Lección 9 Edición Maestros: “Guárdense de toda avaricia” Para el 4 de Marzo de 2023

Edición para maestros. Primer trimestre de 2023

“Guárdense de toda avaricia”

Lección 9 :- Para el 4 de Marzo de 2023

RESEÑA

La lujuria, una forma de codicia, engendra el pecado, que lleva a la muerte (Sant. 1:15; ver también Jud. 1:18). La avaricia es una transgresión contra la ley del amor abnegado (1 Cor. 13:5). Por otro lado, una vida piadosa y con contentamiento es un gran beneficio (1 Tim. 6:6-10). La codicia no conoce límites, ni siquiera cuando se trata de lo sagrado, como demuestra con demasiada frecuencia la vida de los hombres y de los ángeles en la Biblia. En el cielo, Lucifer deseaba exaltarse a sí mismo (Isa. 14:12-14). Hoy, en la Tierra, la humanidad sigue codiciando lo que pertenece únicamente a Dios.

Durante la caída de Jericó, Acán codició parte de lo que estaba consagrado a la tesorería del Señor (Jos. 6:19, 24; 7:20, 21).Judas era ladrón y solía robar de la bolsa (Juan 12:4-6). Aun en medio de la manifestación del Espíritu en la iglesia, Ananías y Safira mintieron porque codiciaron parte de lo prometido (Hech. 5:1-10). Incluso el pueblo elegido robó a Dios después de ser librado de su exilio (Mal. 3:8-10). La solución a esta codicia y lujuria es andar en el Espíritu, no en la carne (Gál. 5:22; Rom. 8:4-9). Los que no conocen a Dios andan en la pasión de la lujuria, o concupiscencia (1 Tes. 4:5). Sin embargo, los que siguen a Jesús se niegan a sí mismos, toman su cruz (Luc. 9:23) y escapan de la corrupción que hay en el mundo a causa de la lujuria (2 Ped. 1:4). Al imitar a Dios, el Dador de todas las cosas, incluyendo las cosas que le damos (1 Crón. 29:14), caminamos en amor, tal como caminó Jesús. El amor por los pecadores inspiró a Jesús a entregarse desinteresadamente por nosotros como ofrenda y sacrificio (Efe. 5:1, 2). Una vida dirigida por la gracia de Jesús, quien es el Verbo hecho carne, y por la oración, confirmará las verdades bíblicas de que “es más dichoso dar que recibir” (Hech. 20:35) y que “Dios ama al que da con alegría” (2 Cor. 9:7).

 

COMENTARIO
Deseo y codicia

  1. Una palabra que se utiliza en el Nuevo Testamento para deseo es epithymia (griego), que puede denotar el significado de “lujuria”, “deseo” o ”lujuria de la carne” (Sant. 1:14; 1 Juan 2:16, 17). Antes de nuestra conversión, caminábamos en los deseos (epithymia) de la carne (Efe. 2:3). Sin conocer a Dios, la humanidad sigue los deseos (epithymia) de su corazón (Rom. 1:21-24). Por otro lado, Pablo desea (epithymia) ver a sus hermanos (Rom. 15:23) y desea (epithymia) estar con Cristo (Fil. 1:23). De acuerdo con el significado anterior, el deseo puede ser bueno o malo. Por lo tanto, el apóstol Pablo nos aconseja mortificar los miembros del pecado, entre los cuales están los malos deseos (kakós epithymia), que son dañinos y nocivos, así como la avaricia (pleoneksia), que es idolatría (Col. 3:5).
  2. Al contrario, la codicia se caracteriza especialmente por un deseo desmesurado de riquezas o posesiones, o de las posesiones de los demás.

El apóstol Pablo utiliza la palabra “avaro” (griego: p/eoneksia) en el sentido de estar ávido de ganancias (Efe. 5:5). Jesús también relaciona la codicia con la abundancia de bienes materiales (Luc. 12:15). La codicia también se puede aplicar al deseo excesivo o ilegal de algo. La lujuria (pleoneksia), o malos deseos (kakós epithymia), distorsiona la percepción del pecador porque son deseos sin dominio propio (Gál. 5:22), lo que lleva a la idolatría (Efe. 5:5) mediante la exaltación de las cosas materiales (posesiones) en lugar del Creador.

 

Ejemplos de advertencia

  1. Lucifer pretendía apoderarse de la posición (Trono) de Dios (Isa. 14:12-14) y del derecho a ser adorado (Mat. 4:9), y así autoexaltarse y colocar a una criatura en el lugar del Creador. Sin embargo, después de haber fracasado en el Cielo, Lucifer desvió su atención maligna hacia la humanidad, fomentando el pecado y la concupiscencia para destruir el tesoro del Señor en la Tierra (Mal. 3:8-10). Pero el Señor apela a los fieles para que se vuelvan a él (Mal. 3:7, 8), y les promete bendiciones inconmensurables (Mal. 3:10-12), que son mejores que las ganancias derivadas de la concupiscencia.
  2. Acán reconoció que codiciaba (en hebreo: hamad) objetos sagrados de la tesorería del Señor (Jos. 6:18, 19; 7:21). Hamad significa deseo y también ”codicia”, ”lujuria”, ”belleza”, ”cosa deleitable”, ”deleite”, ”agradable” y ”cosa preciosa”. Esta palabra se utiliza en el décimo Mandamiento para prohibir la codicia (Éxo. 20:17). Como tal, el pecado también puede comenzar con el deseo de cosas buenas, pero prohibidas.Tanto la versión griega del Antiguo Testamento traducida por los judíos (LXX), como los escritos del apóstol Pablo, traducen hamad (hebreo) en el décimo Mandamiento como epithymia (griego), que también significa deseo (Rom. 7:7; Rom. 13:9). Pero este deseo o atracción (hamad) por la belleza y el placer prohibidos puede superarse velando y orando (Mat. 26:41). Si Dios no es el primero en nuestra vida (Mat. 6:33), el deseo, aunque inicialmente sea inocente y lícito, se satisfará sin dominio propio (Gál. 5:22), lo que llevará al pecado.En el caso de Acán, deseó algo prohibido. Después de que su pecado quedó expuesto, Acán, cegado por la codicia (hamad), continuó describiendo el manto robado como “bueno”, o ”hermoso” (Jos. 7:21). Pero la belleza y el valor de algo no justifican ni disminuyen la culpa del pecado.
  3. Eva (Gén. 3:6) comprendió que el árbol era bueno, agradable y deseable (hamad), y comió del fruto prohibido. Violó en Edén el principio del décimo Mandamiento. Una vez más, la lección es que algo hermoso, bueno y deseable (hamad y epithymia), que condujo al pecado en el Edén, sigue incitando al pecado después de la Caída (Sant. 1:14; 1 Juan 2:16, 17).
  4. La experiencia de Judas (Juan 12:1-8) es una advertencia de que las posiciones de liderazgo y los eventos milagrosos, en sí mismos, no refrenan la codicia dentro del corazón humano. Como uno de los doce discípulos, Judas escuchó al Maestro de primera mano, participó de milagros asombrosos y sirvió como tesorero del Señor. Sin embargo, Judas robó de las ofrendas dadas para la obra de Cristo (Juan 12:5, 6) y lamentó el costoso regalo que le otorgó un corazón agradecido y penitente. Judas y algunos otros no aprobaron el tributo de María al Salvador porque sintieron que esa unción de Jesús era un desperdicio de dinero. Creían que ese dinero se podría haber utilizado mejor si se lo hubiera dado a los pobres (Mar. 14:4, 5). Aunque, en realidad, Judas lo quería para sí mismo.Además de proveer para la obra del Señor (Mal. 3:10), los diezmos y las ofrendas tienen otro significado espiritual para el adorador leal, como exaltar el nombre del Señor (Mal. 1:11), acercar al dador a él (Mal. 3:7, 8), honrarlo (Prov. 3:9) y adorarlo (Sal. 66:13). Por eso, la recompensa de María (Juan 12:3-8) no le será quitada. Para ella, lavar los pies de Jesús con un perfume que valía más que trescientas jornadas de trabajo era poco. Al arrodillarse y secar los pies del Señor con su cabello, María también se entregó como ofrenda. En este espíritu, la recompensa del dador fiel nunca será quitada: “Las personas abnegadas y consagradas que le devuelven a Dios lo que le pertenece, del modo en que él lo requiere, serán recompensadas de acuerdo con sus obras. Aunque se gastaran equivocadamente los medios así consagrados, y no cumplieran los propósitos para los cuales el dador los había destinado -la gloria de Dios y la salvación de las almas-, los que realizaron el sacrificio con sinceridad, con el fin único de glorificar al Señor, no perderán su recompensa” (TI 2:460)
  5. Ananías y Safira sirven como ejemplos (Hech. 5:1-11). El libro de Levítico establece que el dinero de la venta de una propiedad debía darse como ofrenda a la tesorería del Santuario (Lev. 27:8-33). El diezmo también está incluido en la lista de cosas sagradas (Lev. 27:31-33; Mal. 3:10). Sin embargo, Levítico 27 señala que todo lo que iba a consagrarse al Señor primeramente debía ser tasado por el sacerdote antes de venderlo o redimirlo, de acuerdo con la ley de la redención (Lev. 27:8, 11-13, 25, 27, 31, 32).

Esta valoración del sacerdote puede sugerir la intención de evitar que surja la codicia debido a la infravaloración de la cosa donada o por redimir. La tasación por parte del sacerdote también podría haberse instituido para evitar que el adorador retuviera parte de los ingresos. Debido a que los sacerdotes ya no supervisaban las tasaciones de la propiedad por vender ni el desembolso posterior de la cantidad entregada como ofrenda, la determinación del precio del bien vendido dependía únicamente de las conciencias de Ananías y de Safira. Pero Ananías y Zafira mintieron para quedarse con una parte de lo que prometieron.

Sin embargo, en el Nuevo Testamento, los diezmos y las ofrendas continúan siendo santos e intocables, como en el Antiguo Testamento. En apoyo de este precepto, tenemos la revelación directa del Señor mismo (Heb. 2:1-4) y del Espíritu Santo (Hech. 5:1-11). Cada vez que hubo una reforma espiritual, la liberalidad del pueblo se volvió en una clara señal de reavivamiento (Éxo. 35:20-29; 2 Crón. 31:1-12; Mal. 3:6-12; Hech. 4:34-37). Pero Ananías y Safira no quedaron suficientemente impresionados por el derramamiento del Espíritu Santo, y cosecharon las consecuencias. Si Ananías y Safira hubieran tenido éxito en su fraude, la credibilidad de los apóstoles y la legitimidad divina de la iglesia se habrían corrompido desde el principio. Aunque en la actualidad no ocurre el mismo juicio inmediato, llegará el día en que todos darán cuenta exacta al Señor de todo lo que hayan hecho, sea bueno o sea malo (Ecl. 12:13, 14).

”Este ejemplo del aborrecimiento de Dios por la codicia, el fraude y la hipocresía no fue dado como señal de peligro solamente para la iglesia primitiva, sino para todas las generaciones futuras. Era codicia lo que Ananías y Safira habían acariciado primeramente. [ … ] Las ofrendas voluntarias y el diezmo constituyen los ingresos de la obra del Señor” (HAp 62).

 

APLICACION A LA VIDA
Pide a un miembro de la clase que lea en voz alta la cita siguiente. Luego analicen en clase las preguntas que aparecen a continuación.

Remedio para la codicia
“La benevolencia abnegada y constante es el remedio de Dios para los pecados corrosivos del egoísmo y de la codicia. Dios ordenó la benevolencia sistemática para sostener su causa y aliviar las necesidades de los dolientes y menesterosos. Mandó que se adquiera el hábito de dar, a fin de contrarrestar el peligroso y engañoso pecado de la codicia. El dar de continuo ahoga la codicia” (HC 319).

  1. La benevolencia abnegada puede parecer ajena al corazón humano no regenerado. ¿Cómo podemos cultivar el hábito de la benevolencia abnegada y disfrutar de la generosidad, liberándonos así de la codicia?
  2. ¿Cómo animar a la gente a participar de campañas para fortalecer la fidelidad en los diezmos, las ofrendas y las donaciones periódicas, para necesidades caritativas y misioneras?

La liberalidad y el Espíritu Santo
”Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del derramamiento del Espíritu. Los conversos al evangelio eran ‘de un corazón y de un alma’. Un interés común los dominaba, a saber, el éxito de la misión a ellos confiada; y la codicia no tenía cabida en su vida” (HAp 59). ”Más tarde, Ananías y Safira agraviaron al Espíritu Santo cediendo a sentimientos de codicia” (HAp 60). ¿Qué revelaría tu autoevaluación espiritual si tuvieras que considerar la fidelidad, la frecuencia y la generosidad con la que contribuyes a los proyectos caritativos y misioneros de la iglesia? (Leer también 2 Cor. 13:5.)

 

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