Dice la historia que en el instante los ataron fuertemente y los arrojaron al horno, no sin antes alimentar el fuego al máximo. Hacía tanto calor cerca de la boca del horno, tal vez en algún lugar a unos 600 grados, que los soldados que les dispararon murieron allí, por el aliento de calor.
No se puede decir que nada en los tres jóvenes se quemó. Las cuerdas con las que estaban atadas se quemaron en unos momentos, y se levantaron y se pusieron de pie. Y luego DIOS resolvió humillar a Nabucodonosor y honrar a sus fieles siervos. Él mismo entró en el horno, y ninguno de ellos sentía calor, caminaban de un lado a otro, dentro del fuego. Aquellos de afuera y de lejos observados, estaban asombrados. Esto nunca se había visto. Estaba claro que había un DIOS superior a esa estatua ridícula, así como superior al rey. Hubo un DIOS que instituyó reyes y tomó reyes. Cuando los jóvenes respondieron al rey, no sabían si serían salvados del fuego, pero no dejarían de servir a Dios y no adorar esa estatua.
Vamos a profundizar en esta semana.