Dios usó la ‘terapia de crisis’ para despertar a su pueblo de la rebelión a la fidelidad. Sufrieron durante siglos por las invasiones de pueblos hostiles contra ellos. Finalmente fueron invadidos por los babilonios, pero, aún rebeldes, vieron su templo derrumbarse y la ciudad vulnerable a aquellos que querían saquear, con las puertas quemadas y el muro lleno de brechas. Allí sufrieron durante setenta años lejos de su país, pero Dios estaba con ellos. No fue fácil regresar y encontrar todo destruido y nunca encontrar el Arca de Reparación.
Cuando tomaron posesión de la tierra de Egipto, encontraron ciudades construidas, ganado, cultivos, todo listo. Luego construyeron un templo que ninguna otra persona podría igualar, con tanta riqueza puesta en él. Y aún más diferente era este templo, porque en él no se colocaba un ídolo inerte, sino que había una presencia visible de Dios sobre el arca del pacto. Todo esto se perdió, ahora volviendo de Babilonia, tuvieron que enfrentar las ruinas y reconstruir. Por lo tanto, la situación de ser fiel a Dios se volvió favorable, por lo que resolvieron nunca rebelarse contra quién podría hacer todo y quién los favorecería o, si desobedecían, los castigaría nuevamente. Decidieron no traicionar la intención de los 490 años que se les dio para arrepentirse.
Estos hicieron esos judíos en el tiempo de Nehemías. Lo que hicieron sus hijos fue otra historia, similar a la de sus antepasados.