A muy pocas personas les gustan los conflictos. Ansiamos la armonía y la paz. Incluso impartimos seminarios sobre pacificación y resolución de conflictos en nuestras iglesias o instituciones.
Lee Mateo 10:34-39. ¿Qué quiere decir Jesús cuando afirma que no ha venido a traer la paz sino la espada? ¿Qué significa esto, teniendo en cuenta que Jesús es “el Príncipe de la Paz” (Isaías 9:6)?
La afirmación de Jesús en Mateo 10:34-39 es sorprendentemente contradictoria. El Salvador, que vino como un bebé indefenso en lugar de como un poderoso rey rodeado de guardaespaldas de élite, que predicó el amor tanto al prójimo como al enemigo, ahora dice a sus seguidores que trae división y luchas. Sus discípulos y su público se habrán preguntado, como nos preguntamos nosotros: ¿Cómo puede ser esto?
Mateo 10:35-39 trata en realidad de las lealtades y las fidelidades. Citando Miqueas 7:6, Jesús desafía a su audiencia a tomar decisiones para la eternidad. Un hijo debe amar y honrar a sus padres. Ese era un requisito legal de la ley que Moisés había recibido en la montaña. Formaba parte del modo de actuar requerido por Dios; y, sin embargo, si ese amor superaba el compromiso del oyente con Jesús, requería una decisión difícil. Un padre y una madre deben amar y cuidar a sus hijos. Sin embargo, si ese amor superara el compromiso de los padres con Jesús, se requeriría una decisión difícil. Lo primero es lo primero, nos recuerda Jesús en este pasaje.
Jesús expresa esta elección formulando tres frases, cada una de las cuales utiliza el término digno. La dignidad no se basa en un alto nivel moral ni en la superación del pecado. El valor se basa en la relación con Jesús. Somos dignos cuando le elegimos a Él por encima de todo lo demás, incluso de la madre, el padre o los hijos. Elegimos el sufrimiento de la cruz y seguimos a Jesús.
“No tengo mayor deseo que ver a nuestra juventud imbuida de ese espíritu de pura religión que la llevará a tomar la cruz y seguir a Jesús. Salid, jóvenes discípulos de Cristo, controlados por los principios, vestidos con las túnicas de la pureza y la rectitud. Vuestro Salvador os guiará hacia la posición más adecuada a vuestros talentos y donde podáis ser más útiles”. – Ellen G. White, Testimonios para la Iglesia, vol. 5, p. 87.