Así como el ministerio de Dios en el tabernáculo sólo comenzó en el patio donde se sacrificaban los animales en el altar de los sacrificios, el ministerio celestial de Jesús sólo comenzó con su muerte en la cruz. El mobiliario y las actividades del santuario terrenal en el Lugar Santo y el Lugar Santísimo son representaciones simbólicas del ministerio que se desarrolla en el santuario celestial.
Jesús funciona como nuestro Sumo Sacerdote, mediando continuamente entre Dios y nosotros. El libro de los Hebreos capta la esencia de su papel como Sumo Sacerdote y nuestra necesidad de aceptar lo que es capaz de realizar en nuestro nombre. Se nos habla de la copia y la sombra (Hebreos 8:5), del santuario terrenal, y del “verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”, el del cielo (Hebreos 8:2).
Piensa en el enorme sacrificio del Hijo de Dios por nosotros. Su venida a la tierra como un humilde ser humano, su cruel muerte en la cruz y su continua labor mediadora en el santuario celestial. Todos estos acontecimientos apuntan a un Dios que ama íntima y ferozmente a los que ha creado. Sus promesas de cuidar y bendecir se nos ofrecen repetidamente a través del acuerdo del pacto. Qué privilegio es saber todo lo que podemos sobre nuestro Dios Creador.
A través del pacto, podemos hacer más que conocer a Dios. Podemos conocerlo como un amigo a nivel personal. Como el Mesías era a la vez Dios y hombre, cierra la brecha entre nosotros y Dios.
Jesús puede relacionarse con nuestras pruebas y tentaciones. No hay nadie más cualificado que Cristo para interceder por la humanidad. Al fin y al cabo, Él ha vivido y “habitado entre nosotros” (Juan 1:14).
Su amor y sacrificio fueron sólo una parte de la razón por la que Él es capaz de salvarnos de la muerte eterna. Fue este amor el que le permitió ser nuestro Amigo. Pero, hubo otro factor involucrado en la salvación que le permite a Jesús hacer aún más. Porque Él fue tentado, pero sin pecado, también es capaz de limpiarnos y hacernos nuevas criaturas.
Jesús aparece ahora en la presencia de su Padre, proporcionándonos todo lo que necesitamos para ser salvados. Su perdón y limpieza nos dan la esperanza de que nuestro futuro está también en esos atrios celestiales con nuestro Padre. Jesús mismo ministrará a los santos como nuestro Sumo Sacerdote por toda la eternidad.