El último día de Jesús en la tierra fue el momento de su más intenso sufrimiento. Fue probado con frecuencia durante su vida, pero esas últimas horas fueron cruciales para su victoria sobre el poder de destrucción de Satanás. Todo dependía de su lealtad a Dios en ese momento.
La iglesia de Dios ha tenido frecuentes períodos de prueba y tribulación; pero nosotros también podemos esperar que el calor se intensifique al final de la historia de la tierra. Al igual que nuestro Señor y Salvador, necesitamos la purificación que proviene del sufrimiento y las dificultades, para poder encontrarnos y estar con Él en el cielo.
Sin embargo, podemos estar seguros de la presencia de Dios a través de nuestros cruces. Y sabemos que nuestras pruebas tienen a menudo la capacidad de prepararnos para la eternidad. Innumerables santos han experimentado una pérdida más allá de las palabras. Han demostrado la capacidad de la humanidad para superar obstáculos que en su momento parecían insuperables.
Dios es una fortaleza poderosa, un baluarte que nos salva de las inundaciones o del fuego, de cualquier cosa que pretenda destruir al pueblo santo de Dios.