Moisés debía de saber que su vida estaba llegando a su fin, a medida que se acercaban a la Tierra Prometida, tras los cuarenta años de peregrinación por el desierto que les habían sido asignados. Sus sermones de despedida están recogidos en el libro del Deuteronomio, llamado “Libro del Recuerdo”. Aconseja fervientemente a los israelitas que obedezcan a Dios y disfruten de las bendiciones que Él les proporciona como resultado de su fidelidad.
En el Deuteronomio se repasa la alianza de Dios, incluidos los elevados Diez Mandamientos que se recibieron en el monte Sinaí (Deuteronomio 5:6-21). Moisés recalcó que los mandamientos de Dios no estaban más allá de su capacidad de obedecerlos (Deuteronomio 30:11, 14). Debían obedecerlos diligentemente, con amor motivando sus acciones (Deuteronomio 6:5).
Sin embargo, si no cumplían con Sus requisitos, Moisés les advertía que sufrirían consecuencias muy duras. Estas maldiciones, como se las llama, también estaban especificadas, dejándoles sin excusa para ignorar los preceptos de Dios. Pronto experimentarían los resultados de su desobediencia, si no elegían el camino de salvación de Dios.
El libro de los Proverbios, que nos ofrece muchos dichos sabios, esboza las muchas maneras en que honramos a Dios para ser sabios. Un refrán repetido en estos dichos es la necesidad de honrar a Dios con nuestras primicias.
Dar a Dios lo mejor que tenemos, y hacerlo antes que cualquier otra cosa, es la mejor manera de honrar a Dios con nuestros dones. Darle el remanente de nuestro aumento, las sobras, no será suficiente para honrar a Dios de la manera que Él merece.
La razón por la que esto es verdad es porque darle a Dios lo mejor y hacerlo primero es un acto de fe. No sólo muestra que estamos agradecidos, sino que confiamos en que Él continuará bendiciéndonos con provisiones adecuadas. Proverbios 3:10 nos dice que si lo ponemos a Él primero, nuestros “graneros se llenarán de abundancia”.
Las dificultades pueden llegar, pero Dios tiene maneras de ayudarnos a superar la adversidad, si ponemos nuestra fe en Sus brazos amorosos. Isaías 26:3 confirma esto diciendo: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado”.
El profeta Malaquías utilizó una serie de preguntas y respuestas interesantes para abordar los muchos problemas que tenían los israelitas en aquella época. Una de esas preguntas tenía que ver con robar a Dios (Malaquías 3:8). El Octavo Mandamiento nos dice que no robemos. ¿Podría eso incluir robar a Dios? Naturalmente, querían saber la respuesta a esta intrigante pregunta.
Malaquías recuerda a sus compañeros la naturaleza de “dar y recibir” del contrato que tenemos con Dios. Una de las formas de mostrar nuestra fe en Él es devolviendo la décima parte de nuestros ingresos a su almacén. Hacer esto fielmente, con un corazón amoroso y agradecido, permite a Dios derramar abundantes bendiciones sobre nosotros a cambio.
El excedente que Él provee de nuestro diezmo fiel nos permite ayudar a otros aún más, haciéndonos una bendición para ellos también. Estas transacciones nos convierten en socios de Dios, permitiendo que el reino de Dios se experimente de una manera que de otro modo no sería posible.