Asc. Metropolitana MX Lección 10: La devolución – Sábado 11 de Marzo de 2023

Lo primero que nos choca al hacernos mayores es lo corta que es la vida. Ver a nuestros hijos crecer y tener sus propios hijos nos hace pensar en lo rápido que pasan los años. El tiempo no se detiene para ninguno de nosotros. Cuando somos jóvenes, parece una eternidad hasta que llegan las vacaciones, por ejemplo. Pero cuanto más mayores nos hacemos, más deprisa se suceden las vacaciones, y deseamos que pasen más despacio para nosotros.

Otro aspecto que a menudo se pasa por alto es que no podemos llevarnos nuestras posesiones, ni nada en general, cuando se acaba nuestra vida. Es un error, por tanto, evitar pensar en la muerte si eso nos impide prepararnos adecuadamente para ella. Una buena administración exige que planifiquemos cuidadosamente cómo se distribuirán nuestros bienes cuando llegue el momento, como siempre ocurre. Nuestra vida y también nuestra muerte ofrecen oportunidades para glorificar a Dios, y no debemos dejar nada de ello al azar.

Dejar lo suficiente para ayudar a mantener a nuestras familias siempre está bien, pero si Dios nos bendice por encima de esas necesidades, tenemos el deber de devolver a Dios aquellas cosas que realmente le pertenecen en primer lugar. En la mayoría de los países del mundo, si no tenemos documentos legales, escritos y firmados, designando nuestros deseos finales, la obra de Dios de difundir el Evangelio no obtendrá nada de nada de lo que dejemos atrás.

Leemos en Proverbios 27:23: “Esfuérzate por conocer el estado de tus rebaños, y cuida de tus manadas”. En el lenguaje actual, esto nos está diciendo que nos ocupemos de los negocios, que planifiquemos nuestro éxito financiero. Debemos ser diligentes en conocer el estado de nuestros bienes y mantener al día nuestros planes para el presente y el futuro.

Además, Proverbios 27:27 nos aconseja ocuparnos de las necesidades personales. La planificación patrimonial también debe incluir el cuidado de nuestra familia. Los miembros de nuestra familia merecen que nos ocupemos de ellos cuando nos hayamos ido, del mismo modo que hacemos todo lo posible por ellos mientras estamos vivos.

También encontramos en este pasaje un recordatorio de que nuestras “riquezas no son para siempre” (Proverbios 27:24). En verdad, las cosas de este mundo no están hechas para durar. Sólo podemos disfrutar de ellas durante un tiempo. Por eso es importante administrar bien nuestras posesiones, sencillamente porque son temporales. Nuestra riqueza, independientemente de la forma que adopte, puede desaparecer de la noche a la mañana. Debemos considerar toda nuestra diligente planificación como parte de ser buenos administradores.

La caridad en el lecho de muerte ocurre cuando una persona se aferra a toda su riqueza para poder vivir de la forma más extravagante posible mientras vive. Sólo se desprenden del dinero cuando ya no están, y lo donan a la caridad para tranquilizar su conciencia.

Sin embargo, varios versículos bíblicos revelan que éste no es el mejor modo de proceder. 1 Timoteo 6:17 dice que no hay que ser altivo, como muchas personas adineradas llegan a ser. Esta actitud impropia es muy fácil de adoptar cuando confiamos en nuestras riquezas en lugar de confiar en Dios. Por el contrario, debemos fijarnos en las cosas eternas que perduran (2 Corintios 4:18). No debemos depender de nuestro dinero para satisfacer nuestra alma (Eclesiastés 5:10). El dinero nunca debe ocupar el lugar de Dios, que es lo que corremos el peligro de hacer cuando acumulamos nuestras riquezas para nuestro propio placer.

El dinero y las posesiones nos son dados por Dios para que sean una bendición. Pero Satanás, el enemigo de Dios, hace todo lo posible para convertirlos en una maldición cuando nuestro amor por el dinero eclipsa nuestro deber de ayudar a los demás con nuestra riqueza.

Radio Adventista
0 comments… add one

Leave a Comment

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.