Escuela Sabática Texas USA Lección 3: Jesús, el Hijo prometido – Sábado 15 de Enero de 2022

Se considera que los primeros cuatro versículos de Hebreos son la frase más hermosa del Nuevo Testamento por sus cualidades retóricas. Su tema principal es el hecho de que el Hijo de Dios está más que cualificado para ser Su portavoz. De hecho, Pablo, el autor de Hebreos, proclama con valentía en este pasaje que Jesús es nuestro Creador, Aquel que habló del universo y lo sostiene con su palabra. Pablo, después de su experiencia de conversión en el camino de Damasco, nunca parece haber dudado de la deidad de Cristo.

Aunque habían pasado cuatro siglos desde los ministerios de Malaquías, Esdras y Nehemías, Dios hablaba ahora a través de un portavoz muy superior: Jesucristo, el Mesías prometido.

Pablo les dio la esperanza de que las palabras de Cristo les ayudarían a comprender mejor el significado de las escrituras del Antiguo Testamento. Sería como tener la imagen en la caja de un rompecabezas para ayudarnos a encajar las piezas. Jesús era su clave, y la nuestra, para entender toda la palabra de Dios. Podía hacerlo porque era la Palabra de Dios (Juan 1:1).

Somos capaces de reflejar la luz y la gloria de Dios, pero Jesús era el único ser humano que podía pretender ser la fuente de esa luz. Juan 1:9 dice que era la “Luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene al mundo”.

El resplandor, o brillo, de su gloria, del que se habla en Hebreos 1:3, va seguido de la afirmación de que era la “imagen expresa de su persona”. Estamos hechos a su imagen, pero somos un tenue reflejo de su gloria. Ser la imagen “expresa” de Dios significa que Él era la representación exacta de Su Padre. Ningún ser humano podría duplicar la imagen precisa de Dios que Él proyectó al mundo (2 Corintios 4:6). No es de extrañar que Jesús explicara a Felipe que “el que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:9).

Este resplandor divino fue atestiguado en el Monte de la Transfiguración, cuando Mateo registra que “Su rostro brilló como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mateo 17:2).

Radio Adventista
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