El pueblo de Dios ha experimentado persecución desde el principio. Abel, el hijo de Adán y Eva que fue asesinado por su hermano Caín, fue el primer mártir de la causa de Dios. Y, como era de esperar, la adoración estuvo en el centro del conflicto que creció entre ellos. Cómo y por qué adoramos a Dios siempre ha sido importante. Y a menudo los más cercanos a nosotros, nuestros hermanos y hermanas cristianos, son los que nos hacen más daño.
Jesús y otros escritores del Nuevo Testamento nos han advertido repetidamente sobre la persecución que podemos esperar simplemente porque seguimos a nuestro Creador y Redentor. Especialmente dura será la persecución final que incluye tanto sanciones económicas –no poder comprar ni vender– como pena de muerte (Apocalipsis 13:15, 17).
La primera bestia que vino del mar y que tantos problemas causó a los creyentes durante la época medieval, revivirá en los últimos días. “La primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” es como la describe Apocalipsis 13:12. Muchas señales y prodigios serán realizados por Satanás, bajo la apariencia de este sistema religioso falso (Apocalipsis 13:13). Cuando sus milagros engañosos no están logrando lo suficiente, recurrirá a la fuerza coercitiva para lograr el cumplimiento.