Aunque el mensaje del primer ángel no menciona la obediencia a Dios, entendemos que la obediencia forma parte de lo que significa adorarle. Jesús fue “obediente hasta la muerte” (Filipenses 2:8), y en Eclesiastés 12:13 se nos dice que “temamos a Dios y guardemos sus mandamientos”.
Los Diez Mandamientos, trasunto del carácter de amor de Dios, siempre han sido necesarios para nuestra salvación. La gracia de Dios nos capacita para obedecer Sus mandamientos. Aunque nos libera de la condena de la Ley, nunca nos ha eximido de la responsabilidad de obedecerla. Los Diez Mandamientos, en particular, nos revelan con toda claridad quién es Dios y cuáles son sus planes para nuestra salvación.
Expresamos nuestra fe en la gracia de Dios viviendo vidas piadosas y obedientes. Temer a Dios nos lleva a rendirnos y obedecerle. Ninguna adoración es válida sin nuestro deseo de seguir a Dios y obedecerle, según nos capacite el Espíritu.
Hay tantas cosas en este mundo que nos alejan de una vida centrada en Dios. El dinero, los viajes, los deportes, la música, el entretenimiento y miles de otras cosas exigen nuestro tiempo y devoción. Parece haber una batalla constante por nuestras mentes.
Pero sólo cuando estamos totalmente comprometidos con la voluntad de Dios, permitiendo que Jesús moldee nuestros pensamientos y deseos, podemos saber lo que significa temer a Dios y ponerlo a Él en primer lugar en todo. Jesús quiere llenar nuestras mentes con cosas eternas. Cosas verdaderas, nobles, justas, puras, hermosas; cosas buenas, virtuosas y dignas de alabanza (Filipenses 4:8).
La obediencia es buena, pero sólo cuando procede de un corazón que busca la compañía de Dios. Sólo esto nos conducirá a una experiencia de adoración verdadera y amorosa con el Creador, que es esencial para nuestra salvación. El mensaje del primer ángel nos invita a profundizar en la gracia salvadora de Dios. Esta comprensión más profunda del Evangelio nos permitirá sobrevivir a la crisis final que se cierne sobre nuestro mundo.