Escuela Sabática Texas USA Lección 4: Amarás al Señor tu Dios – Sábado 23 de Octubre de 2021

Debido a las traducciones de idiomas y a las diferencias culturales, a veces nos resulta difícil entender cómo podemos temer a Dios y amarlo al mismo tiempo.

En nuestras mentes modernas, el miedo se ve más a menudo como la emoción negativa de temblor y pavor, porque tenemos miedo de algo o de alguien. Pero utilizado en el contexto antiguo del Antiguo Testamento, el temor a Dios se refiere al sentido de temor y respeto que deberíamos tener naturalmente por un Ser tan Supremo como Dios. nuestro Creador y Redentor.

Cuando comprendemos plenamente todo lo que Dios ha hecho por nosotros, cuando vemos cómo vino a la tierra en forma de hombre para salvarnos de la muerte eterna, debería llevarnos a amarlo. Temerle entonces va de la mano con amarle.

Deuteronomio 10:12 establece este principio de temer y amar a Dios al mismo tiempo. Debemos temerlo (respetarlo), caminar en sus caminos (practicar nuestra fe), amarlo y servirlo. Y todo esto con todo nuestro ser: “con todo tu corazón y con toda tu alma”.

En ningún lugar del Antiguo Testamento se habla tanto del amor como en los libros del Deuteronomio y el Cantar de los Cantares. Moisés hizo hincapié en el amor repetidamente en estos discursos finales a los niños hebreos. Y el Deuteronomio es citado o mencionado casi cien veces en el Nuevo Testamento.

Fue el amor lo que hizo que Dios deseara crearnos, y su amor, una vez más, lo que hizo que quisiera salvarnos. Moisés dio amplias pruebas y ejemplos del amor de Dios al relatar los muchos milagros que los sostuvieron en su viaje de 40 años por el desierto. Estos milagros eran obra del Hijo de Dios. Vieron su amor en el maná que los alimentó, al igual que vieron a Jesús más tarde realizar un milagro al alimentar a una multitud con cinco panes y dos peces.

Reconocer el amor y la misericordia de Dios es esencial en nuestro camino cristiano. Sólo con ese reconocimiento y aprecio seremos capaces de devolver el amor a Dios. El miedo y el respeto, sin amor, hacen que nuestro servicio a Él sea vacío y seco. No hay necesidad de sentirnos privados de comida o bebida espiritual, cuando mantenemos diariamente la misericordia de Dios viva en nuestros corazones.

Filipenses 2:8 dice que Jesús se humilló y se hizo obediente hasta la muerte. Nuestra humildad nos permitirá obedecer y servirle sacrificadamente por amor y respeto. Ese es el único tipo de obediencia que nos satisface y que agrada a Dios. Mantener el amor fluyendo, hace que la relación crezca.

Radio Adventista
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