Escuela Sabática Texas USA Lección 12: La fe del pacto – Sábado 19 de Junio de 2021

Cuando Pedro habla de la muerte expiatoria de Cristo en la cruz, la idea de “rescate” o precio a la que se refiere nos recuerda la antigua práctica de que un esclavo era liberado de su esclavitud después de haber pagado un precio (a menudo por un familiar). En cambio, Cristo nos rescató de la esclavitud del pecado y de su fruto final, que es la muerte, pero lo hizo con su “sangre preciosa”, su muerte sustitutiva y voluntaria en el Calvario. Una vez más, este es el fundamento de todos los pactos: sin él, el pacto se vuelve nulo, porque Dios no podría haber cumplido justamente su parte del trato, que es el don de la vida eterna otorgado a todos los que creen.

Busque los siguientes versículos: Rom. 6:23, 1 Juan 5:11, 13. ¿Qué mensaje tienen en común todos ellos?

Tenemos esta promesa de vida eterna, porque sólo Jesús pudo reparar esa brecha que primero nos hizo perder esa vida eterna. ¿Cómo? Porque sólo la justicia y el valor infinito del Creador podían cancelar la deuda que teníamos con la ley quebrantada; así de amplia era la brecha causada por el pecado. Después de todo, ¿qué diría sobre la seriedad de la ley moral eterna de Dios si algún ser finito, temporal y creado pudiera pagar la pena por violarla? Sólo Alguien que es igual a Dios mismo, en quien la vida existía sin préstamo y sin vida y eterna, podría haber pagado el rescate requerido para liberarnos de la deuda contraída con la ley. Así es como se cumplen todas las promesas del pacto; así es como tenemos la promesa de la vida eterna, incluso ahora; así es como hemos sido rescatados del pecado y de la muerte.

Imagina que el hijo de alguien, en un museo de arte, lanza un globo lleno de tinta sobre un cuadro de Rembrandt y lo arruina por completo. El cuadro vale millones; los padres, aunque vendieran todo lo que poseen, no podrían acercarse a pagar la deuda contraída. ¿En qué sentido esta imagen nos ayuda a comprender la gravedad de la brecha que ha causado el pecado, lo impotentes que somos para arreglarla y por qué sólo el Señor mismo podría pagar la deuda?

Este versículo sigue siendo una de las afirmaciones más profundas de toda la Escritura. Ayuda a establecer la verdad crucial de la religión bíblica, la de la justificación sólo por la fe, y lo hace mucho siglos antes de que Pablo escribiera sobre ello en Romanos. Todo ello ayuda a probar el punto de que desde el Edén en adelante, la salvación siempre vino de la misma manera.

El contexto inmediato del versículo nos ayuda a comprender lo grande que fue la fe de Abram, que creyó en la promesa de Dios de tener un hijo a pesar de todas las pruebas físicas que parecían hacer imposible esa promesa. Es el tipo de fe que se da cuenta de su propia impotencia, el tipo de fe que exige una entrega total de sí mismo, el tipo de fe que requiere una sumisión total al Señor, el tipo de fe que da lugar a la obediencia. Esta fue la fe de Abram, y le fue contada “como justicia”.

¿Por qué dice la Biblia que le fue “contada” o “acreditada” como justicia? ¿Era Abram mismo “justo” en el sentido de la justicia de Dios? ¿Qué hizo, poco después de que Dios lo declarara justo, que nos ayude a entender por qué se le acreditó esta justicia, en contraposición a lo que él mismo era en realidad?

Por mucho que la vida de Abram fuera una vida de fe y obediencia, no fue una vida de fe perfecta y obediencia perfecta. A veces mostró debilidad en ambas áreas. Todo esto nos lleva al punto crucial, y es que la justicia que nos salva es una justicia que se nos acredita, una justicia que se nos imputa (para usar un término teológico elegante). Esto significa que somos declarados justos a los ojos de Dios, a pesar de nuestras faltas; significa que el Dios del cielo nos considera justos aunque no lo seamos. Esto es lo que hizo con Abram, y esto es lo que hará con todos los que vengan a Él con “la fe de Abraham” (Rom. 4:16).

Radio Adventista
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