6. Crecer en Cristo (3T 2014—Enseñanzas de Jesús)
Textos bíblicos Juan 3:1–15; Mateo 13:33; 2 Corintios 5:17; Juan 15:4–10; Mateo 6:9–
13; Lucas 9:23, 24.
Citas
• El crecimiento espiritual consiste más en el crecimiento de la raíz, que no se
puede ver. Matthew Henry
• La religión de algunas personas me recuerda a un caballo de madera, tiene
movimiento pero no avanza. Rowland Hill
• El crecimiento no es producto del esfuerzo, sino de la vida. Augustus H. Strong
• Es mejor crecer en gracia que en dones. Thomas Watson
• Dios quiere que seamos victoriosos, no víctimas; que crezcamos, no que nos
arrastremos; que volemos, no que nos hundamos; que venzamos, no que estemos
abrumados. William A. Ward
• Cuando tengas necesidad de alimento espiritual, búscalo en las oportunidades
para servir a otros y hallarás abundancia de lo que buscas. Steve Maraboli
• Muchas personas son tan pobres que lo único que tienen es dinero. Cultiva tu
crecimiento espiritual. Rodolfo Costa
• No vale la pena vivir a menos que vivas para Aquél que te dio la vida. Anya vonderLuft
Para debatir
¿De qué manera crecemos en Cristo? ¿Qué sucede si no crecemos? ¿Es una
cuestión de desarrollo desde donde estamos o tenemos que empezar de cero? ¿Cómo
podemos explicar mejor la manera como se produce el crecimiento? ¿Cuáles son los
objetivos de crecimiento? ¿Debemos medir nuestro crecimiento espiritual? ¿Podemos
esforzarnos para crecer?
Resumen bíblico
La historia de Nicodemo nos muestra que no podemos crecer a partir de donde
estamos, que tenemos que ser transformados por completo. Hay una buena razón por la
que Jesús dice que tenemos que nacer de nuevo en Juan 3:1-15. La levadura fermenta
toda la masa para hacer que crezca (ver Mateo 13:33). “Cualquier persona que está en
Cristo es un nuevo ser, lo que era viejo se ha ido, ¡ha venido lo nuevo!” 2 Corintios 5:17
FBV. Sólo podemos crecer cuando estamos conectados con Jesús (ver Juan 15:4-10).
Jesús nos da ideas para la oración en Mateo 6:9-13. Debemos negarnos a nosotros
mismos y tomar nuestras respectivas cruces y seguirle (véase Lucas 9:23, 24).
Comentario
Jesús vino a mostrarnos cómo crecer, y crecer correctamente, pues no hay un
crecimiento que no sea bueno y que no vaya orientado hacia Dios. A pesar de que somos
esclavos del pecado, podemos ser transformados, podemos ser libres. Jesús dijo que había
venido para dar su vida en rescate por muchos (ver Marcos 10:45). A menudo los
teólogos se han quedado “estancados” en este versículo, preguntándose cuál era el precio,
qué moneda se utilizó, y a quién se paga. Este no es el punto de Jesús aquí. Él está
diciendo que la libertad no es gratuita, que le costó mucho. Los intentos por analizar la
transacción no son de utilidad, pues el enfoque está en un costo muy real pero intangible.
Así que cuando hablamos de ser rescatados, de ser liberados de la esclavitud del
pecado, estos son conceptos relacionales que se basan en Jesús y su amor que nos rescata.
Mediante el poder de Dios, no tenemos que seguir en nuestras vidas pecaminosas. Dios
nos puede volver a hacer y restaurarnos a su imagen. No solo se trata de un rescate de una
situación peligrosa, sino de la transformación de la curación de rebeldes enfermos por el
pecado para llegar a ser amigos fieles y sanos.
Aquí es donde entran los temas de la gran controversia. Somos parte de este
conflicto cósmico sobre la naturaleza y el carácter de Dios. No estamos luchando
solamente contra carne y sangre, sino “contra principados y potestades de las tinieblas.”
La promesa de Jesús es que no tengamos miedo porque él ha vencido al mundo. Por
tanto, nuestra función es la de descansar en Jesús y aferrarnos a él a medida que él obra
en nosotros para curar el daño del pecado y restaurarnos a una relación correcta con él.
Esto es lo que significa realmente “crecer en Cristo,” confiando en él para que nos
justifique y nos santifique, para que nos transforme de enemigos egoístas y pecaminosos
en amigos fieles y amorosos que entienden que los caminos de Dios se basan en pensar
en “los demás.”
Jesús vino al mundo para revelar a Dios, para salvar a la humanidad, para
demostrar la verdad, para refutar las acusaciones de Satanás, para demostrar la naturaleza
mortal del pecado, para mostrar una vida victoriosa, para afirmar la inmutabilidad de los
principios de Dios, para deshacer las obras del el Diablo, para mostrarnos el amor y la
maravillosa gracia de Dios… ¡y mucho más! Al desenmascarar al diablo y sus mentiras,
este “asesino desde el principio” que asesinó el carácter de Dios, Jesús responde a los
cargos en la gran controversia de manera que todo el universo pueda comprender que
Dios siempre ha estado diciendo la verdad, y es la fuente de toda bondad, amor, y
justicia.
Él nos da la oportunidad de participar de su victoria por medio de su gracia. Esta victoria
es la victoria sobre la muerte y el mal, sobre el dolor y la tristeza, sobre la naturaleza
pasajera de esta vida. A través de la victoria de Cristo tenemos acceso a la vida eterna.
Pero esta no es una victoria militarista. No fue ganada por la fuerza. Fue ganada
por el amor. Este es el aspecto más increíble de Dios, que aunque en realidad tiene el
poder de hacer lo que quiera, él decide no usar ese poder de una manera egoísta. Él
procura ganar a través de la invitación y la demostración, mostrando la gracia y la bondad
incluso al peor de sus enemigos.
Como resultado nosotros compartimos con él esta victoria del amor, y nunca más
podemos utilizar las viejas formas egoístas de coacción y la fuerza. Hemos sido liberados
de los resultados de nuestros pecados, en que no vamos a morir como una consecuencia
natural. Dios está sanando el daño hecho, él está trabajando para rehacer su imagen en
nosotros una vez más. Como el resumen de la doctrina dice: “estamos llamados a crecer a
la semejanza de su carácter.” No podemos hacer esto en nosotros mismos, el mismo Dios
es el que lo hace en nosotros y por nosotros. Al aceptar su gracia transformadora en
nuestras vidas, eligiendo cada día seguirlo e identificándonos con él en que lo correcto es
verdaderamente lo correcto y que eso es precisamente lo que queremos desesperadamente
para nosotros mismos. De esta manera, nuestras vidas se convierten en una experiencia
espiritual, porque Dios está en el centro de nuestros pensamientos y motivos a medida
que tratamos de seguirlo en todo lo que decimos y hacemos.
Comentarios de Elena de White
Puesto que la semilla sembrada produce una cosecha, y ésta a su vez es sembrada,
la cosecha se multiplica. Esta ley se cumple en nuestra relación con otros. Cada acto,
cada palabra, es una semilla que llevará fruto. Cada acto de bondad bien pensado, de
obediencia o de abnegación, se reproducirá en otros, y por medio de ellos, todavía en
otros, así como cada acto de envidia, malicia o disensión es una semilla que brotará en
“raíz de amargura”,9 con la cual muchos serán contaminados. ¡Y cuánto mayor será el
número de los envenenados por los “muchos”! Así prosigue la siembra del bien y del mal
para el tiempo y la eternidad. {Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 63}
Preparado y escrito por © Jonathan Gallagher 2014
Traducción: Shelly Barrios De Ávila