El ciego que Jesús sanó en Betsaida fue un milagro que sólo se encuentra en Marcos 8:22-26. También es único porque fue el único que requirió dos acciones por parte de Jesús. Cuando el ciego no vio con suficiente claridad con el primer toque de Jesús, Jesús lo tocó nuevamente y solo entonces le recuperó completamente la vista.
Quizás Marcos quería que supiéramos que nuestra comprensión de la misión de Jesús a menudo requiere múltiples ajustes, “toques de Jesús”, tal como sucedió con sus discípulos en aquel entonces. Él no se da por vencido con nosotros fácilmente.
Poco después de esto, Jesús preguntó en privado a sus discípulos quién pensaba la gente que era Él. Se compartieron varias opiniones, pero cuando se les preguntó quién pensaban personalmente que era Él, Pedro fue el más rápido en responder que Él era el Cristo, una traducción hebrea de la palabra Mesías. Ver Marcos 8:27-30.
Así como el ciego que fue sanado antes, Jesús ordenó a sus discípulos que guardaran silencio sobre su identidad. Aunque el significado de esta directiva es un poco confuso, las personas que afirmaban ser el Mesías en ese momento llevaban un mensaje político peligroso. Jesús necesitaba más tiempo para cumplir su misión sin ser acusado demasiado pronto de derrocar al gobierno romano.
