9. Cuidado con la codicia(1T 2023—Administrando para el Maestro – Hasta que Él venga)
Textos bíblicos: Isa. 14:12–14, Efesios 5:5, Josué 7, Juan 12:1–8, Hechos 5:1–11, 1 Cor. 10:13, Lucas 12:15.
Citas
- El deseo de tener es el pecado de la codicia. William Shakespeare
- La codicia es a la vez el principio y el fin del alfabeto del diablo: el primer vicio de la naturaleza corrupta que se mueve, y el último que muere. Michel de Montaigne
- Por la codicia, la gente te explotará con palabras engañosas. Domingo Adelaja
- La codicia es la mayor de las desgracias. Quien no sabe lo que es suficiente nunca tendrá suficiente. Laozi
- Codicia: mirar más lo que quisiéramos tener que lo que tenemos. Joseph Hall
- La codicia enseña a las personas a ser crueles y astutas, laboriosas y malvadas, llenas de cuidado y malicia; y después de todo esto, no sirve para nada a sí misma, pues no se atreve a gastar esos montones de tesoros que ha arrebatado. Jeremy Taylor
Para debatir
¿Por qué tenemos un deseo tan fuerte de poseer? ¿Qué dice esto sobre nuestra naturaleza y nuestros objetivos vitales? ¿Cómo encaja la codicia con la rebelión de Lucifer? ¿Cómo se desarrolla esto en la gran controversia? ¿Cuál es la mejor defensa contra tales deseos? ¿Por qué el amor al dinero es la raíz de todos los males? ¿Cómo va la codicia más allá del mero deseo de las cosas?
Resumen bíblico
Isa. 14:12-14 es el relato de la caída de Lucifer porque codició la posición de Dios. Efe. 5:5 incluye la codicia como un pecado que te mantiene fuera del reino de Dios. La codicia de Acán le lleva a la muerte en Josué 7. Judas Iscariote critica el “derroche” de perfume cuando María unge los pies de Jesús. Juan observa: “No lo decía porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón. Era el que cuidaba el dinero de los discípulos y a menudo tomaba algo para sí mismo” (Juan 12,1-8). La codicia engañosa de Ananías y Safira se desenmascara en Hechos 5:1-11. Dios no permite más tentaciones de las que podemos soportar (1 Cor. 10:13). “Vigila y guárdate de todos los pensamientos y acciones codiciosas, porque la vida de una persona no se resume en todas las cosas que posee” (Lucas 12:15).
Comentario
Aunque la palabra “codicia” no se usa mucho hoy en día, sigue identificando un defecto humano básico. Describe el proceso por el que nos vemos arrastrados a satisfacer nuestros deseos por las cosas. Primero vemos algo. Nos percatamos de algún objeto que despierta nuestro interés. Luego nos convencemos de que es algo que queremos, que debemos tener. La parte final del proceso es la acción: apoderarnos del objeto de nuestro deseo: ya sea comprándolo, o simplemente tomándolo de la manera que queramos.
Este proceso es exactamente lo que ocurrió con Eva en el Jardín. El registro dice que “la mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer y agradable a la vista”. Luego se dio cuenta de que era “deseable para adquirir sabiduría”. Lo deseó. Finalmente, actuó de acuerdo con este deseo, “tomó un poco y lo comió”, Génesis 3:6 NVI, énfasis añadido. Las cosas no han cambiado en los milenios transcurridos desde la caída. Jesús dedicó gran parte de su enseñanza a hablar sobre el dinero y las posesiones. El verdadero problema es que pueden reemplazar a Dios en nuestras vidas, y convertirse en aquello en lo que confiamos en lugar de él. En la parábola del Sembrador, Jesús nos da las diferentes reacciones a las buenas noticias. Una de las más comunes seguramente es la respuesta positiva al principio, pero los espinos asfixiantes que abruman al cristiano en crecimiento con las distracciones del dinero y los bienes personales.
¿Cómo romper entonces ese círculo vicioso por el que vemos algo, lo deseamos y trabajamos para poseerlo? ¿Basta con alejarse? ¿No es el problema que sigamos deseándolo, aunque no lo poseamos o no podamos poseerlo? Porque el verdadero problema es el deseo por las cosas, como si éstas pudieran satisfacer nuestras necesidades más profundas. La cita “El que muere con más juguetes gana” se atribuye al millonario Malcolm Forbes. Dicho así, nuestro deseo de tener cosas suena absolutamente estúpido. Y así es. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en querer más y más cosas? Nunca se tiene suficiente de lo que realmente no se necesita, como han dicho varias personas, entre ellas el grupo de rock irlandés U2. Así que seguramente es el momento de mirar a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, para encontrar la gracia que nos ayude en el momento de necesidad, para que pueda hacer frente a estas tentaciones de llenar nuestras vidas con lo que no nos satisface.
Jesús habló con fuerza a los “religiosos” de su tiempo: “¡Qué desastre os espera a vosotros, maestros religiosos y fariseos, hipócritas! Limpiáis el exterior de la copa y del plato, pero por dentro estáis llenos de avaricia y de autocomplacencia.” Mateo 23:25. Vio que su comportamiento religioso autocomplaciente enmascaraba profundos pecados internos. Era como si pensaran que mientras “cumplieran las reglas” podían permitirse todo tipo de licencias. Pero para terminar con una nota positiva, consideremos lo siguiente del rabino Heschel: “En lugar de entregarse a los celos, a la codicia, a deleitarse en sí mismos, hay hombres que mantienen su corazón alerta a la quietud en la que el tiempo rueda y nos deja atrás. … los que están abiertos a la maravilla no se la pierden. La fe se encuentra en la solicitud de la fe, en el cuidado interior de la maravilla que está en todas partes”.
Comentarios de Elena de White
Cristo leyó su corazón [de Judas] y en su enseñanza se detuvo en los principios de la benevolencia que golpean en las mismas raíces de la codicia. Expuso ante Judas el horroroso carácter de la codicia y, muchas veces, el discípulo comprendió que se había descrito su carácter y señalado su pecado. Pero, no lo confesó, ni abandonó su injusticia. Judas era autosuficiente y en vez de resistir la tentación continuó con sus prácticas fraudulentas…{El Cristo Triunfante, p. 266} La riqueza se ha conseguido por diversas formas de robo, y no sólo a los hombres, sino a Dios. La gente emplea todos los medios posibles para satisfacer su egoísmo. Se aferran de todo lo que pueden para satisfacer su codicia. La avaricia y la sensualidad prevalecen… {El Cristo Triunfante, p. 351}
El Señor le había enseñado a su pueblo que él era el propietario de la viña, y que todas sus posesiones les habían sido confiadas a fin de que fuesen usadas para él. Pero los sacerdotes y los maestros no realizaban su sagrado oficio como si hubiesen estado manejando la propiedad de Dios. Le robaban sistemáticamente los medios y las facilidades confiados a ellos para el adelanto de su obra. Su avaricia y ambición hacían que fuesen despreciados aun por los paganos. Así se le dio ocasión al mundo gentil de interpretar mal el carácter de Dios y las leyes de su reino {Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 235} Debe ser desarraigado todo lo que Satanás planta en el corazón: la envidia, los celos, las malas sospechas, la maledicencia, la impaciencia, el prejuicio, el egoísmo, la codicia y la vanidad. Si se permite que permanezcan estos malos rasgos en el alma, darán frutos que contaminarán a muchos. ¡Oh, cuántos cultivan las plantas venenosas que matan los frutos preciosos del amor y contaminan el alma! {El Hogar Cristiano, p. 174}
El operativo que dirige el poder de la iniquidad pareciera llevar cautivo a todo el mundo… Enumeren los vicios de los hombres y las mujeres. Pero, es inútil intentar contarlos. La riqueza se ha conseguido por diversas formas de robo, y no sólo a los hombres, sino a Dios. La gente emplea todos los medios posibles para satisfacer su egoísmo. Se aferran de todo lo que pueden para satisfacer su codicia. La avaricia y la sensualidad prevalecen… {El Cristo Triunfante, p. 351} Su avaricia y ambición [de los maestros y sacerdotes] hacían que fuesen despreciados aun por los paganos. Así se le dio ocasión al mundo gentil de interpretar mal el carácter de Dios y las leyes de su reino. {Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 235}