El libro del Génesis nos deja con la idea de que el pueblo de Dios se encuentra en una posición cómoda y próspera, incluso después de la muerte de Jacob y José. Nuestro texto de memoria afirma que tenían posesiones, y que crecían y se multiplicaban en número (Génesis 47:27).
Muchas veces pensamos que nuestro tiempo de prueba llega cuando estamos experimentando dificultades y pruebas. Nos preguntamos si nuestra fe puede soportar grandes pérdidas personales y familiares que a menudo tienden a arrastrarnos espiritualmente y en todos los demás aspectos.
Pero la fe puede estar en peligro incluso cuando estamos en el momento más próspero y cómodo de nuestras vidas. Jesús reconoció este peligro cuando señaló que es más difícil que un rico llegue al cielo que un camello pase por el ojo de una aguja (Mateo 19:24).
El orgullo es una prueba constante para la humanidad, especialmente cuando tenemos señales de nuestros logros a nuestro alrededor. Nuestra única seguridad es recordar que toda la riqueza del mundo no se compara con lo que Dios nos prepara en el cielo.
Todos somos peregrinos y forasteros aquí y nuestra vida es corta. Tengamos siempre presente lo que es verdaderamente valioso, y eso es nuestra conexión con el Dios del universo.
