Escuela Sabática Texas USA Lección 3: Por siglos perpetuos – Sábado 17 de Abril de 2021

Sólo un versículo -Génesis 6:9- nos ofrece una imagen brillante de Noé. Sí, halló gracia a los ojos de Dios (Génesis 6:8), y he aquí la razón:

Era un hombre justo o recto. Hizo siempre lo correcto, lo amoroso. Tomó buenas decisiones.
Era irreprochable. No había nada que tú o Dios pudieran reprocharle. Y no era su naturaleza culpar a otros.
Caminaba con Dios y estaba tan cerca de Él como era posible. Escuchaba y hablaba con Dios. Tenía una vida de oración sana.

No es de extrañar que Dios eligiera a Noé para salvarle cuando el devastador diluvio iba a destruir toda la vida en la tierra. Noé era alguien en quien Dios podía confiar, porque había demostrado un comportamiento recto, en contraste con todos los que lo rodeaban. Noé también confiaba en Dios. Reconoció que Dios estaba lleno de gracia amorosa. Su carácter de amor había tenido un impacto en la vida de Noé, incluso con todo el mundo a su alrededor siendo tan malvado.

¿Había pecado Noé en algún momento de su vida? Sin duda, porque era humano. Como todos nosotros, tenía sus defectos y cometía errores, pero también se tomaba en serio lo de seguir a Dios. La definición de gracia es el favor inmerecido. Noé no se había ganado la gracia de Dios. Pero la había buscado, y Dios recompensó sus esfuerzos por conocerlo.

El primer indicio de un pacto en Génesis 3:15 decía que Dios pondría enemistad entre Satanás y la mujer (simbolizada por la iglesia de Dios, sus fieles). Ahora, en esta primera mención de un pacto con Noé, Él lo llama MI pacto (Génesis 6:18). Esto nos dice que Dios es el que inicia el acuerdo. Él es el origen de la gracia que hace posible todo el pacto. Y siempre es una gracia salvadora. En este caso, Noé y su familia son salvados del gran diluvio que devastaría la tierra.

Una analogía de esta situación sería la de un hombre que cae por la borda de un barco en un mar tormentoso. Una persona solidaria le lanza un salvavidas. Pero la persona que se ahoga debe agarrar el salvavidas para que le sirva de algo. Por eso Noé tuvo que seguir las instrucciones de Dios para construir el arca, predicar la advertencia de Dios durante 120 años y entrar en el arca en el momento especificado. Su salvación dependía de agarrar el “salvavidas”, o pacto, que Dios les extendería.

En esta analogía, podríamos preguntarnos por qué no se tiró al agua de la tormenta para salvar a la persona, en lugar de lanzarle un dispositivo de flotación. Quizá la respuesta esté en el hecho de que Dios no era su igual.

Más tarde, cuando Dios tomó carne humana y vino en la forma del Mesías, podemos ver más fácilmente que esto sucede. Jesús se sumergió en el agua, a pesar del peligro, para salvarnos cuando soportó la cruel cruz. Sin embargo, debemos permitirle que nos ponga a salvo. No debemos luchar contra la mano que se extiende para sacarnos del mar tormentoso.

Radio Adventista
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