Se nos dice quiénes son los más atraídos por Dios. Isaías 66:2, 5 indica que los que son humildes y glorifican a Dios son los benditos, que sobreviven a la limpieza de la tierra por el fuego. Son los que “tiemblan ante su palabra”.
Tenga en cuenta que nelo sólo temblamos cuando tenemos miedo. Otras emociones desencadenan esta reacción. La ira puede hacernos temblar. Incluso el amor o cualquier emoción fuerte puede hacernos sentir esta respuesta física.
Aquellos que simplemente pasan por los movimientos de la adoración no disfrutarán de las bendiciones completas de los elegidos de Dios. Es algo que debe sentirse profundamente. La experiencia debe infiltrarse en nuestro ser más íntimo.
Cuando esto sucede, nos sentimos atraídos por Dios de una manera especial (Isaías 66:18). Esto incluye a todas las naciones. Los gentiles reciben una señal de la aprobación de Dios por parte de los que son enviados a predicar la palabra de Dios también a ellos (Isaías 66:19).
Este pasaje de Isaías está repleto de nuevas ideas sobre las ofrendas y sobre quién está llamado a dirigir al pueblo de Dios. En primer lugar, el tema de nuestro alcance misionero es y siempre ha sido declarar la gloria de Dios entre los gentiles (Isaías 66:19). A los misioneros se les dice que vayan hasta los confines de la tierra y lleguen a los que no han visto su gloria. Era parte de la gran comisión de Jesús (Mateo 28:19, 20).
Isaías 66:20 dice que debían traer a sus hermanos como ofrenda a Dios. Estas “ofrendas del pueblo” son un recordatorio de cómo podemos y debemos entregarnos a Dios. Los levitas eran, en cierto sentido, ofrecidos a Dios para el servicio. Y Pablo dice que debemos ofrecer nuestros cuerpos como un sacrificio vivo (Romanos 12:1).