Lección 11 Edicion Adultos: “El cristiano y el trabajo” Para el 12 de Diciembre de 2020

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2020

“El cristiano y el trabajo”

Lección 11 :- Para el 12 de diciembre de 2020

 

Sábado 5 de diciembre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 3:19; Deuteronomio 16:15; Éxodo 25:10–30:38; Gálatas 5:22–26; Eclesiastés 9:10; 1 Corintios 10:31.

Para Memorizar: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor. 15:58).

El trabajo fue idea de Dios. En el mundo ideal antes del pecado, Dios les dio a Adán y a Eva la tarea de cuidar el jardín (Gén. 2:15). Al igual que su Creador, a cuya imagen fueron creados, debían dedicarse a un trabajo creativo y al servicio amoroso. Es decir, incluso en un mundo no caído, un mundo sin pecado, muerte ni sufrimiento, la humanidad debía trabajar.

En este “interín” (después del mundo ideal y antes del prometido), se nos invita a ver el trabajo como una de las bendiciones de Dios. Entre los judíos, a cada niño se le enseñaba un oficio; de hecho, se decía que un padre que no le enseñaba un oficio a su hijo educaba a un criminal. Mientras tanto, Jesús, el Hijo de Dios, pasó muchos años haciendo la voluntad de su Padre en un trabajo honesto como un hábil artesano, tal vez, proveyendo a la gente de Nazaret los muebles e implementos agrícolas necesarios (Mar. 6:3). Esto también formó parte del adiestramiento para prepararlo para el ministerio que tendría por delante. El apóstol Pablo hacía la obra del Señor cuando trabajó junto a Aquila y Priscila durante un año y medio como fabricante de tiendas de campaña, tan ciertamente como cuando los sábados debatía en la sinagoga (Hech. 18:1–4; 2 Tes. 3:8–12). Esta semana analizaremos el tema del trabajo y su papel en la educación cristiana.

 

Domingo 6 de diciembre: Las muchas facetas del trabajo

“Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor” (Ecl. 3:12, 13).

“Trabajo” es una palabra española sustancial y sin adornos, pero tiene muchos significados posibles. Por necesidad, trabajamos para llevar comida a nuestras mesas, pagar las cuentas y ahorrar un poco para tiempos difíciles. Perder un trabajo a menudo es peor que soportar una situación laboral deficiente.

El trabajo puede dar a una persona un sentido de dignidad. El trabajo es una forma común de responder a la pregunta “¿Qué haces?”, o incluso “¿Qué eres?”. La mayoría de los jubilados siguen trabajando a tiempo parcial mientras pueden, ya sea remunerados o como voluntarios. Un trabajo ofrece una razón para levantarse a la mañana. Si le das trabajo a un adolescente, hay un candidato menos para la delincuencia.

Lee Génesis 3:19. ¿Cuál es el contexto y qué nos dice acerca de la otra cara del trabajo, al menos para algunos?

De repente, el trabajo antes de la Caída cambia después de la Caída. Aquí hay una referencia a la otra cara del trabajo. Para algunos, el trabajo solo significa la ingrata tarea de las obligaciones diarias, que acabará con la muerte. Trabajan en tareas que desprecian, con la esperanza de jubilarse mientras todavía tengan salud. Para otros, el trabajo puede apoderarse de la vida y convertirse en el centro de la existencia, e incluso en la fuente esencial de la identidad personal. Lejos de su trabajo, estas personas se sienten deprimidas o desorientadas, inseguras de qué hacer o a dónde acudir. En la jubilación, pueden desmoronarse física y psicológicamente, y a menudo mueren prematuramente.

Los cristianos necesitan aprender a trabajar a la manera de Dios. El trabajo es más que una necesidad económica. El hombre es más que un simple empleado. Bien entendido, el trabajo en la vida es una forma de ministerio, una expresión de nuestra relación con el Señor. Parte de la tarea de un maestro es ayudar a los alumnos a encontrar un trabajo en el cual sus habilidades e intereses, dados por Dios, coincidan con las necesidades del mundo.

¿Qué haces? Es decir, ¿qué haces con tu vida y cómo puedes glorificar mejor al Señor?

 

Lunes 7 de diciembre: El trabajo y la disciplina

La vocación o el trabajo tienen que ver con la “capacidad de hacer” en la vida. Incluso los que tienen trabajos más intelectuales terminan de alguna manera haciendo trabajo físico de algún tipo, aunque eso signifique simplemente presionar las teclas de la computadora.

¿Qué nos enseñan los siguientes textos sobre el trabajo, usando las “manos” como símbolo? Deuteronomio 16:15; Eclesiastés 9:10; Proverbios 21:25; Jeremías 1:16.

Dios nos ha dado “la obra de [nuestras] manos” para que podamos encontrar satisfacción y gozo (ver Prov. 10:4; 12:14). En psicología, la “autoeficacia” describe la creencia de que cada persona tiene la capacidad de lograr algo significativo en la vida. La autoeficacia no aumenta al repetir: “¡Creo que puedo! ¡Creo que puedo!” Lo único que realmente aumenta la autoeficacia es hacer algo.

Si bien “la obra de [nuestras] manos” es una bendición de Dios para nosotros (ver Sal. 90:17) y nos permite vivir una vida significativa, el plan supremo de Dios es que “la obra de [nuestras] manos” sea una bendición para los demás. Pablo escribe que debemos trabajar, haciendo algo útil con nuestras manos, para que podamos tener algo que compartir con los demás. Pablo seguramente puso en práctica ese principio:

“Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’” (Hech. 20:34, 35, NVI).

Deberíamos hacer nuestra la sencilla oración de Nehemías: “Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos” (Neh. 6:9).

¿Cuál es tu actitud hacia tu trabajo? ¿De qué maneras podrías usar tu trabajo para ser de mayor bendición para los demás?

 

Martes 8 de diciembre: El trabajo y la excelencia

Repasa Éxodo 25:10 a 30:38. ¿Cuán específico fue Dios cuando le pidió a Moisés que construyera un Tabernáculo de adoración? ¿Qué nos dice esto sobre el carácter de Dios?

Cuando Dios le indicó a Moisés que construyera un tabernáculo “para él”, Moisés podría haber dicho: “¡No hay problema, Señor! Estuve armando tiendas desde que me escapé de Egipto hace cuarenta años… ¡Solo dame un minuto!” Para cualquier hombre que viviera en la cultura madianita seminómade de la época, armar una carpa era algo sencillo. Podría haberlo hecho con los ojos vendados, por reflejo, con la mente en otras cosas mucho más importantes. Lo que Moisés quizá no se esperaba era un conjunto de planos muy detallados (que por lo demás era una estructura arquitectónica muy sencilla), más una larga lista de cómo fabricar cada mueble del interior, al igual que las prendas sacerdotales: casi 150 instrucciones punto por punto. Para construir una mesa sencilla, por ejemplo, Moisés tuvo que seguir un procedimiento de ensamblaje de siete pasos (Éxo. 25:23–30).

La atención al detalle que Dios mostró en la construcción de su Tabernáculo (como así también más adelante en las instrucciones para los rituales sacrificiales) muestra un espíritu predominante de excelencia, un deseo de producir nada menos que una obra maestra. Los materiales eran de la más alta calidad, el diseño era impecable, el trabajo tenía que ser sobresaliente: el mensaje era claro: “¡Con Dios, no se acepta el trabajo chapucero!”

Sin embargo, aunque la norma parecía ser elevada, fue Dios mismo quien proporcionó no solo el ímpetu sino también los recursos humanos para alcanzarla. Leemos en Éxodo 31:1 al 6 y 35:30 al 36:1 que Dios mismo le dio al pueblo las habilidades necesarias. Estos hombres fueron llenos “del Espíritu”, lo que les dio habilidad y conocimiento en todo tipo de artesanías, para que la construcción del Tabernáculo y sus muebles avanzaran como “ha mandado Jehová” (Éxo. 36:1). Además, los mismos dos maestros diseñadores también fueron dotados para “que pueda[n] enseñar” (35:34), de modo que su conocimiento y habilidad continuaran dentro de la comunidad israelita. Aunque en la historia se señala a ambos como los líderes elegidos por Dios, hubo otros que recibieron dones similares y se sumaron a la obra (36:2).

Por lo tanto, no es una excusa válida el hecho de que seamos seres humanos y pecaminosos para encarar alguna tarea sin la máxima dedicación. Dios espera que siempre nos desempeñemos de la mejor manera, aprovechando nuestros talentos, habilidades, tiempo y educación para grandes causas.

 

Miércoles 9 de diciembre: El trabajo y la espiritualidad

“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál. 5:25). El trabajo y la espiritualidad son inseparables. El cristianismo no es una prenda que nos podemos poner o quitar cuando cambiamos de humor o pasamos por diferentes etapas de la vida. El cristianismo crea un nuevo ser que se manifiesta en todas las dimensiones de la vida, incluyendo el trabajo.

Lee Gálatas 5:22 al 26. ¿Qué dones que describe Pablo también te describen a ti y a tu trabajo?

Un diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento describe a la persona “espiritual” como “alguien que manifiesta los frutos del Espíritu a su manera”. A partir de esto, podemos concluir que a través de nuestra conexión con Cristo, los seres humanos funcionaremos como creyentes en todos los aspectos de nuestra vida.

Un paciente estaba en su lecho de muerte en el Hospital de Florida mientras su mejor amigo velaba junto a su cama. Los enfermeros entraban y salían de la habitación, atendiendo las necesidades del paciente. Tratando de mantener una conversación fluida, el amigo preguntó a los enfermeros dónde habían estudiado. Muchos le contaron que se graduaron del Hospital Escuela Florida.

Esto causó una gran impresión en el amigo. Posteriormente realizó varias visitas al Hospital Escuela Florida para ver cómo era. ¿Por qué? Porque él le había contado a la gente que le parecía que los enfermeros graduados de esta escuela constantemente le brindaban más amor y cariño a su amigo moribundo que los enfermeros graduados en otros lugares. Es decir, pudo ver una gran diferencia entre ellos y los demás con respecto a su actitud hacia su amigo moribundo.

Por lo tanto, hizo muchas preguntas sobre el colegio y su misión, y finalmente dejó una donación de cien mil dólares para educar a más enfermeros como los que había visto en acción. Sí, la espiritualidad es un estilo de vida.

¿Cómo manifiestas tu espiritualidad en las tareas cotidianas de la vida? ¿Qué tipo de impresión crees que dejas (porque, en definitiva, dejas huella)?

 

Jueves 10 de diciembre: El trabajo y la mayordomía

“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Ecl. 9:10). El más sabio de los hombres utiliza estas palabras de consejo con respecto a la mayordomía en todos los aspectos de la vida.

Al hablar sobre la mayordomía cristiana, muchos limitan sus pensamientos a la responsabilidad financiera de los cristianos. Aunque el dinero es sin duda un aspecto importante de la mayordomía, no lo es todo. En teoría organizacional, la mayordomía alude a la responsabilidad administrativa de adquirir y utilizar en forma adecuada todos los recursos disponibles.

En la iglesia, ¿cuáles son los recursos con los que Dios nos ha bendecido? Pedro dice claramente que el Creador dio dones a cada uno; y llama “sacerdocio santo” (1 Ped. 2:5) a esos cristianos dotados con responsabilidad ante Dios por su administración de todos los dones de Dios: dinero, tiempo, energía, talento y demás.

Lee Eclesiastés 9:10 y 1 Corintios 10:31. ¿Cuál es el mensaje para nosotros en estos versículos sobre cómo debemos trabajar y cómo debemos educar a la gente para trabajar?

Una de las trampas comunes de la vida actual es la tendencia a compartimentar los diferentes aspectos de la vida. Hay una vida laboral, una vida familiar, una vida espiritual, e incluso una vida de ocio. La tendencia a separar estos aspectos de la vida para que haya poca o ninguna superposición entre ellas es deseable en algunos casos. Por ejemplo, no es bueno llevar el trabajo a casa, de manera que interfiera con las responsabilidades familiares. La búsqueda del ocio tampoco debería reducir el tiempo que pasamos con Dios.

Sin embargo, esa restricción no debería aplicarse al papel que nuestra vida espiritual debe desempeñar en toda nuestra existencia. El trabajo del cristiano surge de la comunión y el trabajo con Dios. El trabajo es una manera en la que podemos practicar la presencia de Dios. Compartimentar nuestra vida religiosa, limitar a Dios a un día, una hora o incluso un aspecto de la vida, es rechazar la presencia de Dios en estos otros aspectos.

Dos preguntas: en primer lugar, pregúntate si realmente fragmentas tu vida espiritual. En segundo lugar, si tu respuesta es sí, ¿cómo puedes aprender a dejar que la espiritualidad reine en todo lo que haces?

 

Viernes 11 de diciembre

Para Estudiar y Meditar:

Lee Génesis 3; Eclesiastés 2:18 al 23; Efesios 6:6 al 8; Elena de White, Patriarcas y profetas, “La tentación y la caída”, pp. 34-47.

El trabajo, ¿una maldición o una bendición? Al parecer, vino como parte de la maldición del pecado (Gén. 3:17). Una lectura más cuidadosa revela que fue la tierra la que fue maldecida, no el trabajo. Elena de White declara que Dios tenía la intención de que este mandato funcionara como una bendición: “La vida de afanes y cuidados, que en lo sucesivo sería el destino del hombre, le fue asignada por amor. Era una disciplina que su pecado había hecho necesaria para frenar la tendencia a ceder a los apetitos y las pasiones y para desarrollar hábitos de dominio propio. Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la ruina y la degradación del pecado” (PP 44). ¿Es posible que lo hayamos convertido en una maldición por la monotonía, el exceso de trabajo o la sobrevaloración de su papel en nuestra vida? Cualquiera que sea nuestra situación, debemos aprender a poner el trabajo en su perspectiva adecuada. Y la educación cristiana debe ayudar a capacitar a las personas para asimilar el valor del trabajo, y al mismo tiempo no convertirlo en un ídolo.

Preguntas para Dialogar:

  1. Lee Eclesiastés 2:18 al 24. ¿Cómo puede Salomón considerar que el trabajo es una bendición y una maldición en la misma porción de la Biblia? ¿Cuáles son las sugerencias del texto sobre cómo podemos marcar la diferencia en la manera de abordar nuestro trabajo?
  2. Es mediante el trabajo que cuidamos (sustentamos) a nuestras familias. ¿Cómo podemos transmitir una actitud positiva sobre el trabajo a nuestra familia?
  3. Hay una delgada línea entre hacer un trabajo excelente y ser un adicto al trabajo, a veces. ¿Cómo evitamos cruzar esa línea? Ver Eclesiastés 2:23.
  4. Pablo dijo muy claramente: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tes. 3:10). Este principio, por supuesto, tiene mucho sentido. ¿Cuáles podrían ser algunos ejemplos en los que no se aplica? Es decir, ¿por qué debemos estar seguros de no hacer de esta una regla irrefutable que nunca debe romperse?
Radio Adventista
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