Jonathan Gallagher Leccion 2 – “Abraham, el primer misionero” – Sabado 11 de junio

Leccion 2. Abrahán: El primer misionero (3T 2015—Misioneros)

Textos bíblicos: Génesis 12:1–3; 14:8–24; Hebreos 11:8–19; Gálatas 3:6; Génesis 12:6,
7; 18:18, 19; Gálatas 3:6-8.

Citas
“Padre Abraham, ¿a quiénes tienes en el cielo? ¿Hay algunos episcopales?”
“¡No!”
“¿Presbiterianos?”
“¡No!”
“¿Algunos independientes o secesionistas, profesos de nuevas doctrinas o de doctrinas
antiguas, o algunos metodistas?”
“¡No! ¡No! ¡No!”
“¿A quién tienes ahí, entonces, padre Abraham?”
“¡Aquí no sabemos de nombres! Todos los que han venido son cristianos, creyentes en
Cristo, hombres que han vencido por la sangre del Cordero y la palabra de su
testimonio…”
“Entonces… Que Dios nos ayude a todos a olvidar nuestros nombres y a convertirnos en
cristianos por obra y verdad.” George Whitefield

Para debatir
¿Cómo podemos estar seguros de que Dios realmente quiere salvar en lugar de
destruir? ¿Qué nos dice la historia de Abraham al respecto? ¿Qué tan exitoso fue
Abraham como misionero? ¿Qué podemos aprender de estas experiencias? ¿Cómo
podemos verdaderamente ser misioneros de Dios, a menos que seamos primero sus
amigos, al igual que Abraham?

Resumen bíblico
La bendición de Abraham prometida por Dios se encuentra en Génesis 12: 1-3, y
su entrega de diezmo a Melquisedec se registra en Génesis 14: 8-24. Una historia
interesante, porque ¿quién es el misionero para quién? En Hebreos 11: 8-19 se hace
referencia a Abraham, tanto en relación con el nacimiento milagroso de Isaac y luego su
respuesta al llamado de sacrificar a este hijo de la promesa. Nuestra confianza en Dios
debe ser la de Abraham: “Es como Abraham que ‘creyó en Dios, y fue considero justo.’”
Gálatas 3: 6 FBV. Porque era a través de él que todas las naciones del mundo serían
bendecidas. Dios le dio la tierra y prometió a sus descendientes que se convertiría en una
gran nación (Génesis 12: 6, 7, 18:18, 19).

Comentario
En realidad, el primer misionero fue Dios, no Abraham: “Hablando a la serpiente,
Dios dijo: ‘Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; ella
te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Génesis 3:15 NVI. Esto mostraba
que al final habría un ganador en el conflicto, y fin para el pecado. Y en la misión de
Jesús, el “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo,” el conflicto de los
siglos tendría fin gracias a la demostración de su verdadero carácter de amor, en contraste
con las mentiras del diablo acerca de Dios.

Abraham sale de su casa y hace lo que Dios le dice, yéndose a la Tierra
Prometida. Aquí, él está destinado a ser el representante de Dios, y a pesar de algunos
errores, viene a ser el misionero de Dios para aquellos a quienes conoce. Él interactúa
con muchas otras personas, compartiendo con ellas su fe en el Dios verdadero.
Pero tal vez la más interesante es la interacción tiene que ver con un esfuerzo misionero
fracasado. Abraham tuvo muy poco éxito en Sodoma y Gomorra. Y Dios comienza la
conversación:

“Hay terribles acusaciones contra Sodoma y Gomorra, y su pecado es muy grande. Tengo
que bajar para saber si las acusaciones que he oído son verdaderas o no” (Génesis18: 20,
21 TEV). ¿Tiene que hacer esto Dios? ¿Acaso no sabía lo que estaban haciendo?
¿Entonces por qué le explica a Abraham que estaba “revisando las cosas”? Para beneficio
de Abraham. Así este amigo de confianza de Dios sabría que Dios estaba llevando las
cosas de manera correcta. Para hacerle saber lo que iba a suceder, a fin de que no se
malinterpretaran las acciones de Dios.

Eso es muy fácil de hacer. Basta con mirar alrededor y pensar: “No sé por qué
Dios hizo esto. Si yo fuera Dios, hubiera hecho las cosas de manera distinta.” ¿Por qué
Dios lo hizo así?” Tales preguntas podrían afectar nuestra confianza en Dios porque no
entendemos sus acciones, ya que no vemos sus razones, o sus motivos.
De modo que Dios prepara a Abraham. Este no es un acto que surge por capricho
divino, ni una acción arbitraria de algún dictador celestial. Dios quiere que Abraham vea
la causa y el efecto, y que él actúa respecto a la destrucción de Sodoma y Gomorra de la
manera en que siempre lo hace: por amor. Porque Dios sabe que Abraham tiene un
espíritu misionero, y no quiere que nadie se pierda.

Pero Abraham conoce a Sodoma y Gomorra. Él sabe lo que están haciendo. Pero
no se deleita en el castigo de los impíos (como algunos de nosotros). Abraham no está
frotándose las manos con regocijo y pidiendo estar allí para verlos recibir “lo que se
merecen.” Él no sabe si son malos del todo. Tal vez algunos todavía estén tratando de
tomar una decisión. Tal vez algunos todavía se arrepientan. Así es como comienza su
negociación con Dios, no pidiendo la destrucción de los que no van a cambiar, sino una
extensión de la misericordia para los que pueden hacerlo. Él pregunta, muy cortésmente y
con mucho tacto: “¿De verdad vas a destruir al inocente junto con el culpable?” (Génesis
18:23 NVI). Aunque está triste por la pérdida de los culpables, Abraham no suplica por
su vida. Él sabe que cada individuo tiene libertad de elección, y al final es el responsable
de los resultados de sus propias decisiones. No. Abraham se preocupa por los que pueden
ser inocentes, y como no es capaz de juzgar los corazones (algo que todos debemos
recordar), él no sabe si esta terrible destrucción pueda destruir a los que no son culpables.
Pero detrás de la pregunta hay una idea mucho más significativa: ¿Puede Dios (si
es como él dice) destruir al inocente con el impío? ¿Cuál diría una acción como esa de la
naturaleza de Dios? ¿Puede darse el lujo de perder unos hijos inocentes con el fin de que
la mayoría de los hijos malos reciban su merecido? ¿Todavía seguiría siendo Dios?
Así que Abraham expone su caso hipotético. “Quizá haya cincuenta justos en la
ciudad. ¿Exterminarás a todos, y no perdonarás a ese lugar por amor a los cincuenta
justos que allí hay?” (Gen 18:24 NVI). Cincuenta es (al menos a los ojos de Abraham)
una cifra lo suficientemente grande, incluso aunque tal vez se haya preguntado si en
realidad había cincuenta personas inocentes en la ciudad. ¿Qué pasaría con la verdad y la
razón si Dios ordenase la ejecución de cincuenta personas inocentes? ¿Qué sucedería
incluso en nuestro sistema de justicia corrupto si un juez condenara injustamente a la
muerte a cincuenta personas?

Pero Abraham revela mucho más de su comprensión de Dios en lo que dice a
continuación: “¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que
ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! (Génesis 18:25 NVI).
¿Nos imaginamos hablando con Dios de tal manera? “¡Dios, no puedes hacer eso! Es
imposible.” Decirle a Dios lo que puede y no puede hacer. Seguramente sólo podemos
hacerlo si somos realmente buenos amigos de Dios. Nosotros solo tomamos “consejos”
así de los amigos, e incluso así es fácil ofenderse.
¿Se ofendió a Dios? He aquí un simple mortal impugnando su decisión divina.
¿Envió un trueno como respuesta, diciendo “cómo te atreves a cuestionar mis decisiones?
¿Sabes con quién estás hablando?” ¿O como la Reina de Corazones en Alicia en el País
de las Maravillas, gritó en respuesta: ‘¡Corten su cabeza!?’
No, por supuesto que no. Dios no es así. Abraham sabía con quién estaba
hablando. Y sabía que Dios no podía destruir a los inocentes, aun cuando sólo hubiera
unos “pocos” de ellos. Él sabía que “El juez de toda la tierra tiene que actuar con
justicia.” (Génesis 18:25). Así que hace que los “pocos” sean aún menos, llevando la
cifra diez, al final. Porque Abraham puede pensar que sus familiares en Sodoma pueden
ascender a esa cifra. Y aun el Señor acepta el argumento de Abraham. “No la destruiré, si
hay diez.” (v.32).
Entonces, ¿qué dice esto de Dios y Abraham, y su perspectiva misionera?
1. A Dios no le preocupa que le hagan preguntas. De hecho, él se alegró de que
Abraham hubiera hablado sobre el asunto con él, para mostrarle a Abraham lo que
estaba pensando. Y la forma en que Abraham hizo la pregunta demostró que no se
trataba de una pregunta ociosa, porque Abraham estaba preocupado acerca de
Dios y su reputación.
2. Dios quería responder a las preguntas de Abraham. A los ojos de Abraham, el
plan propuesto por Dios era discutible porque no tenía conocimiento de los
hechos. Pero Dios conocía los hechos, y los compartió con Abraham. En esas
ciudades llenas de pecado no quedaban personas inocentes. Y antes de que fueran
destruidos, quería que su amigo lo supiera.
Podemos probar a Dios por lo que dice que es. Abraham sabía cómo era Dios, y en
consecuencia quedó horrorizado por en plan de la destrucción de las ciudades. Pero Dios
demostró que él era realmente un Dios de amor, y no permitiría que ninguno que no se
hubiera apartado de él fuera destruido. En esto tenemos una idea clara de la forma en que
Dios trata con los impíos. Sólo cuando no hay otra alternativa, Dios no da un paso para
terminarlo todo, y aun así su justicia está controlada por su misericordia, porque Dios “no
quiere que nadie se pierda, sino que todos lleguen a arrepentirse” 2 Pedro 3: 9. FBV.

Comentarios de Elena de White
Con profunda reverencia y humildad rogó: “He aquí ahora que he comenzado a
hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza.” En su súplica no había confianza en sí
mismo, ni jactancia de su propia justicia. No pidió un favor basado en su obediencia, o en
los sacrificios que había hecho en cumplimiento de la voluntad de Dios. Siendo él mismo
pecador, intercedió en favor de los pecadores. Semejante espíritu deben tener todos los
que se acercan a Dios. Abrahán manifestó la confianza de un niño que suplica a un padre
a quien ama. {Historia de los Patriarcas y Profetas, p. 134}
El amor hacia las almas a punto de perecer inspiraba las oraciones de Abrahán.
Aunque detestaba los pecados de aquella ciudad corrompida, deseaba que los pecadores
pudieran salvarse. Su profundo interés por Sodoma demuestra la ansiedad que debemos
experimentar por los impíos. Debemos sentir odio hacia el pecado, y compasión y amor
hacia el pecador. {Historia de los Patriarcas y Profetas, p. 135}

escuela sabatica jonathan gallagherPreparado y escrito por:  © Jonathan Gallagher 2015
Traducción: Shelly Barrios De Ávila

Radio Adventista
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