Hay muchos versículos en el Nuevo Testamento que atestiguan el hecho de que Dios es el dador de todos los dones y talentos. Incluso aquellos activos que elegimos no usar para glorificar a Dios se originan en nuestro Creador. Nuestros atributos más maravillosos dados cuando nacimos no siempre se convierten en fortalezas para nosotros espiritualmente, si los usamos mal o los ignoramos.
Sin embargo, cuando nos convertimos en hijos de Dios a través del bautismo, se otorgan nuevos dones espirituales que, cuando se aprovechan, se convierten en grandes herramientas para avanzar en la causa de Cristo. Estos obsequios pueden o no estar vinculados a talentos originales que podamos poseer en ese momento.
En cualquier caso, somos responsables de nuestra elección de usar los dones que nos ha confiado el Espíritu Santo. Estos dones espirituales pueden bendecir a otros, y los bendecimos, cuando los usamos y los cultivamos para promover el amor de Dios.