Jesús no sólo pronunció palabras que hablaban de su divinidad, sino que sus acciones verificaron sus afirmaciones. Cuando Jesús afirmó ser la resurrección y la vida, ¡lo respaldó resucitando a su amigo Lázaro, después de haber estado muerto cuatro días!
Ese milagro, y varios otros sin precedentes, revelan que Jesús verdaderamente era el divino Hijo de Dios, no un ser creado. Él siempre ha existido, ahora está en el cielo con Su Padre y siempre estará con nosotros en el futuro. El gran “YO SOY” es un título que Él y Dios comparten.
Siempre ha estado íntimamente conectado con la familia humana. Él habló para que nuestro mundo existiera y continúa hablándonos a través de la Biblia, la palabra escrita de Dios. Finalmente, murió para salvar a la humanidad caída. Podemos decir con seguridad que Él era el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, completamente humano y completamente divino. Nadie más puede hacer esa afirmación.
Hay siete declaraciones “YO SOY” que salieron de los labios de Jesús. Esta semana, los milagros que proclaman la verdad sobre Su divinidad son los que nos dicen que Él es el pan de vida (Juan 6), la Luz del mundo (Juan 9), y la vida y la resurrección (Juan 11). Él realmente lo es todo para sus amados seguidores.