inspirado por Dios.

Comprender el proceso de revelación e inspiración es fundamental para nuestro abordaje de la Palabra de Dios. Debido a que Dios utiliza el medio del lenguaje para comunicarse con los seres humanos, la revelación divina puede escribirse. El Espíritu Santo permite que los escritores bíblicos pongan por escrito en forma fiel y confiable lo que les ha revelado. Esta inspiración divina le da a la Biblia su autoridad divina y garantiza la unidad que encontramos desde el Génesis hasta el libro de Apocalipsis. Aunque fue escrita por seres humanos, la Biblia es la Palabra escrita de Dios. En esta dimensión divino-humana, hay un cierto paralelismo entre Jesucristo, el Verbo de Dios, que se hizo carne, y la Palabra escrita de Dios, la Biblia. Solo por fe vislumbramos y apreciamos esta realidad.

 

COMENTARIO

Imagina un libro puramente humano escrito por muchos autores diferentes durante un período de cientos de años. Imagina que estos diversos autores recordaran a Dios y su experiencia religiosa en sus escritos. Las diferentes perspectivas otorgarían a sus escritos poca autoridad más allá de sus opiniones personales. En todo caso, solo transmitirían algo de autoridad humana. Pero la Biblia no es así. Sostiene que el autor principal es Dios. Dios se comunica mediante su Espíritu Santo con los autores de la Biblia, entregando el contenido que él considera que es importante que conozcamos. El Dios bíblico es un Dios que habla. Creó a los seres humanos con la capacidad de hablar e interpretar información verbal. Por lo tanto, utiliza el lenguaje para comunicarse con la humanidad. Estos mensajes divinos no se dan en un lenguaje celestial artificial que solo los ángeles entienden. Se dan en el mismo lenguaje de los escritores de la Biblia. También se dan con fines prácticos, para que el pueblo de Dios “sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:17). Por lo tanto, los libros bíblicos en su conjunto se llaman acertadamente las “santas Escrituras” (Rom. 1:2; 2 Tim. 3:15).

De este modo, la autoridad de la Escritura es sinónimo de la autoridad de Dios, que habla mediante la Escritura. Para que la Biblia cumpla su papel divinamente previsto en nuestra vida personal, así como en la vida de la iglesia, debemos asumir seriamente sus orígenes divinos. También significa que debemos prestar atención a toda la Escritura, tal como está escrita.

Si excluimos algunas partes de la Escritura porque supuestamente no son inspiradas y, por lo tanto, meramente humanas, no tenemos más que una autoridad selectiva de la Biblia. En lugar de colocarnos por encima de las Escrituras y juzgar las Escrituras, debemos ser sumisos a las Escrituras, permitiendo así que ellas nos juzguen.

En 1 Tesalonicenses 2:13 aprendemos algo importante acerca de la actitud con que los creyentes de Tesalónica recibieron la Palabra de Dios. Lee 1 Tesalonicenses 2:13 y reflexiona en cómo los creyentes de Tesalónica recibieron la Palabra de Dios. Su manera de aceptar la Escritura ¿qué nos dice en cuanto a cómo debemos recibir el mensaje bíblico al leerlo o escucharlo?

Texto bíblico

Vemos la revelación más sublime y más explícita de Dios en la encarnación de su hijo Jesucristo. Adicionalmente, la forma más eficaz y más ampliamente utilizada de revelación divina es cuando Dios habla. En la Biblia encontramos referencias constantes al Dios que habla. Sus portavoces, los profetas, reciben su Palabra. Las diversas frases como la “palabra de Jehová”, “así dice Jehová” o la “palabra que habló Jehová” dan testimonio de este hecho. Cuando Dios habla, se produce la Palabra de Jehová y esta finalmente termina plasmada en un documento escrito. La redacción de la Palabra de Dios también es resultado de la iniciativa de Dios (ver Éxo. 17:14; 24:4; Jos. 24:26; y otros).

¿Cuál es el propósito de la revelación escrita de Dios? Es un punto de referencia constante para su pueblo. Permite que el pueblo de Dios lo escuche de manera continua y que esté atento para hacer lo que él dice (ver Deut. 30:9, 10). Un documento escrito puede conservarse mejor y de manera más confiable que un mensaje oral. Un texto escrito tiene mayor permanencia que la palabra oral. Un documento escrito puede copiarse y multiplicarse y, por lo tanto, ponerse a disposición de muchas más personas que cualquier mensaje oral, y en muchos lugares diferentes. También está disponible a través del tiempo y puede ser una bendición para lectores y oyentes de muchas generaciones posteriores. Como registro escrito permanente, sigue siendo una norma para la veracidad del mensaje bíblico a lo largo de los siglos.

Si bien es cierto que Dios inspira pensamientos en los escritores bíblicos, no sabríamos nada acerca de estos pensamientos si no se hubieran comunicado a través de palabras, es decir, en lenguaje humano. Solo las palabras nos dan acceso a los pensamientos. Por lo tanto, el proceso de inspiración abarca los pensamientos, así como el producto final de esos pensamientos: las palabras escritas de las Escrituras. “En gran medida, es innecesaria la disyuntiva de si la inspiración debería atribuírsele a los escritores inspirados o a los libros escritos por ellos. Es evidente que el principal locus de inspiración está en las personas. El Espíritu Santo impresionó a las personas para que hablaran o escribieran; sin embargo, lo que ellas dijeron o escribieron era la palabra inspirada de Dios” (P. M. van Bemmelen, “Revelación e inspiración”, p. 46). Por ende, el apóstol Pablo pudo escribir: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16, énfasis añadido).

Ilustración

Existe un paralelismo entre el Verbo de Dios hecho carne (es decir, Jesucristo), y la Palabra escrita de Dios (es decir, la Escritura). Así como Jesús fue concebido sobrenaturalmente por el Espíritu Santo, pero nació de una mujer en este mundo, también la Biblia tiene al Espíritu Santo como su autor principal, pero fue redactada por escritores humanos.

Jesucristo se hizo carne en un momento y lugar específicos (es decir, nació en Belén, no en Nueva York, Tokio ni Nairobi; se bautizó en el río Jordán, no en el Mississippi, el Nilo ni el Ganges). Sin embargo, este hecho en particular no anuló su divinidad, ni tampoco hizo que Jesús fuese relativo históricamente. Él es el único Redentor para todas las personas de todo el mundo y de todas las épocas. Igualmente, los libros de la Biblia también se dieron en un momento específico y en una cultura determinada. Pero al igual que Jesús, esta transmisión no hace que la Biblia esté condicionada al tiempo ni que sea relativa. La Biblia es para todas las personas de todo el mundo hasta el fin del tiempo.

Jesús se hizo humano y vivió como un ser humano real con todos los indicios de las enfermedades humanas. Sin embargo, él era sin pecado. De igual modo, el lenguaje de la Biblia es el lenguaje humano con todas sus limitaciones, no un lenguaje celestial perfecto. Sin embargo, ¡lo que la Biblia afirma es confiable, no engañoso!

Cuando Jesús vivió en esta Tierra, quería que lo aceptaran por quien realmente era: el Hijo del Dios divino. Asimismo, Dios no quiere que leamos la Biblia como un libro más. Él quiere que la aceptemos por lo que realmente es: la Palabra escrita de Dios. Como tal, la Biblia conlleva una autoridad innata que va más allá de cualquier sabiduría humana. Esta autoridad distingue a la Biblia como la única norma de Dios para toda doctrina y experiencia religiosa.

Por supuesto, Jesucristo y la Biblia no son idénticos. Hay diferencias importantes. La Biblia no es una encarnación de Dios. Dios no se hizo libro. Nosotros no adoramos a un libro. Adoramos al Salvador que se proclama en la Biblia. Pero sin la Biblia, no sabríamos mucho sobre Jesús. A la Biblia, sin Jesús, le faltaría el mensaje más importante. Pero sin la Biblia no sabríamos que Jesús es el Mesías prometido. No podríamos aceptarlo como el Salvador prometido. Estaríamos perdidos. Por lo tanto, la Biblia es fundamental e indispensable para nuestra fe.

Texto bíblico

Las Escrituras son fundamentales para nuestra fe, pero además debemos acercarnos a la Biblia con fe, si queremos ser justos con su naturaleza divina. En Hebreos 11:6 leemos que “sin fe es imposible agradar a Dios”. El mensaje transformador de la Biblia no se discierne adecuadamente a una distancia crítica; debe aceptarse por fe y obedecerse con amor.

 

APLICACIÓN A LA VIDA

Saber que la Biblia tiene autoridad divina nos motiva para acercarnos a ella con respeto y amor. Nosotros no hablamos con frivolidad de aquello que amamos. La forma en que hablamos de la Biblia debería revelar nuestro profundo aprecio por la Palabra de Dios. Esta apreciación se hará evidente, no solo en la forma en que cargamos y sostenemos la Biblia, sino en cómo seguimos sus enseñanzas y las ponemos en práctica en nuestra vida. Nuestra actitud será de gratitud y fidelidad. Ser fiel a la Palabra escrita de Dios no es venerar un libro. Es más bien una expresión de nuestro amor por el Dios trino del que habla este libro. “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). La Biblia nos presenta al Dios viviente y nos ayuda a ser más semejantes a Jesús.

¿Cómo sería una actitud de gratitud y de fidelidad por la Escritura? ¿En qué difieren la autoridad de la Escritura y la de otros libros? ¿Cuándo te sientes tentado a no obedecer la Biblia debido a experiencias y sentimientos personales que te llevan en una dirección diferente? ¿Cómo puedes asumir una actitud de confianza?

Ser fiel a las Escrituras no es lo mismo que ser fiel a mis ideas preferidas de la Biblia. En este último caso, sería fiel solo a mí mismo. La fidelidad a las Escrituras más bien requiere una actitud abierta para permitir que la Biblia moldee y transforme mis pensamientos y acciones.

Radio Adventista
1 comment… add one
  • Gracias:
    Es un bonito mensaje y sigan adelante que ello nos alienta el espíritu para continuar estudiando la Palabra de DIOS. Atte. Ed. B. desde Quito – Rcuadoralseca

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