El poder es algo que tendemos a admirar, pero el poder de Dios es excepcional, porque se manifiesta de manera que beneficie a todos los involucrados. Nunca deja de entregar justicia de la manera más misericordiosa y oportuna (Zephanías 3: 5).
Cuando Moisés le pidió a Dios que le mostrara su gloria (o poder), Dios cumplió al dejar que su ‘bondad pasara antes’ (Éxodo 33: 18-19). Podemos confiar en que la bondad de Dios no nos fallará.
Refiriéndose a Dios como una roca testifica la bondad y la justicia inmutables que sabemos que Dios tiene (Deuteronomio 32: 4 y el Salmo 92:15). Su naturaleza amorosa no solo nos atrae a él, sino que nos alienta y faculta para permanecer firmes en nuestro compromiso de ser seguidores justos de Dios.