Nadie niega que estar cerca del mundo natural nos aporta salud y vitalidad. Nos ofrece una sensación de tranquilidad cuando nos detenemos a apreciar la belleza de la obra creativa de Dios. El sábado no estaría completo sin algún tipo de conexión con el mundo natural que nos rodea. Incluso si nuestra única oportunidad es ver y escuchar a los pájaros, las flores y los insectos que ocupan nuestro pequeño espacio vital, sea cual sea.
Como parte de la creación de Dios, nuestro papel es cuidar el medio ambiente. El sábado semanal es un recordatorio de nuestras obligaciones como administradores de la tierra. Los seres humanos no tenemos derecho a explotar la creación de Dios. La descripción de nuestro trabajo es bastante clara (Génesis 1:26). Debemos cuidar y mantener nuestro mundo vivo y hermoso (Génesis 2:15). El sábado nos ayuda a ser conscientes de esta importante responsabilidad.
Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27). Esto también se reconoce y se aprecia más cuando observamos y absorbemos lo que ofrece nuestro mundo natural. Ni siquiera los efectos del pecado pueden estropear totalmente la belleza y la complejidad de la creación de Dios, incluidos nuestros propios cuerpos. El sábado es una oportunidad única para alabar a Dios por su amor y cuidado de nuestro planeta. Al estar hechos a su imagen y semejanza, nos vemos también como cuidadores y fomentamos el amor por nuestro hermoso mundo.