Esta semana se examinaron dos ejemplos de personas que necesitan descanso. Uno en el Nuevo Testamento (el paralítico llevado a Jesús a través del tejado de una casa) y otro en el Antiguo Testamento (cuando Elías huyó de la reina Jezabel, tras su experiencia en el Monte Carmelo).
Nosotros también necesitamos el descanso y la curación de Dios por diversas razones. Muchos de los milagros de curación de Jesús fueron muy destacados, como los que curó de lepra o ceguera. Pero había otro tipo de enfermedad de la que Jesús era muy consciente. Leía los corazones de las almas afligidas por el pecado y se aseguraba de atender también sus necesidades espirituales y emocionales con el perdón y el estímulo para crecer.
Texto de memoria: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fuerza de mi vida; ¿de quién tendré miedo?” Salmo 27:1 RVR
El miedo nos hace perder la fuerza, pero Dios tiene la respuesta. Él es nuestra fuerza. No tenemos que temer cuando Él está a nuestro lado. Su luz nos guía fuera de nuestros pensamientos y sentimientos perturbadores que tienen la capacidad de cansarnos y paralizarnos mental y emocionalmente.
Las dos personas de nuestra lección de esta semana sentían esa debilidad. La culpa del paralítico había causado su sufrimiento, tanto como su condición física le había impedido tener cualquier tipo de movilidad o independencia. Elías, por otro lado, había disfrutado de numerosas victorias espirituales y estaba sirviendo bien a Dios. Su debilidad provenía de los acontecimientos traumáticos y emocionalmente agotadores que terminaron con una amenaza de muerte por parte de la reina.