Escuela Sabática Texas USA Lección 8: Jesús, el mediador del Nuevo Pacto – Sábado 19 de Febrero de 2022

Una analogía que nos ayuda a entender el pacto es mirar el mundo de los negocios. A medida que las empresas cambian, también cambian sus acuerdos o contratos de funcionamiento. Es conveniente, incluso necesario, renovar los contratos de vez en cuando.

Cuando llegó el Mesías, nuestro contrato, o acuerdo de alianza con Dios, también necesitaba ser renovado. Nuestro garante esta vez fue el Hijo de Dios. Él hizo promesas durante su ministerio terrenal que eran mejores, sólo porque Él era mejor. Eran las mismas promesas de salvación, pero oírlas del Dios encarnado aumentaba nuestra fe en su cumplimiento.

El pacto renovado que se menciona en Hebreos 8:10-12, que proviene de Jeremías 31:33, 34, también fue mencionado por Moisés en Deuteronomio 30:11-14. Muchas veces Dios ha repetido su plan para salvarnos. Sólo ocurre cuando nuestros corazones están abiertos a su amor y misericordia, y cuando respondemos con obediencia que proviene de nuestro propio amor y gratitud hacia Él.

Jesús nos mostró el camino para amar y obedecer. Amamos a los demás aquí en la tierra, pero también amamos a Dios, el Creador de nuestro mundo. La Ley de los Diez Mandamientos, junto con la vida de Cristo, hace que sea fácil reconocer cómo es ese amor.

Está bastante claro en Hebreos 8:1-6 que Jesús es un mejor mediador de la alianza. Los sacerdotes terrenales no podían lograr las cosas que nuestro Sumo Sacerdote celestial puede. El suyo es un ministerio eterno, que no tiene principio ni fin. Como nos dice Pablo, el servicio del santuario terrenal no era más que una sombra, una copia, del que está en el cielo.

Nuestra visión del Reino celestial está todavía nublada, dependiendo de las visiones proféticas. No podemos ver todavía qué tipo de santuario hay realmente allí. Pero sí tenemos una idea mucho más clara de los principios y la rectitud moral que existen en ese Reino. Gracias a la vida sacrificada y humilde que Jesús modeló para nosotros mientras vivía entre los hombres.

El rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios (Éxodo 34:29). Pero Jesús ES la gloria de Dios (Hebreos 1:3). Moisés habló con Dios cara a cara (Éxodo 33:11). Pero Jesús FUE Dios hablando con nosotros cara a cara (Juan 14:9).

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