El primer versículo de este capítulo afirma que estas bendiciones pertenecen a “los últimos días” (Génesis 49:1). Lo más probable es que esto se refiera a la venida del Mesías, ya sea su primera venida en la carne, o su segunda venida en las nubes con todos sus ángeles.
Hay que tener en cuenta que las predicciones de Jacob son sólo eso. La descripción del carácter de sus hijos y lo que eso significará para sus descendientes no hace que tengan esos destinos. Dios valora demasiado nuestra libertad de elección como para encerrar nuestras vidas en su modelo establecido. Vamos allí por nuestra propia voluntad. Lo que ocurre es que Él sabe adónde iremos.
El lenguaje de estas bendiciones parece vago, pero en retrospectiva uno puede ver su cumplimiento cuando las tribus de los hermanos se establecieron en Canaán cientos de años después. Las palabras pronunciadas sobre Judá son especialmente reveladoras por su acertada previsión de que el Mesías será el “León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5:5).
La muerte de Jacob y, posteriormente, la de José, podría haber borrado toda esperanza para los entristecidos hermanos y familiares que quedaron atrás. Pero sus peticiones moribundas de que sus huesos fuesen enterrados en la tierra de Canaán, señalaban el lugar en el que debía plantarse su esperanza.
La plena posesión de la Tierra Prometida debía ser su destino final. José se aseguró de que el cuerpo embalsamado de su padre fuera colocado con ternura exactamente donde el patriarca moribundo había designado: en la cueva cercana a Mamre, donde sus antepasados ya dormían, esperando también las promesas de la alianza.
Los hermanos se inquietaron tras el fallecimiento de su padre Jacob, temiendo que José les devolviera ahora las ofensas que le habían hecho en el pasado. José les aseguró una vez más su interés por su bienestar. Señaló a Dios como el que había dispuesto que él estuviera en condiciones de preservarlos durante la hambruna. Aparentemente, José no tenía más que perdón para sus hermanos, y sus temores se calmaron.
Hebreos 11:22 resume la última petición de José. “Por la fe, José, cuando estaba muriendo, hizo mención de la partida de los hijos de Israel, y dio instrucciones sobre sus huesos”. Ninguno de ellos sabía cuántos largos años precederían a que pudieran cumplir sus últimos deseos.