Además del profeta Jeremías, Oseas y Ezequiel también hablaron de la participación del corazón en el proceso de la alianza. Oseas utilizó la relación matrimonial para señalar el amor que revela la alianza y cómo llegamos a “conocer” a Dios a través de esta relación estrecha y pactada (Oseas 2:18-20). Ezequiel habló repetidamente de que Dios nos da un corazón y un espíritu nuevos, convirtiéndolo en un corazón de carne y no de piedra (Ezequiel 11:19, 18:31, 36:26).
Esta experiencia de un nuevo corazón es el fundamento del nuevo pacto del que hablaba Jeremías. Y Dios está más que dispuesto a impartirnos ese nuevo corazón, cuando lo elegimos como nuestro Señor y Salvador.
Algunos han tratado de señalar las diferencias entre el antiguo y el nuevo pacto. Los dispensacionalistas afirman que, anteriormente, la salvación se ganaba por obras, pero el nuevo pacto es sólo por gracia. Algunos también piensan que el antiguo pacto era sólo para los judíos, pero el nuevo pacto es también para los gentiles.
Sin embargo, ambas suposiciones no son totalmente correctas. La gracia de Dios es una característica eterna de su carácter. La humanidad ha sentido la gracia de Dios desde el mismo día en que Adán y Eva pecaron y Dios fue a buscarlos al Jardín. La gracia fue mencionada específicamente en la historia de Noé… “Pero Noé halló gracia a los ojos del Señor”. Génesis 6:8. La salvación siempre ha sido y será un producto de la gracia eterna de Dios para sus seres creados.
Asimismo, Dios dejó claro que los hijos de Abraham serían una nación que bendeciría a todas las naciones de su entorno. Su misión era alcanzar a otros fuera de Israel con el mensaje del evangelio de la gracia salvadora. No hay nada nuevo en el hecho de que Dios provea las bendiciones del pacto a los gentiles que eligieron seguir a Dios. Dios siempre ha animado a sus seguidores a compartir la oportunidad de una relación de pacto.