Lección 6 Edición Maestros – EL MISTERIO DEL EVANGELIO – Sábado 5 de Agosto 2023

RESEÑA 

Texto clave: Efesios 3:20, 21

Enfoque del estudio: Efesios 3; Job 11:5-9; Ezequiel 43:13-16; Amós 7:7, 8; Apocalipsis 11:1, 2.

Introducción:

Después de compartir en Efesios 3:1 su gloriosa visión de la Cruz de Cristo y lo que esta logró tanto para los judíos como para los gentiles, Pablo quiere garantizar a sus hermanos y hermanas de Éfeso que ora para que siempre puedan

meditar en esa visión de la Cruz (y en la gloria, el poder y el amor de Dios que la Cruz revela) y para que puedan comprenderla y dejarse guiar y transformar por ella. Sin embargo, justo cuando Pablo comienza a decirles a los efesios que estaba orando por ellos, él, “prisionero de Cristo Jesús por amor a ustedes los gentiles” (Efe. 3:1), decidió detenerse un poco más en su ministerio a los gentiles. Este ministerio consistía en comprender el “misterio” glorioso de Dios para incluirlos a ellos, los gentiles, en su plan de salvación y en su iglesia. Este misterio, insiste el apóstol, no fue una ocurrencia tardía en el plan de Dios. Al contrario, fue el “propósito eterno” de Dios (Efe. 3:11). Ahora, en la era de Cristo, Dios pasó a revelar completamente este propósito al mundo, que cumplió por medio de Cristo, y ahora por medio de él, el apóstol de Cristo.

Temática de la lección:

La lección de esta semana destaca tres temas principales:

• La oración y el ideal de Pablo para la iglesia era ver a la iglesia como la nueva humanidad, incluyendo a los gentiles.

• La inclusión de los gentiles fue el gran misterio y sorpresa de Dios para la humanidad. Pablo fue el humilde mayordomo de este misterio.

• Debido a la inclusión de los gentiles y, por lo tanto, de toda la humanidad en el plan de salvación, la iglesia se convirtió en la manifestación de la sabiduría, el amor, el poder y la gloria de Dios, tanto en la tierra como en todo el universo.

COMENTARIO

El misterio de Dios y el fundamento de los apóstoles y los profetas

La discusión sobre los judíos y los gentiles, unidos en el cuerpo de Cristo, plantea el tema de la relación entre la iglesia e Israel. Los cristianos han desarrollado diferentes modelos para la relación Israel-iglesia. Una posición tradicional es que Israel fue la nación del pacto de Dios, pero después de que Israel como nación rechazó a Jesús como el Mesías, Israel como nación fue rechazada y reemplazada por la iglesia. Por lo tanto, después de Cristo, Israel no cumple ningún papel diferenciado en la economía de la salvación divina.

Otros teólogos tomaron una “interpretación literal” de las Escrituras y desarrollaron la teoría dispensacionalista: Israel y la iglesia representan dos pueblos de Dios diferentes. Estos pueblos tienen diferentes llamados, diferentes pactos, diferentes caminos hacia la salvación y diferentes propósitos en la economía de la salvación.

Incluso una lectura superficial de Pablo y del Nuevo Testamento revela que ambas teorías son problemáticas, y que el enfoque dispensacionalista en cuanto a la relación Israel-iglesia es especialmente contrario a lo que el apóstol imaginó. Podemos destacar varios aspectos importantes del enfoque de Pablo sobre la relación Israel-iglesia aquí. En primer lugar, Pablo visualizaba una continuidad esencial entre Israel y la iglesia. Esta relación debe entenderse en el contexto del principio interpretativo bíblico general de promesa-cumplimiento: Cristo y el pueblo de Dios del Nuevo Testamento son el cumplimiento de las promesas de Dios en el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, Dios salvó a Israel y lo llamó a proclamar al mundo los pactos de Dios y las promesas de gracia. Por medio de Israel, el llamado de Dios a recibir sus promesas de gracia y a unirse a sus pactos debía llegar a todas las familias y naciones de la Tierra. La misión de Israel no era desarrollar un imperio en el que Israel iba a conquistar y anexar todas las naciones de la tierra. En cambio, se esperaba que las naciones se unieran al pacto y las promesas de Dios, en lugar de unirse a una entidad nacional o imperial. El Antiguo Testamento, por lo tanto, esperaba una estructura supranacionalista del pueblo de Dios, en la que habría gente de todas las naciones que sería parte del mismo pacto con Dios (Gén. 12:1-3; 1 Rey. 8:41-43; Isa. 56:3-7; 60:3). Esta estructura supranacional se cumplió en el pueblo de Dios del Nuevo Testamento compuesto por judíos y gentiles.

En segundo lugar, y en consecuencia, Israel y la iglesia no son dos pueblos de Dios que conviven en paralelo, cada uno con sus alianzas, caminos de salvación y misiones. Más bien, Cristo explicó que su misión era “traer” a sus “otras ovejas que no son de este redil” para que “ha[ya] un rebaño y un pastor” (Juan 10:16). La iglesia tampoco es simplemente el reemplazo de Israel como nación, en el sentido de que Israel fue la nación de Dios hasta Cristo y ahora, después de que Cristo rechazara a Israel como nación, la iglesia es el nuevo pueblo de Dios. Para Pablo, la iglesia no es un pueblo diferente de Dios sino el cumplimiento de la asombrosa promesa de Dios en el Antiguo Testamento: él llama a toda la humanidad a su gracia. Por eso, en Romanos 9, Pablo considera que la iglesia está compuesta tanto por judíos como por gentiles (Rom. 9:23-26).

Es verdad que solo un remanente de Israel se unió a la comunidad reunida alrededor de Jesús (Rom. 9:27-29), pero es precisamente este remanente el que muestra que Dios no rechazó la participación de Israel en la iglesia (Rom. 11:1). Este remanente garantiza la continuidad y la unidad entre Israel y la iglesia. Por eso, en Romanos 11:16 al 18, Pablo compara a la iglesia con el olivo: unos pámpanos son los hijos de Israel y otros pámpanos son los gentiles, pero al final todos los pámpanos se alimentan de la misma raíz; es decir, el pacto de Dios con Abraham. Dios siempre tuvo un plan de salvación, una Simiente que era Cristo, una promesa, un pacto y un pueblo.

Esta misma idea del único plan de Dios, la continuidad entre Israel y la iglesia, y de allí la importancia de la unidad de la iglesia, resurge en Efesios 2 y 3. Pablo explica a los efesios que la iglesia está compuesta tanto de “circuncidados” como de “no circuncidados” (Efe. 2:11, DHH). El apóstol no dice que los judíos y la iglesia sean dos pueblos separados ni que la iglesia haya reemplaza- do a los judíos como pueblo de Dios. Lejos de excluir a los judíos de la iglesia, Pablo sigue la teología de Jesús y afirma que la salvación viene de los judíos (Juan 4:22). Por esta razón, Pablo enfatiza que mientras los gentiles estaban “lejos”, los judíos estaban “cerca” (Efe. 2:17). En otro lugar, Pablo describió esta “cercanía” en términos de haber recibido las promesas o pactos de Dios, las profecías de Dios, al Mesías, y la misión de Dios para compartir todo esto con el mundo (Rom. 9:4, 5). Por lo tanto, son los gentiles quienes se acercaron a Dios y edificaron sobre el mismo fundamento de los profetas hebreos, en lugar de edificar sobre el fundamento de sus viejos mitos o filosofías.

En tercer lugar, si bien habla del fundamento de la iglesia, Pablo utiliza la misma idea de la continuidad de Israel y la iglesia, esta vez en términos de revelación. La iglesia se construye sobre la revelación divina. Pero Dios no tiene dos revelaciones discontinuas, el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. No reveló algo en el Antiguo Testamento para luego abandonar su plan y revelar un proyecto totalmente nuevo. Su plan es uno, y su revelación es única y continua. Por eso Pablo enfatiza que la iglesia está edificada sobre los apóstoles y los profetas (Efe. 2:20; ver también la descripción de Juan de la Nueva Jerusalén en la que los nombres de los apóstoles están inscritos sobre los cimientos de la ciudad, y los nombres de los patriarcas están inscritos en las puertas. Con todo, los apóstoles y los patriarcas están integrados en la Nueva Jerusalén, la morada de Dios [Apoc. 21:10-14]). La razón para enumerar a los apóstoles en primer lugar quizá sea que los apóstoles son “más grandes” que los profetas en el mismo sentido en que Juan el Bautista fue más grande que todos los profetas. Esta “grandeza” debe entenderse en el mismo sentido de promesa-cumplimiento: en tanto que los profetas profetizaron la venida del Mesías, los apóstoles anunciaron su verdadero advenimiento histórico al mundo. El Mesías que los apóstoles anunciaron que había venido al mundo era el mismo Mesías que los profetas vieron en sus visiones. Los apóstoles y los profetas estaban unidos en su testimonio, que es el fundamento de la iglesia.

Sin embargo, mientras Pablo reconoce que los apóstoles y los profetas recibieron el llamado de Dios para desempeñar este papel fundamental en la iglesia, ellos reconocieron y proclamaron que la piedra angular de la iglesia era Jesús de Nazaret, el Cristo profetizado por las Escrituras del Antiguo Testamento (Efe. 2:20), el contenido y la esencia de su testimonio. Como apóstol, Pablo siguió el principio interpretativo de Jesús de que “toda la Escritura” (Luc. 24:27) apuntaba a él, su venida y ministerio (ver Luc. 24:25-27). Debido a que Jesús es la piedra angular, el edificio se construye perfectamente “en él” (Efe. 2:20- 22) como un “templo santo” (Efe. 2:21), para que Dios more en él (Efe. 2:22).

En cuarto lugar, la visión de Pablo relativa a la relación Israel-iglesia también revela su comprensión de la identidad y el carácter de Dios. El Dios de Israel no es su Dios nacional, es el Dios de toda la Tierra. Si bien su residencia terrenal puede estar en Jerusalén, su jurisdicción no se limita a Judea y sus alrededores. El Dios de los cristianos tiene su Trono en los lugares celestiales, o Santuario, y tiene autoridad sobre cualquier poder de la Tierra o del Cielo (Mat. 6:10; 28:18; Efe. 1:21), porque él es el Creador y Redentor del mundo entero. Por eso Dios llama a todo el mundo a volver a él, a recibir su gracia y a vivir en su Reino.

APLICACIÓN A LA VIDA

La gente ama los misterios, los secretos. Pide a los alumnos que consideren estas preguntas: ¿Alguna vez viviste tu experiencia cristiana como si fueras el guardián de un gran y glorioso misterio, un misterio que cambió tu vida para siempre y que, como tú lo entiendes, cambiará el mundo para siempre de la manera más positiva? Si es así, explica. ¿Alguna vez compartiste el evangelio como si fuera un gran y hermoso misterio? Analicen.

En Efesios 3:10, Pablo declara que la iglesia es el medio por el que Dios revela su sabiduría “a los principados y potestades de los cielos”. Formula las siguientes preguntas a los alumnos: A tu entender, la iglesia, ¿es una revelación del plan de salvación de Dios para todo el universo? ¿En qué sentido? ¿De qué manera la unidad en la iglesia en Cristo, la unidad entre gentiles y judíos, la unidad de las familias y la sociedad es parte esencial de la revelación salvífica de la gracia y el poder de Dios? Analicen las respuestas con la clase.

En Colosenses 1:27, un texto paralelo a Efesios 3, Pablo enfatiza que el misterio que Dios les reveló a los “santos” de la iglesia es “Cristo en ustedes, la esperanza de gloria”. Invita a los alumnos a compartir cómo podrían explicar esta expresión a alguien que no es cristiano. ¿Qué quiere decir el apóstol con “Cristo en ustedes”? ¿Qué relación tiene esta expresión con “la esperanza de gloria”? Por otro lado, ¿cómo afecta este “misterio” tu vida diaria? Guía a la clase en un debate sobre las respuestas a estas preguntas.

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