Jesús les hizo evidente a los escribas y fariseos que Dios estaba mucho más interesado en la condición de sus corazones internos que en la inmundicia exterior con la que podían entrar en contacto al tocar algo inmundo. En otras palabras, sus tradiciones exteriores no eran capaces de limpiar lo que había en el interior, donde se forma nuestro carácter.
De hecho, sus siglos de exigentes rituales sin base en las Escrituras en realidad estaban haciendo que fuera más difícil para las personas ser salvas. Al centrarse en la inmundicia de las cosas y las personas que los rodeaban, era mucho menos probable que vieran las actitudes duras y orgullosas que motivaban sus prácticas religiosas prescritas.
Las palabras de Jesús en Marcos 7:15 de que “no hay nada que entre en el hombre desde fuera que pueda contaminarlo” no toleraban el consumo de animales inmundos como algunos han afirmado. Ese requisito de salud tiene base bíblica en Levítico 11 y debe observarse. Pero las muchas capas de tradiciones rituales que los rabinos habían añadido a la ley de Moisés no los acercaban a Dios. En cambio, los estaban alejando más.
