Jesús le dijo a toda la gente que seguir a Dios tenía un costo. Pero su vida de abnegación valdría la pena al final. Nadie debería querer las cosas de este mundo, si eso le hace perder el reino de Dios (Marcos 8:34-38). En esencia, si se avergonzaran del Hijo de Dios en esta tierra, Dios Padre se avergonzaría de ellos en el cielo.
Escuchar estas palabras realmente debe haber perturbado a los discípulos, porque Jesús previamente les había explicado en privado cuál sería el costo para su Maestro. Les dijo claramente que sufriría mucho e incluso moriría a manos de los ancianos religiosos. Pero para infundir esperanza en la situación, declaró que resucitaría de entre los muertos al tercer día (Marcos 8:31 y Mateo 16:21).
Pedro regañó a Jesús después de hacer tal predicción. Le dijo al Señor que cosas tan terribles no deberían sucederle. Pero Jesús volvió la reprensión contra Pedro, diciendo: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque no os preocupáis de las cosas de Dios, sino de las de los hombres”. Véase Marcos 8:32-33 y Mateo 16:22-23.
