Lección 11 Edición Maestros: “Cómo administrarse en tiempos difíciles” Para el 18 de Marzo de 2023

Edición para maestros. Primer trimestre de 2023

“Cómo administrarse en tiempos difíciles”

Lección 11 :- Para el 18 de Marzo de 2023

RESEÑA

Debemos buscar primeramente el Reino de Dios (Mat. 6:34) porque él es el Creador y poseedor de todas las cosas (Gén. 2:7; Sal. 119:91). Él es nuestro Pastor (Sal. 23), nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Sal. 46:1). Es mejor confiar en él (Sal. 118:8) que en la gente (Sal. 17:5). Josafat confió en Dios y en los profetas en medio de una crisis nacional (2 Crón. 20:20). El remanente de Dios deberá confiar del mismo modo (Apoc. 12:17; 19:10; 2 Tim. 3:14-17). Esa confianza en el poder divino promueve la seguridad espiritual y la prosperidad de la iglesia. Por otro lado, David buscó seguridad en la cantidad de hombres con que contaba (1 Crón. 21:1-14) para fines militares (1 Crón. 21:5), con resultados trágicos.

La Biblia nos enseña que, además de confiar en Dios, debemos ser prudentes (Prov. 6:8; 27:22). Por lo tanto, nuestra vida debe ser modesta, moderada y sin ostentaciones (1 Tim. 2:8). Acumular posesiones materiales puede causar ansiedad indebida y eclipsar nuestra felicidad en esta vida. Esa ansiedad nos pone en riesgo de perder la fe. Por eso debemos guardarnos de amar y confiar más en las riquezas que en Dios (Prov. 11:28; 1 Tim. 6:10). Además, el dinero puede perder su valor en cualquier momento, porque eventualmente no podremos comprar ni vender (Apoc. 13:17). En última instancia, el dinero se consumirá en el fuego (2 Ped. 3:10-12), junto con los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:15-17). Ser fiel ahora en los diezmos y las ofrendas es una de las formas en que regresamos a Dios (Mal. 3:7, 8), a quien debemos temer todos los días de nuestra vida (Deut. 14:22). Al hacerlo, nos preparamos para vencer en el tiempo de la gran tribulación.

 

COMENTARIO
Aunque la gran tribulación es un tiempo de profunda angustia y aflicción para el pueblo de Dios (Sal. 34:19; Juan 16:33), debemos permanecer fieles (1 Cor. 4:2).

 

La confianza en Dios como preparación diaria
Desde que el pecado entró en este mundo (Gén. 2:17), la vida ha estado llena de espinas y cardos (Gén. 3:16-19), opresión (Ecl. 4:1), tristeza y dolor (Ecl. 2:22, 23). Pero debemos confiar en Dios y avanzar en la fe, fortaleciéndonos para las pruebas mayores que vendrán (Jer. 12:5). Una vida de dependencia y fidelidad a Dios en las pequeñas pruebas diarias sirve como preparación para futuras pruebas aún mayores. El que es fiel en lo muy poco también en lo más será fiel (Luc. 16:10).

Por lo tanto, honra a Dios ahora con tus ofrendas de gratitud. Asimismo, cumple tus votos (especialmente los que tomaste en el bautismo), porque Dios promete responder y liberar a sus fieles en el día de la angustia y la tribulación (Sal. 50:14, 15). La palabra ”tribulación” (en hebreo: tsarah) significa literalmente “opresión”, en el sentido de angustia, adversidad, aflicción y sufrimiento, que afecta a ricos y a pobres, creyentes y no creyentes. Pero tenemos la seguridad de que en nuestras pruebas Dios provee consuelo y responde nuestras peticiones, según su voluntad (1 Juan 5:14).

 

Fieles en las perplejidades de la riqueza
A veces, las cuestiones de dinero nos quitan el sueño (Ecl. 5:12), atraen ladrones (Mat. 6:19), acercan falsos amigos (Prov. 14:20; 19:4), dan lugar a la codicia (Ecl. 4:8; 5:10) y pueden conducir al engreimiento (Prov. 28:11) o a la indiferencia hacia los demás (Prov. 18:23). No podemos poner nuestro corazón en las riquezas (Sal. 62:10). Además, la bancarrota (Prov. 5:14; 27:24) a veces puede ser inevitable y dolorosa. Por eso, siempre es sabio recordar que es mejor tener poco en el Señor que mucho con angustia (Prov. 15:16).

Josafat tenía riquezas y ejércitos, pero no estaban a la altura de la crisis inesperada que los amenazaba. Esta crisis era mayor que cualquier cosa para la que pudieran prepararse. Sin embargo, Josafat confió en Dios y en la guía profética, y su historia se convirtió en un testimonio de la gran liberación divina (2 Crón. 20:1-22). Esta increíble historia es una lección para que la Iglesia Adventista confíe en Dios y en la guía profética que ha recibido (2 Crón. 20:20; Efe. 4:11-13; Apoc. 12:17; 19:10).

En contraste, tenemos la historia de David, quien incurrió en el desagrado de Dios por su presunción. Incluso con todas las evidencias del cuidado divino en su pasado, David pecó al censar al pueblo (1 Crón. 21:1-14) sin consultar a su profeta (1 Crón. 21:1-4, 9-13). Podemos llegar a pensar que no necesitamos orientación profética. Cuán rápidamente vemos nuestra insensatez cuando nos vemos sumidos en el caos. El hecho de que la ira y el juicio divinos cayeran sobre el pueblo (2 Sam. 24:1; 1 Crón. 21:7, 11, 12) muestra que, en cierta medida, este compartió el pecado del rey.

En la mentalidad hebrea, Dios tiene el control de todo (Dan. 4:35; Isa. 46:10) en última instancia. Ni siquiera un gorrión perece sin que el Padre lo sepa (Mat. 10:29). Todo sucede solo con el permiso divino o por su voluntad, la que al mismo tiempo respeta las decisiones y las responsabilidades individuales (2 Sam. 24:11, 12; Deut. 30:19). Cuando Faraón endureció el corazón (Éxo. 8:15, 19, 32), la Biblia a veces atribuye esta acción a Dios (Éxo. 10:20, 27; 11:10), mostrando que Dios permitió que Faraón tomara sus propias decisiones. Dios restringe el mal pero, en última instancia, la persona toma la decisión y asume la responsabilidad de sus actos. En el caso de David, no estaba prohibido, ni era pecado, contar al pueblo (Núm. 1:2, 3, 19). Pero, en este caso en particular, el acto de censar fue un pecado (1 Crón. 21:8), posiblemente porque David confió en la ilusión del poderío militar (1 Crón. 21:5) en lugar de confiar en la verdadera Fuente de fortaleza, Dios (Jer. 17:5). La lección para nosotros es que Dios está por encima de todas las cosas.

Necesitamos ir a él en primer lugar, antes de recurrir a los medios humanos de liberación. El conocimiento, el poder, la fama, la belleza física y los puestos de influencia, sin el temor del Señor, pueden tener consecuencias negativas similares a las que derivan de adquirir riquezas sin la bendición o la ayuda de Dios. Por lo tanto, debemos apreciar la sabiduría divina más que cualquier don material (Prov. 2:1-6; 4:7; 8:11).

 

Fieles en las perplejidades de la pobreza
Una falta excesiva de dinero también causa daño, ya que tiene el efecto contrario a la riqueza. Los pobres son perseguidos (Sal. 10:2), despreciados (Prov. 14:20; 19:7) y explotados (Deut. 24:14). Por eso el sabio ora pidiendo equilibrio (Prov. 30:8).

Dios es Señor de ricos y de pobres (Prov. 22:2). Él no desprecia a los pobres por ser pobres, porque su propio Hijo vino como un hombre pobre entre los pobres
(2 Cor. 8:9). Dios tampoco favorece a los ricos porque sean ricos, porque todas las riquezas son suyas (Hag. 2:8). Antes bien, Dios requiere que todos sus hijos sean fieles mayordomos de sus recursos (1 Cor. 4:2; Apoc. 2:10). Debemos recordar que la razón para confiar en la ayuda divina es que Dios es el Creador del “cielo y la tierra” (Sal. 121:1, 2). Esta misma razón presentó Melquisedec antes de recibir el diezmo de Abram (Gén. 14:19, 20), y fue el motivo por el que el patriarca rechazó las riquezas de la malvada Sodoma (Gén. 14:22, 23). Confiar en Dios es una experiencia de aprendizaje.

En el método de enseñanza bíblico, el aprendizaje (en hebreo: Jamad) implica teoría y práctica, como se evidencia en la religión del antiguo Israel. Según Deuteronomio, el aprendizaje debe darse mediante el oír (Deut. 4:10), la enseñanza a la congregación (Deut. 4:5, 14; 31:12), el canto de las palabras de Dios (Deut. 31:19, 22) y la lectura (Deut. 17:19). Además, el aprendizaje debe transmitirse a los hijos: hablarles mientras están sentados, al caminar, acostarse y levantarse (Deut. 11:19), fomentando así la comunión y la confianza en el pacto con Dios. Los pasajes anteriores vinculan con frecuencia las palabras “aprender” (Jamad) y “practicar”, lo que indica que el aprendizaje se produce al experimentar la verdad de Dios y al temer al Señor. En este sentido, los diezmos y las ofrendas también eran, y todavía lo son, instrucciones divinas, ya que enseñan a comprometerse con la obra de Dios (Mal. 3:8-10), así como a honrar y alabar (heb. kabad) su nombre (Prov. 3:9). El objetivo general del aprendizaje de las actividades religiosas en Israel se repite en el segundo diezmo consagrado a la devoción familiar y la caridad: “para que aprendas a reverenciar siempre al Señor tu Dios” (Deut. 14:23). (Ver PP 570-577.)

 

Fieles en preparación para las pruebas de los últimos días
En los últimos días, la gente amará el dinero. Debemos evitar su influencia (2 Tim. 3:1-5), porque la codicia es idolatría (Efe. 5:5). Juan nos advierte que los idólatras quedarán fuera de la Ciudad Santa (Apoc. 22:14, 15). Además, las medidas legales algún día impedirán que el pueblo de Dios pueda comprar y vender (Apoc. 13:11-17), y todo lo que se le negó al Señor, junto con los tesoros de Babilonia (Apoc. 18:10-16), perecerá en el fuego (2 Ped. 3:3-10).

La muerte es inesperada. Como los muertos no tienen conciencia ni noción del tiempo hasta la venida de Jesús, esto hace que la muerte sea un sueño (1 Tes. 4:13, 14; 1 Cor. 15:52). En consecuencia, siempre necesitamos ser fieles en todo mientras todavía respiramos. Desde nuestra perspectiva y experiencia, la venida de Cristo será tan pronto como el día de nuestra muerte, porque el período entre la muerte y la resurrección será como un abrir y cerrar de ojos. A cada uno se le dará entonces la recompensa final, según sus obras (Mat. 16:27). La comunión diaria con Dios y la vida modesta deben ser reglas de vida, porque no sabemos a qué hora vendrá el Señor (Mat. 24:42, 44).

 

APLICACION A LA VIDA
En los últimos días, los tiempos son peligrosos (2 Tim. 3:1). Con este peligro en mente, recuerda a los alumnos que Dios requiere que cumplan con dos deberes sagrados: (a) impulsar el Reino de Dios en esta Tierra y (b) permanecer fieles durante las pruebas y la persecución.

A. Los seguidores de Dios deben prestar atención al avance de la
obra de Dios
“La obra de Dios se ha de extender. Si su pueblo sigue su consejo, no conservará muchos recursos que serán consumidos en la conflagración final. Se habrá hecho tesoros donde la polilla y el orín no pueden corromper, y no habrá vínculo que lo ligue a esta Tierra” (CMC 60).

  1. ¿Cómo puedes ser más fiel con tus recursos? ¿De qué forma estás reteniendo la porción del Señor, que “será consumida en la conflagración final”?
  2. La esposa de Lot miró hacia atrás a las posesiones que ocupaban su corazón; por ese motivo, tuvo un final trágico (Gén. 19:26). ¿Qué puedes hacer para que tu corazón no tenga ningún ”vínculo que lo ligue a esta Tierra”, y para que no ”mires hacia atrás” como lo hizo la esposa de Lot?

 

B. Debemos ser fieles en medio de las dificultades
”Cuando pasa la Luz del mundo, se descubre un privilegio en las dificultades, orden en la confusión, éxito en el aparente fracaso. Se ven en las calamidades bendiciones disfrazadas; en los dolores, misericordias” (Ed 270). Incluso aquellos que son fieles pasan por pruebas (Juan 16:33). Pide a un alumno que comparta con la clase cómo aprendió a depender completamente de Dios en tiempos de tribulación. Pregúntale: ¿Cómo te enseñó esta experiencia que Dios tiene todo bajo control y que resuelve todas las cosas para tu bien?

Radio Adventista
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