Los profetas a lo largo de la Escritura han enfatizado la importancia de nuestra elección de servir a Dios. Nuestra elección puede tener como resultado bendiciones o maldiciones. En otras palabras, hay consecuencias buenas y malas para casi todo lo que hacemos aquí en la tierra. Moisés lo dijo claramente en Deuteronomio 30:19. “…He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”. Y, por supuesto, sabemos que Jesús es la “vida” que debemos elegir (Juan 14:6).
Jesús va más allá, sin embargo, al recordarnos que debemos hacer esa elección de servir a Dios antes que cualquier otra cosa (Mateo 6:33). Aunque hay mucho de qué preocuparse en este mundo, ya sea por nuestro propio bienestar o por el de aquellos a quienes queremos, es especialmente importante poner a Dios en primer lugar en todas nuestras elecciones, en todo lo que hacemos o decimos (1 Corintios 10:31).
Buscar a Dios en primer lugar, hacer de Él la primera prioridad de nuestra vida, es primordial para encontrar la paz y la alegría que Él ofrece . Esto hace que la devolución fiel y puntual de nuestros diezmos y ofrendas a Dios sea la declaración perfecta de nuestra fe y de nuestro deseo de hacer de Dios nuestra primera opción.
Tenemos un papel que desempeñar en la gran controversia escuchando al Espíritu Santo y obedeciendo lo que Dios nos llama a hacer. Por ejemplo, confesando nuestros pecados para recibir perdón y limpieza (1 Juan 1:9). Y, manteniendo nuestra mente en Dios y confiando en Él, para tener “paz perfecta” (Isaías 26:3).
Las palabras modernas para “pacto” serían contrato, alianza o pacto. La fuerza de estos acuerdos mundanos, ya sea con fines comerciales o políticos, depende de las elecciones y acciones de ambas partes implicadas. Suelen consistir en…
- leyes o normas que deben cumplirse,
- promesas o garantías si las partes las cumplen,
- y la invitación a elegir o suscribir los términos especificados del acuerdo.
Todos estos componentes están contenidos en el pacto que hacemos con Dios. Aunque las partes de este contrato espiritual obviamente no son iguales -Dios tiene la ventaja de ser omnipotente, omnisciente y omnipresente-, sigue existiendo la posibilidad de una relación de amor mutuo entre Dios y sus criaturas. Lo único que Dios no puede hacer por nosotros es tomar la decisión de entrar en esta relación de alianza con Él.
Nuestra elección depende en gran medida de cuánto confiemos en el Legislador. Como descubriremos en nuestra lección de la próxima semana, una forma importante de demostrar y desarrollar esta confianza es devolviéndole la décima parte de nuestros ingresos. Esta declaración de fe periódica nos recuerda nuestro pacto con Dios. Al reconocerlo como el Dueño de todo en la tierra, experimentamos una sociedad con Él, dándonos la oportunidad de avanzar en el Reino de Dios y continuar recibiendo Su bendición.