El final de la vida de Juan el Bautista es un ejemplo perfecto del tipo de pruebas que podemos esperar, si somos siervos fieles de Dios. Fue encarcelado, juzgado y ejecutado sin otra razón que la de proclamar el nacimiento del Mesías. El modo en que se comportó durante su crisol, cuestionando incluso si Jesús estaba allí para él, nos da una idea del tipo de episodios dolorosos que podemos esperar en la vida y de cómo pueden transformarnos.
Estos crisoles de madurez, podríamos llamarlos, tienen la capacidad de hacernos crecer, no sólo como individuos, sino como familias y comunidades. La salvación no es sólo una construcción teórica. Puede experimentarse realmente cuando se nos llama a librar estas batallas reales en el gran conflicto cósmico entre Dios y Satanás.
Los crisoles nos proporcionan la mejor oportunidad para cantar el amor de Jesús y comprender por nosotros mismos todo lo que ha hecho para salvarnos…