Esta semana exploraremos estos temas:
- El domingo: ¿Por qué debemos dar ofrendas?
- El lunes: ¿Cuánto debemos dar?
- El martes: ¿Cómo ofrendar?
- Miércoles: ¿Cómo ve Dios nuestras ofrendas? ¿Cómo ve Dios nuestras ofrendas?
- Jueves: ¿Qué es dar con sacrificio?
La pregunta de nuestro texto de memoria implica que nunca podremos dar más que Dios. Pero es importante que demos algo para expresar nuestro agradecimiento por todo lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará por nosotros.
Cuando devolvemos el diezmo a Dios, Él ha prometido bendecir el 90% restante de los ingresos que acumulamos a través de Él. Al dar a la obra de Dios una porción tan grande como nos sea posible, no sólo aumentamos nuestra fe, sino también nuestro amor a Dios y a los demás, lo cual conecta directamente nuestra ofrenda con el cumplimiento de los mandamientos de Dios (Lucas 10:27).
Además del diezmo, en el Antiguo Testamento se mencionaban muchos tipos de ofrendas. Las ofrendas por el pecado, por ejemplo, eran una forma de agradecer a Dios su perdón y misericordia. Las ofrendas de agradecimiento eran una expresión de amor que reconocía las muchas otras bendiciones de Dios, como Su protección, nuestra salud y cualquier prosperidad que pudiéramos disfrutar, incluyendo bendiciones espirituales, como la alegría y la paz.
Como veremos en nuestra lección de esta semana, nuestras ofrendas son parte de nuestra adoración a Dios. Es una forma importante de alabarle por todo lo que ha hecho por nosotros. Sin ello, gran parte de nuestra fe y nuestro amor no sólo dejarían de crecer, sino que disminuirían con cada oportunidad pasada por alto de dar.
El diezmo es ante todo una expresión de nuestra fe en Dios. Pero, al dar alegremente cualquier cosa que supere la décima parte de lo que tenemos, estamos expresando nuestro amor y gratitud a Dios de una manera pronunciada y singular. Es fácil decir que amamos a Dios; pero nuestros dones, sean cuales sean, muestran a Dios y al mundo que le estamos verdaderamente agradecidos y que intentamos parecernos a Él con nuestros dones considerados y amorosos a los demás.
Nuestras ofrendas deben ser una respuesta al don supremo de Dios, Su propio Hijo amado. Nuestras ofrendas, ya sean en dinero o en tiempo, son la prueba de que apreciamos Su don. Esta debería ser la única motivación para dar.
Hay algunos, quizás muchos, que dan como un deber o para ser alabados por los hombres. Pero sólo cuando damos lo mejor de nosotros para alabar a Dios, nuestros dones serán aceptables para Él. El resultado deseado será aumentar nuestro amor, no nuestro orgullo. La motivación que tengamos es totalmente nuestra elección.