Un estudio del santuario terrenal nos dice mucho acerca de lo que Juan vio y sobre lo que escribió en Apocalipsis. Sabemos por Levítico, por ejemplo, que el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo sólo una vez al año en el Día de la Expiación, cuando el santuario era purificado. Dentro de esta sala santa estaba el arca del pacto, que contenía la Ley de los Diez Mandamientos, escrita en tablas de piedra y entregada a Moisés (Hebreos 9:4).
Todos somos juzgados por estos diez principios eternos incluso hoy. La Ley de Dios es la esencia de quién es Él: una combinación perfecta y equilibrada de Su amor y justicia, que sabemos que nunca cambia (Malaquías 3:6).
Además de la justicia que la Ley de Dios nos garantiza en el Día del Juicio, es a través de Su misericordia que incluso se nos dan los Diez Mandamientos, que marcan el camino para escapar de nuestro yo lamentable y pecaminoso. No sorprende que la cubierta superior del arca se llame propiciatorio (Éxodo 25:21, 22).
Qué consuelo es ver el arca de Dios, que contiene la Ley, en la visión que tuvo Juan del santuario celestial (Apocalipsis 11:19). Sin duda, Dios se encuentra en Su santuario y se le ve en Su Ley.