Aqui entre Nos. Lección 3 – La jaula del pájaro – Un Programa pensado en los Maestros de E.S.

Los destinatarios de la primera epístola de Pedro, tal como se dirige a ellos en 1 Pedro 1:1, 2, eran “peregrinos de la Dispersión”. Eran nuevos creyentes cristianos, que vivían en lo que hoy es el oeste de Turquía. Pedro los llamaba los “elegidos”.

Intentó animar a sus lectores, ya que habían huido de las persecuciones y probablemente seguían soportando dificultades indebidas en su nuevo entorno. Les recordó que la paz y la felicidad serían siempre suyas, si seguían teniendo fe en su Señor y Salvador.

Su “prueba de fuego” sería temporal, pero resultaría en una fe genuina que finalmente llevaría a la alabanza, el honor y la gloria del Hijo de Dios. Su testimonio perduraría a través de aquellos que serían bendecidos por sus ejemplos de valor, a pesar de las duras pruebas. Véase 1 Pedro 1:6-9.

Pedro quería que supieran que sus continuas pruebas no eran caóticas, ni ocurrían al azar. Tenían el propósito de ser un legado perdurable para todos los que vinieran después de ellos.

Hay muchas maneras de sobrevivir a nuestros crisoles, o pruebas de fuego. Podemos recordar momentos en los que la ayuda de Dios ha sido necesaria en el pasado…

  • A través de historias bíblicas, como la de los amigos de Daniel que fueron arrojados al horno de fuego,
  • A través de las experiencias de otros pioneros de la fe en libros que leemos o incluso de amigos y familiares que conocemos personalmente
  • A través de la historia de nuestra propia vida, aquellas pruebas que ya nos han tocado en el pasado

Otras dos herramientas de supervivencia serían la oración y la confianza en las promesas de Dios que están esparcidas por toda Su palabra. Se nos dice que Dios no nos abandonará (Deuteronomio 31:6), que confiemos en el Señor (Proverbios 3:5), que lo busquemos con todo nuestro corazón (Jeremías 29:13), que con Dios todas las cosas obrarán para bien (Romanos 8:28), que su gracia nos basta (2 Corintios 12:9) y que debemos contentarnos con lo que tenemos a nuestra disposición (Hebreos 13:5).

Todas estas cosas nos permitirán no renunciar a Dios y a su voluntad para nuestra vida, aunque ésta incluya un dolor y un sufrimiento inimaginables. El propio y querido Hijo de Dios ha allanado el camino para que podamos sobrevivir a todos y cada uno de los cruces.

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