La semana pasada, nuestros ojos se abrieron a los muchos tipos de necesidades y grupos de personas con las que Jesús trabajó en su ministerio público. A menudo no reconocemos que estas mismas necesidades, ya sean físicas, mentales, emocionales o espirituales, muchas veces no se satisfacen para las personas ricas y poderosas en la sociedad.
Sin embargo, Dios, ya sea en el Antiguo o el Nuevo Testamento, no creía que la clase alta fuera inalcanzable. Hizo todo lo posible para revelarse a este segmento más pequeño de la población a través de sus profetas y testigos designados. Es útil estudiar formas en que podemos ministrar a personas ricas y poderosas, que a menudo están aisladas y sufridas. Sin esperar nada a cambio de ellos, podemos servirles una medida del amor de Dios.
Hemos visto que estar en sintonía con presenciar oportunidades para llegar a la élite a veces ha resultado en grandes bendiciones para muchas personas. Estas personas poderosas tienen influencia y recursos que pueden beneficiar la misión de Dios de manera solo disponible para ellas. Que, por otro lado, debería ser secundario a nuestro objetivo de salvarlos personalmente, simplemente permitiéndoles sentir el amor de Dios a través de nuestros esfuerzos.
