Los hermanos de José debieron de hablar cuando llegó la hambruna y se enteraron de que Egipto proveía de alimentos a tantos países de alrededor. Cada uno de ellos había llevado en silencio la carga de su engaño contra su padre durante veinte años. Es posible que ahora se preguntaran entre ellos qué le ocurrió finalmente a José después de que lo vendieran como esclavo.
Antes de que su padre Jacob les expresara la necesidad de ir a Egipto, les dijo: “¿Por qué os miráis unos a otros?”. Debieron sentirse incómodos al ir a Egipto, porque les recordaba el trato odioso que habían dado a José.
Sin embargo, Dios había estado trabajando entre bastidores para colocar a José justo donde tenía que estar en este momento crítico. No sólo se estaban cumpliendo los sueños del Faraón con la hambruna, sino que el cumplimiento de los sueños de José estaba a punto de producirse.
Génesis 42:6 dice que los hermanos de José vinieron y se inclinaron ante él con el rostro hacia la tierra. Habían pasado veinte años, pero José los reconoció inmediatamente y recordó sus sueños sobre cómo se inclinaban ante él (Génesis 42:8, 9).
José cuidó su lenguaje, hablándoles de forma brusca a través de un intérprete, para que no lo reconocieran. Necesitaba saber más sobre la familia y si los hermanos que estaban ante él habían cambiado de corazón y se arrepentían del trato que le habían dado en el pasado.
José conocía la naturaleza violenta de Simeón. ¿Quién podría olvidar su cruel venganza contra su hermana Dina (Génesis 34)? Así que, después de insistir en que trajeran a su hermano Benjamín para probar su historia, José mantuvo a Simeón en Egipto, antes de enviarlos de vuelta a Canaán.
Cuando regresaron por primera vez a su padre, Rubén ofreció a sus propios dos hijos como garantía, si Jacob permitía que Benjamín regresara con ellos para que pudieran recuperar a Simeón del cautiverio. Jacob sintió que ya había perdido dos hijos, José y ahora Simeón. Pero la oferta de los dos hijos de Rubén de ser asesinados en su lugar si no regresaban todos de Egipto no fue suficiente para hacer cambiar de opinión a Jacob.
La hambruna era tan severa que finalmente Judá fue a su padre Jacob y le suplicó de nuevo que se les permitiera volver a Egipto con Benjamín. Esta vez incluso se ofreció como fiador y estaba dispuesto a asumir toda la culpa si no regresaban con su hermano menor. Véase Génesis 43.
Jacob, al que se refiere como su padre Israel en Génesis 43:11, aceptó a regañadientes que Benjamín fuera con ellos. Era eso, o todos morirían de hambre. Así que, llevando muchos regalos, volvieron a Egipto, con la esperanza de quedar bien con el gobernante egipcio esta vez.
José, lleno de alegría al ver a su hermanito, ordenó a sus sirvientes que prepararan un banquete para la familia que viajaba. Planeaba poner a prueba a los hermanos para ver si tenían celos de Benjamín.
Sin embargo, nunca mostraron ningún resentimiento cuando Benjamín recibió más comida que ellos. Así que José se alegró al saber que sus hermanos podían tener un corazón que se había ablandado con los años.
