Sábado, Mayo 03
Entendiendo el sacrificio
Lee para el estudio de esta semana
Isaías 1: 2-15; Hebreos 10: 3-10; Éxodo 12: 1-11; 1 Corintios 5: 7; Hageo 2: 7-9; Isaías 6: 1-5; Apocalipsis 4: 7-11.
Para memorizar
«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”» (Apoc. 5: 9, RVR 1960).
Cuando Jesús vino a él, Juan el Bautista declaró: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1: 29). Esa era una referencia inequívoca a los sacrificios que simbolizaban la muerte sustitutoria de Cristo en favor de la humanidad.
El tema del sacrificio animal recorre toda la Biblia como un hilo escarlata y desempeña un papel central en la gran escena del trono de Dios de Apocalipsis 4 y 5. El hecho de que Jesús sea simbolizado como un cordero inmolado en esta escena crucial (Apoc. 5: 6) es una clave importante para comprender todo el episodio profético.
Esta semana veremos algunos temas relacionados con el sacrificio y que forman parte de nuestra comprensión de Jesús, el Cordero inmolado, el claro protagonista de la escena de la sala del Trono. Él es reconocido como el único digno, lo que destaca la obra del Señor, prefigurada por el sistema sacrificial del Santuario terrenal, como un Dios de amor infinito que estuvo dispuesto al sacrificio supremo, un acto del que nosotros y las demás inteligencias del universo nos maravillaremos por la eternidad.
Domingo, Mayo 04
¿Sacrificios inútiles?
Contrastar dos ideas puede resultar muy instructivo. Por ejemplo, se puede aprender mucho acerca de la perspectiva bíblica del sacrificio al observar los momentos en los que Dios rechazó los sacrificios de su pueblo.
Compara Isaías 1: 2 al 15 con Isaías 56: 6 y 7, y Salmo 51: 17. ¿Qué lecciones importantes enseñan estos textos acerca del sacrificio?
Este trágico episodio de la historia de Israel no fue la primera ocasión en que Dios rechazó un sacrificio. Algo similar ocurrió cerca del comienzo de la historia de la salvación, cuando el sacrificio de Abel fue aprobado y aceptado por Dios a diferencia del de Caín. Ese incidente nos brinda la oportunidad de contrastar los sacrificios que son aceptables con los que no lo son (ver Gén. 4: 3-7; Heb. 11: 4).
En tiempos de Isaías, Israel cumplía con las prácticas religiosas de manera superficial, marcando casillas como si fueran tareas mínimas para apaciguar a Dios, mientras vivían a su antojo. Sus sacrificios estaban centrados en sí mismos, igual que los de Caín, y no reflejaban una actitud de entrega y sumisión a Dios.
Ese es el mismo espíritu de autosuficiencia que anima a los reinos de este mundo. Caín vivía a su antojo mientras ofrecía a Dios rituales vacíos realizados bajo sus propios términos. Es razonable pensar que veía a Dios como un obstáculo para seguir su propio camino, aunque lo temía lo suficiente como para cumplir con lo mínimo requerido.
Por el contrario, Abel ofreció un cordero, el sacrificio que Dios había pedido, el que representaba la promesa que Dios había hecho de un Mesías venidero (Gén. 3: 15) y señalaba hacia el acto salvador de Cristo en el Calvario.
«Abel comprendía los grandes principios de la redención. Veía que era pecador, y que el pecado y su pena de muerte se interponían entre su alma y la comunión con Dios. Trajo la víctima inmolada, la vida sacrificada, y así reconoció las demandas de la ley que había sido quebrantada. En la sangre derramada contempló el futuro sacrificio, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y de que su ofrenda había sido aceptada» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 52, 53).
¡Qué importante es protegernos de simplemente cumplir con los rituales religiosos sin un verdadero compromiso con Dios! ¿Cómo podemos experimentar lo que significa depender totalmente de la muerte de Jesús como nuestra única esperanza de salvación?
Lunes, Mayo 05
Sangre de toros y de machos cabríos
Algunos han criticado la idea del sacrificio como algo cruel e injusto. Sin embargo, ese es precisamente el punto. La muerte de Cristo fue cruel e injusta. El inocente murió en lugar de los culpables. Eso era lo necesario para resolver el problema del pecado. Y esa muerte, la de Cristo, era lo que señalaban todos los sacrificios crueles e injustos de animales inocentes.
Lee Hebreos 10: 3 al 10. ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los sacrificios que el pueblo de Dios ofrecía en la época del Antiguo Testamento? Si esos sacrificios no podían realmente salvar a los pecadores, ¿cuál era entonces su propósito?
Los corderos y otros animales sacrificados eran meros símbolos que apuntaban hacia el sacrificio expiatorio del Cordero de Dios. Eran actos de fe que daban a los pecadores la oportunidad concreta de expresar su confianza en la obra del Mesías venidero. A menudo nos referimos a esta clase de representaciones sacrificiales como «tipos», o modelos ilustrativos, que encontraron su cumplimiento cuando fueron reemplazados por su correspondiente «antitipo»; es decir, por la realidad que ellos anunciaban o representaban anticipadamente. Algunos incluso han descrito esos sacrificios como «miniprofecías» acerca de la muerte de Jesús en la Cruz.
Los rituales asociados al sacrificio se parecían a la compra de un pasaje para realizar un viaje. Cuando se compra un pasaje de tren, de autobús o de avión, no se recibe inmediatamente el viaje por el que se ha pagado. En su lugar, uno recibe un billete o tarjeta de embarque, un símbolo o promesa del viaje que hará. Uno puede sentarse sobre ese trozo de papel, pero eso no lo llevará a ningún lugar. No obstante, cuando la persona está ya dentro del medio de transporte y comienza el viaje, ha recibido aquello por lo que pagó. El pasaje, el trozo de papel, deja entonces de ser necesario.
Lo mismo ocurría con los animales sacrificados. Desempeñaban un papel importante, pero una vez realizado el verdadero sacrificio, el de Cristo en la Cruz, dejaron de tener sentido, algo que resultó evidente cuando el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo del Santuario terrenal se rasgó al morir Jesús. «Entonces el velo del templo se rasgó en dos, desde arriba hacia abajo» (Mar. 15: 38). El sistema de sacrificios, el Templo y todo lo demás señalaban a la muerte de Jesús en la Cruz. Una vez que Jesús cumplió su misión en la Cruz y resucitó victorioso, los tipos o representaciones se volvieron innecesarios.
Piensa en cuán grave es el pecado, al punto de que solo la muerte de Jesús, el Verbo encarnado (ver Juan 1: 1-3, 14), podía expiarlo. ¿Qué nos dice esto acerca de cuál debe ser nuestra actitud hacia el pecado?
Martes, Mayo 06
El cordero de la pascua
El libro de Apocalipsis se refiere a Jesús como «el Cordero» casi treinta veces. El pueblo de Dios ha utilizado corderos como símbolos del Mesías venidero desde el inicio mismo del Plan de Redención. Abel ofreció «de los primerizos de sus ovejas» (Gén. 4: 4), y antes de que Israel partiera de Egipto hacia la Tierra Prometida se le ordenó que redimiera a cada persona o animal primogénito sacrificando en su lugar un cordero de un año (Éxo. 12: 5).
Lee Éxodo 12: 1 al 11; Isaías 53: 7 y 8; 1 Corintios 5: 7; y Apocalipsis 5: 6. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual? ¿Qué significa eso para cada uno de nosotros?
Años después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, Pedro reflexionó acerca de lo sucedido y escribió: «Sepan que han sido rescatados de la vana conducta que recibieron de sus padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha ni defecto» (1 Ped. 1: 18, 19).
Jesús fue el único ser humano cuya vida resultó aceptable a los ojos de un Dios santo. Todos los demás hemos pecado, y la manera pecaminosa en que vivimos representa una mentira acerca de la naturaleza y el carácter de nuestro Hacedor.
Jesús, sin embargo, se convirtió en el «postrer Adán» (1 Cor. 15: 45). Donde nosotros habíamos fracasado, él vivió perfectamente. En su humanidad, él era todo lo que la raza humana debía ser. Reflejaba perfectamente la gloria de Dios. «El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Juan 14: 9).
Jesús fue crucificado durante la celebración de la Pascua, lo que demuestra aún más que es el Cordero antitípico. Paralelamente, los israelitas recibieron la orden de escoger un cordero para la Pascua y «guardarlo» o «cuidarlo» (NVI) durante los días previos al sacrificio (Éxo. 12: 5, 6). Cuando el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus enseñanzas, el Señor hizo referencia al hecho de que él mismo había estado expuesto en el Templo para que todo el mundo lo viera. De hecho, en Juan 18: 19 y 20 afirmó que exponía «públicamente» su doctrina. Su vida, sus obras, sus enseñanzas, todo revelaba quién era realmente. Él es el Cordero sin mancha, la expresión más poderosa de la justicia y la gloria de Dios.
¿Cómo podemos reflejar mejor el carácter perfecto de Jesús en nuestra vida?
Miércoles, Mayo 07
Jesús en el templo
Hay tensión en toda la historia de la Salvación. Dios desea restaurar la comunión que una vez disfrutamos con él y anhela acercarse a nosotros, pero llevar a los pecadores a su presencia los destruiría. «Tú no eres un Dios que se complace en la maldad. El malo no habitará junto a ti», escribe David (Sal. 5: 4). Al mismo tiempo, David también dice: «Pero yo, por la riqueza de tu constante amor, entraré en tu casa. Con reverencia adoraré en tu santo templo» (Sal. 5: 7).
Lee Hageo 2: 7 al 9. Mientras se construía el segundo Templo, el profeta Hageo comunicó la asombrosa promesa de que el nuevo Templo sería más glorioso que el anterior. ¿Qué significaba esa profecía?
Cuando Salomón dedicó el primer Templo, la gloria (kabod) de Dios que había acompañado a los hijos de Israel en su camino a Canaán llenó el Templo, por lo que los sacerdotes no pudieron permanecer allí para completar su labor (1 Rey. 8: 10, 11). Cuando se dedicó el segundo Templo, no estaba en él el Arca del Pacto, que representaba el Trono de Dios, pues Jeremías la había escondido. La presencia literal de Dios no llenó el Templo esta vez. Fue desgarrador. ¿Cómo se haría realidad la promesa registrada por Hageo? Fue en el segundo Templo donde Jesús, la encarnación de Dios, apareció en persona, en carne y hueso. Dios mismo había salido de detrás del velo para convertirse en uno de nosotros y unirse a nosotros en este mundo arruinado por el pecado. Puesto que el Hijo de Dios era ahora el Hijo del Hombre, podíamos ver su rostro, oír su voz y ser testigos, por ejemplo, de cuando curó con su toque a un leproso impuro (Mat. 8: 3). En lugar de acercarnos a él, Dios se acercó personalmente a nosotros cuando descendió en la persona de Jesús y vino a nuestro encuentro. No es, pues, de extrañar que la Biblia dijera de Jesús: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que significa: “Dios con nosotros”» (Mat. 1: 23). Piensa en lo que esto significa, que el Creador del cosmos haya estado dispuesto no solo a vivir entre nosotros, sino a morir por nosotros.
La Cruz es la mayor manifestación del amor de Dios. ¿De qué otras maneras podemos ver y experimentar la realidad del amor de Dios?
Jueves, Mayo 08
Tú creaste todas las cosas
Los profetas estuvieron en pocas ocasiones suficientemente cerca de Dios en visión como para que se les permitiera ver el Trono de Dios. Ezequiel lo vio por encima del firmamento (Eze. 1: 26); Isaías visitó el templo del Cielo (Isa. 6: 1). A su vez, Juan fue escoltado hasta allí en visión y registró una de las descripciones más explícitas que tenemos del Trono de Dios (Apoc. 4; 5). Los tipos propios del servicio del Santuario en el Antiguo Testamento indicaban que solo había un camino por el que la humanidad podía entrar en la presencia de Dios: la sangre de Cristo (ver, por ejemplo, Lev. 16: 2, 14).
Lee Isaías 6: 1 al 5 y Apocalipsis 4: 2 al 11. ¿Qué elementos de estas dos visiones son similares? Presta atención al orden de los acontecimientos: ¿Qué tema se presenta primero? ¿Qué viene después? ¿Qué verdad acerca de Dios es subrayada en estas visiones?
En cada una de estas visiones de la sala del Trono, lo primero que sucede es que los seres celestiales destacan la santidad de Dios. En la visión de Isaías, la escena es impresionante: el Templo se llenó de humo y «los quiciales de las puertas se estremecieron» mientras los serafines proclamaban la santidad de Dios. En la visión de Juan, los querubines hacen la misma declaración: «Santo, santo, santo». Cada profeta presenció una deslumbrante escena acerca de la gloria de Dios.
Se nos muestra luego la reacción del profeta ante la escena. Isaías exclama que es un hombre de labios impuros (Isa. 6: 5), mientras que Juan llora porque se enfrenta a la trágica verdad de que no se puede encontrar a nadie digno (Apoc. 5: 4). Cuando somos confrontados directamente con la santidad de Dios, comenzamos a comprender nuestra verdadera condición: somos totalmente indignos y necesitamos a Cristo como Redentor.
Satanás ha lanzado muchas acusaciones contra Dios, argumentando que es arbitrario, egoísta y severo, pero aun un breve momento en la sala del Trono de Dios pone al descubierto las mentiras de Satanás. Al ver a Cristo como es en realidad, «el Cordero que fue inmolado» (Apoc. 5: 12, RVR 1960), vemos también al Padre tal cual es. Cuán reconfortante es saber que al contemplar a Jesús descubrimos cómo es el Padre (Juan 14: 9). Pero, la mayor revelación de cómo es el Padre se aprecia en la muerte de Jesús por nosotros en la Cruz.
La Cruz, por lo tanto, debería mostrarnos dos cosas: que Dios nos ama al punto de sacrificarse por nosotros, y que nuestra condición como pecadores es tan grave y desesperada que solo mediante la Cruz podemos ser salvados.
Viernes, Mayo 09
Para estudiar y meditar
Las Escrituras dejan claro que Cristo es el único que puede asegurar nuestra salvación. Su vida fue la única sin pecado, el único ejemplo de una vida que satisfizo perfectamente la gloria del Padre. Él es el Cordero de Dios sin mancha y ahora está a la cabeza de la raza humana como nuestra seguridad eterna. Al mismo tiempo, cargó con nuestra culpa, satisfaciendo así el juicio que es la respuesta de Dios a la maldad. Cuando Juan presencia la increíble escena de los seres celestiales reunidos en torno al Trono de Dios, se le dice que deje de llorar porque «el León de la tribu de Judá […] ha vencido» (Apoc. 5: 5).
Reflexiona también sobre lo grave que es el pecado y lo profundamente corrompida que está la humanidad, al punto de que solo la muerte de Jesús, Dios mismo, podía resolver el problema del pecado. De haber existido alguna otra manera de salvarnos, no cabe duda de que Dios la habría empleado.
«La quebrantada Ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo solamente existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la Ley divina es tan sagrada como Dios mismo, solo uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la Ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre de su Hijo. Cristo descendería a la profundidad de la desgracia para rescatar a la raza caída» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 43, 44).
Preguntas para dialogar:
Juan ve a Jesús entrar en la sala del Trono como un cordero «inmolado» (RVR 1960). Apocalipsis 13: 8 dice que Jesús fue «inmolado» (RVR 1960) desde la fundación del mundo. ¿Qué nos enseña acerca de Dios el hecho de que el Plan de Salvación ya estaba en marcha antes de que lo necesitáramos?
Muchos ateos creen que estamos solos en un universo frío e indiferente. En cambio, la Biblia no solo habla de Dios, sino también de que amó tanto al mundo que descendió a él e incluso murió por él. ¿Hasta qué punto debemos ver el mundo y nuestro lugar en él de manera diferente de como lo ven quienes no creen en Dios? En otras palabras, ¿cómo debería influir la realidad de la Cruz en todo lo que hacemos?
¿Por qué fueron la vida, la muerte y la resurrección de Cristo el único medio para salvar a la humanidad? Además, ¿qué nos dice el enorme costo de este sacrificio sobre la gravedad del pecado?