Edición para maestros. Primer trimestre de 2022
“Jesús, el Hijo prometido”
Lección 3 :- Para el 15 de Enero de 2022
RESEÑA
Textos clave: Isaías 2:2, 3; Hebreos 4:1-4; Éxodo 24:16, 17; Isaías 44:24; Hebreos 1:10; Lucas 1:31; Hebreos 1:5.
A lo largo de la historia de la humanidad, la gente ha anhelado la venida del Redentor. Después de la Caída, nuestros primeros padres, Adán y Eva, pensaron que Caín, su hijo primogénito, sería el Libertador prometido. A Abraham se le dio la promesa de que, a través de su hijo Isaac, todas las naciones de la Tierra serían bendecidas. A David se le prometió un hijo que, si era fiel a Dios, se establecería para siempre. Sin embargo, ninguna de estas personas pensó que Dios mismo sería el Redentor prometido.
Los profetas del Antiguo Testamento en ocasiones hicieron predicciones mesiánicas crípticas utilizando la frase “en los postreros días” (ver Núm. 24:14- 17), que es diferente de otras profecías del Antiguo Testamento que usan una frase como “tiempo del fin” (ver Dan. 8:17, 19). Con la venida de Cristo, llegaron los “postreros días”. Después de un largo período, que a veces se llama período intertestamentario, Dios habló una vez más. No obstante, esta vez habló en forma más clara y cualitativa, de la manera más óptima, a través de Jesucristo.
Cristo es igual a Dios porque él es “la expresión exacta de su naturaleza” (Heb. 1:3, NBLA) y, al ser divino, también es el Creador y, al mismo tiempo, el Sustentador del Universo. Alguien podría preguntar, si Cristo es igual a Dios, ¿cómo es que Pablo, hablando en nombre del Padre, escribió de Jesús: “Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Heb. 1:5)? ¿Implica eso que Jesús de alguna manera fue engendrado, y que no es eterno ni autoexistente? Explica.
COMENTARIO
La naturaleza de Cristo
La pregunta planteada al final del párrafo anterior ha provocado una historia de diversas interpretaciones. El pasaje anterior (Heb. 1:1-3) se ocupaba de probar la superioridad de Cristo sobre los profetas. En el siguiente pasaje (Heb. 1:4-14), Pablo se encarga de probar la superioridad de Cristo sobre los ángeles. La razón para enfatizar la superioridad de Cristo podría ser un gran interés en los ángeles o incluso en la veneración de los ángeles por parte de la audiencia, similar a lo que vemos en la iglesia de Colosas (Col. 2:18). Para fundamentar su argumento de que Cristo es superior a los ángeles, Pablo, en Hebreos 1:5, cita dos versículos del Antiguo Testamento. El Salmo 2:7 es el primero. En su contexto original, el Salmo 2 habla de reyes y gobernantes de esta Tierra que conspiran en contra de Dios. Sin embargo, Dios se ríe y los aterroriza. Finalmente, Dios entronizará a su divino Rey en el monte Sion (Sal. 2:6) diciendo: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy” (Sal. 2:7). En su sermón en Antioquía de Pisidia, Pablo aplica este texto a la resurrección de Cristo (Hech. 13:33). En todo el cristianismo, este salmo se ha interpretado como cristológico. Esta interpretación ¿significa que Dios engendró a Jesús en su resurrección? (Esta es una pregunta que planteamos al final de la temática de la lección.) En absoluto. Dios simplemente está llamando a su Hijo de la tumba cuando obra a través de Gabriel, “el más poderoso ángel de la hueste del Señor”, “el que ocupa la posición de la cual cayó Satanás”, para quitar la piedra de la tumba de Cristo como si fuese un guijarro. Los soldados que custodiaban la tumba “le oyen clamar: ‘Hijo de Dios, sal fuera; tu Padre te llama’ ” (DTG 725). Por lo tanto, Dios el Padre llama a su Hijo. Asimismo, en 1 Corintios 4:15, Pablo dice a los corintios: “En Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”. Este acto ¿significa que Pablo engendró a la iglesia? Por supuesto que no. Pablo les dio vida espiritual; los engendró en un sentido espiritual (el mismo término se utiliza para Onésimo [File. 10] y para los cristianos en 1 Juan 2:29; 3:9, y otros).
La segunda referencia que Pablo usa para demostrar la superioridad de Cristo por sobre los ángeles es 2 Samuel 7:14. El contexto original habla de los planes de David para construir el Templo; pero Natán le informa al rey que su hijo Salomón construirá la Casa de Dios. El Señor también promete: “Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo” (2 Sam. 7:14). Este versículo, en su contexto original, no puede referirse a Cristo, por lo que sigue en este versículo: “Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres” (2 Sam. 7:14). Por razones obvias, este versículo debe hace referencia a un Salomón pecador, no al Cristo sin pecado, santo. Sin embargo, tanto Salmo 2:7 como 2 Samuel 7:14 tienen algo en común. Ambos enfatizan el hecho de que el Rey de Israel y Salomón son hijos de Dios: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy”, y “él me será a mí hijo”. El énfasis no está en la paternidad, sino en la adopción del rey davídico y en la realeza de su hijo, que se transfieren a Cristo mucho más adelante en Hebreos. La frase introductoria de Hebreos 1:5 pregunta: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”? (Heb. 1:5). La respuesta obvia es: a ninguno de los ángeles. Solo Cristo se ha “hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos” (Heb. 1:4). Ese nombre es “Mi Hijo”, un título nunca atribuido a ningún ángel. A ninguno de ellos le dijo Dios jamás: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies” (Heb. 1:13). Sin embargo, se podría objetar la noción de engendrar como adopción en este contexto, refutando con Hebreos 1:6: “cuando introduce al Primogénito en el mundo” (Heb. 1:6, NVI). El objetor podría argumentar: este versículo, ¿no habla acerca de Cristo como el primogénito? Buena pregunta. El término “primogénito” tiene el significado de primogenitura en pasajes como Génesis 25:13, 27:19 y 35:23. Pero, en el Antiguo Testamento, el “primogénito” también es Israel (Éxo. 4:22, 23), en contraste con el primogénito de Egipto. Salmo 89:27 llama “primogénito” de Dios a David, aunque era el menor de ocho hermanos, de ninguna manera el primogénito. En el Nuevo Testamento, Jesús es el “primogénito” de María (Luc.2:7), el “primogénito” entre muchos hermanos (Rom. 8:29), el “primogénito” de toda la Creación (Col. 1:15) y el “primogénito” de entre los muertos (Col. 1:18; Apoc. 1:5). Estos textos muestran que el título de “primogénito” se refiere a la preeminencia de Cristo en la iglesia, en la Creación, en el Cosmos y en los resucitados. La relación de Hebreos 1:5 con el versículo 6 indica que el Cristo es este rey davídico real a quien Dios introdujo en el mundo con el llamado: “Adórenle todos los ángeles de Dios” (Heb. 1:6). No obstante, el resto del capítulo 1 retoma estas evidencias de las Escrituras y hace cuatro afirmaciones: (1) Dios llama “Hijo” a una sola Persona (Heb. 1:5), y es Cristo. (2) Los ángeles adoran a este Hijo (Heb. 1:6). (3) El Hijo es el Monarca inmutable, justo y ungido, que creó los cielos y la Tierra (Heb. 1:8-10). (4) El Hijo reina a la diestra de Dios, mientras que los ángeles, por contraste, son espíritus ministradores en beneficio de quienes serán salvos (Heb. 1:11-14).
En resumen, podemos decir que Dios no engendró a Cristo, pero mediante su encarnación como Hijo de Dios la raza humana ha sido adoptada y “acept[ada] en el Amado” (Efe. 1:6). Por lo tanto, Cristo recibe el título de “primogénito”. Como tal, su estatus está muy por encima de los ángeles y merece, incluso, su adoración. Elena de White, al asesorar a la iglesia sobre la mejor manera de alcanzar a otros cristianos, declara lo siguiente acerca de la naturaleza preexistente de Cristo: “No hagáis resaltar aquellos aspectos del mensaje que son una condenación de las costumbres y las prácticas de la gente, hasta que tengan oportunidad de saber que somos creyentes en Cristo, que creemos en su divinidad y su preexistencia” (TI 6:64). Elena de White ayudó a la joven Iglesia Adventista del Séptimo Día a encontrar un equilibrio bíblico con respecto a la naturaleza preexistente de Cristo.
En el contexto de la resurrección de Lázaro, escribió acerca de la naturaleza de Cristo: “En Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra” (DTG 489).
Estos postreros días y el tiempo del fin
Los primeros autores cristianos creían que habían llegado los últimos días y que culminarían con la Segunda Venida. Por eso, Pablo pudo decir: “En estos postreros días [en contraste con los días de los profetas] nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:2). Asimismo, cuando se acusa a Pedro y a los demás discípulos de estar ebrios en Pentecostés, Pedro afirma que el milagro de hablar en lenguas es un cumplimiento de la profecía: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán” (Hech. 2:17). La profecía de Joel 2 se cumplió al comienzo de los postreros días.
Además, al hablar de la encarnación de Cristo, Pedro escribió: “[Cristo] se ha manifestado en estos últimos tiempos en beneficio de ustedes” (1 Ped. 1:20, NVI). Estos postreros días se distinguen por los burladores, que cuestionan la segunda venida de Cristo (2 Ped. 3:3, 4) y explotan a los pobres para enriquecerse (Sant. 5:3). Los postreros días también se caracterizan por la aparición de anticristos (1 Juan 2:18). Teniendo en cuenta el hecho de que los postreros días llegan con la encarnación de Cristo, ¿hay alguna diferencia entre estos “postreros días” y el “tiempo del fin”, según lo describen Daniel y Apocalipsis? Considera la profecía de tiempo de las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14. Esta profecía de tiempo se extiende mucho más allá de los días de Cristo. Y otras profecías todavía tienen varios acontecimientos pendientes, desde nuestro punto de vista en el tiempo, como las “siete últimas plagas” (Apoc. 15:1; 21:9). Finalmente, el “último enemigo” (1 Cor. 15:26, NVI) aún no ha sido conquistado, ni hemos escuchado la “final trompeta” (1 Cor. 15:52). En resumen, podemos decir que los postreros días llegaron con Cristo, pero aún queda pendiente el último gran acontecimiento en el tiempo del fin. Entre estas dos Venidas, aún deben suceder acontecimientos proféticos que no se han cumplido.
APLICACIÓN A LA VIDA
Al examinar Hebreos 1, notamos que Pablo incluyó mucha teología. Es necesario un cristianismo afectuoso, devocional y orientado a la aplicación. Sin embargo, nuestra ortopraxia (práctica) deriva de nuestra ortodoxia (creencias). Una teología sólida sentará las bases para un buen estilo de vida cristiano.
Preguntas para reflexionar:
- ¿Crees que hoy debemos equilibrar nuestra teología con nuestra práctica cristiana? Si es así, ¿cómo?
- ¿Cómo podemos discernir, aun hoy, entre nuestro “bagaje” religioso y cultural y la verdad bíblica?
- En una época en la que la autoridad está en crisis, tanto en la cultura como en la iglesia, ¿cómo nos sirve de guía Hebreos 1?