José, sabiamente, no sólo interpretó los desconcertantes sueños del Faraón, sino que también ofreció sugerencias sobre cómo minimizar los efectos de la hambruna pronosticada. La experiencia que había adquirido dirigiendo la casa de Potifar y más tarde la prisión, le permitió dar consejos sólidos y prácticos que el Faraón debía considerar, y de hecho lo hizo.
El faraón vio que “nadie era perspicaz y sabio” como José, lenguaje que se usó más tarde para describir al rey Salomón (1 Reyes 3:12). Reconoció la naturaleza divina del consejo de José e inmediatamente elevó su posición, haciéndolo segundo al mando de todo Egipto.
En ese período de la historia egipcia, incluso a los extranjeros se les asignaba el papel de visires. Sus funciones eran como las de un primer ministro, o director general. Supervisaban la operación de dirigir el país, de hacer funcionar su gobierno. Junto con la ropa real, José recibió el anillo de sello del faraón (que le permitía realizar negocios con la firma del rey).
A José, de sólo 30 años, se le cambió el nombre por el de Zafnat-Paanea (Génesis 41:45, 46), que significa “alimento de la tierra, esto es la vida”, lo que denota su relación distintiva con el suministro de alimentos durante la hambruna. La esposa egipcia que le dieron, Asenat, era hija de un prestigioso sacerdote de On, Poti-Pherah. De este matrimonio nacieron dos hijos, Manasés y Efraín.