Esta semana exploraremos estos temas:
- Domingo: ser parte de la familia de Dios-¿Cómo afecta esto la forma en que nos tratamos unos a otros?
- Lunes: Dios es el dueño de todo. -¿Cómo afecta esto a la forma en que tratamos las cosas que Dios nos ha dado?
- Martes: Dios tiene muchos recursos disponibles, incluidos los relacionados con nuestra salvación.-¿Cómo y por qué utilizamos nuestras bendiciones espirituales?
- Miércoles: Tenemos responsabilidades como miembros de la familia de Dios: ¿Por qué guardar los mandamientos de Dios por amor es una de esas responsabilidades?
- Jueves: Tesoro en el cielo-¿Qué es y cómo lo obtenemos?
Como descubrimos en la introducción a las lecciones de este nuevo trimestre, administrar nuestras vidas de manera fiel ahora nos ayudará a prepararnos para el final de los tiempos. Apocalipsis 13:17 habla de un tiempo al final cuando los hijos de Dios no podrán comprar ni vender.
Es importante que desarrollemos una profunda confianza en Dios que nos permita permanecer fieles sin importar qué desastre o crisis pueda haber en nuestro futuro. Al explorar nuestra relación con Dios como hijos suyos, nos asombramos de que Dios también confíe en nosotros para gestionar sus asuntos en la tierra.
A Adán y Eva se les delegó desde el principio el cuidado del jardín, poner nombre a los animales e incluso llenar la tierra de hijos. A medida que Dios continúa bendiciéndonos con recursos, se nos dice que los utilicemos para nuestras necesidades, pero también para las necesidades de los demás, y para ayudar a avanzar la obra de Dios en la tierra.
Administrar bien nuestros recursos indica que nos tomamos en serio nuestras responsabilidades como hijos e hijas de Dios. Una gestión cuidadosa aumentará nuestra confianza en Dios y aumentará la suya en nosotros, haciendo crecer nuestra relación de un modo que de otro modo no sería posible.
Es fácil comprender que, como miembros de la raza humana, todos estamos relacionados de algún modo. Pero la Biblia habla de un tipo especial de relación familiar que incluye sólo a los que son seguidores de Dios.
Tenemos el privilegio de pertenecer a esta “familia de Dios”. Muchos olvidan que los ángeles no caídos del cielo forman parte de esta familia (Efesios 3:14, 15). A través de Jesús, podemos reclamar felizmente este estatus especial de familia.
Jesús ordenó a sus discípulos que oraran: “Padre nuestro que estás en los cielos…” (Mateo 6:9). Después de resucitar, dijo a María: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). Obviamente, Jesús se considera nuestro Hermano, además de nuestro Señor. Eso es lo que hace que ser miembro de esta familia celestial sea tan especial. Incluye al cielo mismo. Por eso Elena de White nos recuerda que “La familia del cielo y la familia de la tierra son una”. (El Deseado de todas las gentes, p. 832).