Ambos hermanos, Jacob y Esaú, debieron sentirse ciegos ante los sentimientos que pudiera haber en el corazón del otro. Jacob sabía que Esaú tenía sobradas razones para albergar malos sentimientos por la forma engañosa en que robó la bendición familiar. Pero Esaú tampoco sabía si Jacob podría regresar para sumar la riqueza de Esaú a la suya.
Por lo tanto, ambos tomaron medidas para evitar que las circunstancias se les fueran de las manos. El hecho de que Esaú se acercara con cuatrocientos hombres mostraba su incertidumbre sobre las intenciones de Jacob. La respuesta de Jacob, enviando por delante regalos y mensajes de buena voluntad, fue su forma de afrontar la situación.
Esaú tuvo una prueba más de la vuelta amistosa de su hermano cuando Jacob se acercó a él, haciendo siete reverencias y llamándole “siervo” y “señor”. Esas siete reverencias eran significativas, ya que representaban la séptima bendición que Jacob había recibido de su padre años antes (Génesis 27:27-29).
La escena fue emotiva cuando los hermanos se encontraron finalmente. Se nos dice que Esaú corrió a su encuentro y lo abrazó. Los hermanos gemelos, separados desde hacía mucho tiempo, se besaron y lloraron (Génesis 33:4), tras años de una difícil separación.
Después de la reconciliación de Jacob y Esaú, cabría esperar un tiempo de existencia pacífica para las familias implicadas. Pero el relato de Génesis 34 interrumpe esa tranquilidad con el comportamiento totalmente errático de un par de hijos de Jacob.
Dina es la única hija de Jacob cuyo nombre se menciona en el registro bíblico (Génesis 37:35 y 46:15). La historia de la propuesta de matrimonio de Dina por parte de un prominente hijo de un líder tribal tuvo un desafortunado desenlace. Los hermanos de Jacob sabían que la virginidad de Dina había sido violada por su pretendiente, un joven llamado Siquem, que aparentemente estaba muy enamorado de Dina (Génesis 34:2, 3).
Hamor, el padre de Siquem, a petición de su hijo, acudió oportunamente al campamento de Jacob para preguntar si se podía concertar un matrimonio para la pareja. Estaba dispuesto a ofrecer una generosa dote si permitían que la joven pareja se casara. Extendió la invitación para incluir el futuro matrimonio mixto de las hijas de sus tribus, si así lo deseaban (Génesis 34:8-12).
Los hijos de Jacob sólo aceptarían tal acuerdo si todos los hombres de la ciudad de Hamor se circuncidaban. Esto demostraría que eran un solo pueblo y se podrían permitir los matrimonios mixtos (Génesis 34:15, 16).
Sorprendentemente, la gente de Hamor decidió que sus hombres se someterían al rito de la circuncisión; pero Simeón y Leví, dos de los hijos de Jacob, tenían otros planes. Cuando los hombres, que se habían sometido a la circuncisión, estaban dolorosamente debilitados, los dos hermanos entraron en su ciudad y mataron a todos los varones. También saquearon sus bienes y capturaron a todas las mujeres y niños (Génesis 34:25-29).
Jacob estaba legítimamente perturbado por sus acciones engañosas y violentas que destruyeron totalmente su reputación y harían que su pequeña familia fuera odiada por los demás en la zona. Este episodio fue un repetido recordatorio de que los propios antecedentes de Jacob relacionados con la mentira y el engaño no iban a desaparecer. Las consecuencias del engaño de Jacob durarían toda su vida.