Cuando los crisoles nos aplastan, una de las formas de mantener una mentalidad esperanzadora es considerar los planes globales de Dios para nosotros. Muchas áreas de nuestra vida se concentran en planes estrechos. Ir a una reunión familiar nos recuerda la esperanza que nos ha aportado nuestra vida familiar pasada. Recibir una bendición especial, como el nacimiento de un nuevo hijo o la mudanza a una nueva casa, se centra en la esperanza en nuestras circunstancias actuales, la esperanza de cosas aún mejores por venir. Incluso la preparación para la muerte, algo en nuestro futuro, nos deja la esperanza de que algún día nos reuniremos con nuestro Padre en el cielo.
Los planes de Dios abarcan el pasado, el presente y el futuro mejor que cualquier cosa que podamos planear por nosotros mismos. Podemos saber que Él ha estado con nosotros en el pasado. Aunque nuestras pruebas parecían insuperables, Dios estuvo presente y nos ayudó a superarlas. Cuando las dificultades se hacen sentir en nuestras circunstancias actuales, Dios está con nosotros y nos anima a perseverar a pesar de ellas. Y cuando se acerca el final, cuando se avecina nuestro futuro fallecimiento, Dios aligera nuestras cargas y nos lleva a nuestra recompensa eterna.
Sí, el plan de Dios es reconfortante en su totalidad. Su plan es para la iglesia, pero también para cada individuo, ya que lo ponemos a cargo de nuestro pasado, presente y futuro. Sus planes para nosotros y la iglesia no nos decepcionarán. Son una amplia evidencia que nos da recuerdos pacíficos de nuestro pasado, emociones alegres en nuestra vida actual, y anhelos esperanzadores para el futuro, a pesar de nuestras cruces.
Hebreos 11, conocido ampliamente como “el capítulo de la fe”, nos emociona con historias de cómo el pueblo de Dios a lo largo de los tiempos ha sobrevivido a sus cruces ejerciendo la fe. Sin embargo, el capítulo que sigue es igualmente digno de nuestra atención.
Hebreos 12 subraya la necesidad de aceptar las acciones disciplinarias de Dios, o castigos, que a menudo aparecen como las duras pruebas de las que tenemos tendencia a quejarnos (Hebreos 12:5, 6, 9).
La clave para enfrentarnos con éxito a nuestras pruebas se encuentra en Hebreos 12:2. Al mirar a Jesús y cómo perseveró durante la disciplina de su Padre, nosotros también podemos tener lo que se necesita para sobrevivir y brillar más al final. Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, soportó la cruz para que podamos modelar su perfecta entrega y cumplimiento a través de la fe que Él nos da.